Aunque poco conocida, la comunidad musulmana en América Latina está creciendo y ganando visibilidad. En países como México, Argentina, Colombia y Brasil, cada vez más personas se acercan al islam por convicción personal. También hay comunidades históricas, fruto de la migración árabe del siglo XIX. Su presencia ha enriquecido la vida social, cultural y espiritual de la región.
En Brasil, por ejemplo, se estima que hay más de 1,5 millones de musulmanes, muchos de origen libanés o sirio. La mezquita más grande de Latinoamérica se encuentra en São Paulo: la Mesquita Brasil. Allí se organizan clases, actividades sociales y visitas guiadas para fomentar el entendimiento entre religiones. La comunidad trabaja activamente contra los prejuicios y en favor de la convivencia.
En Argentina, el Centro Islámico de la República Argentina (CIRA) es una institución clave. Promueve el diálogo interreligioso y colabora con universidades y medios de comunicación. También ofrece cursos gratuitos sobre el islam y charlas abiertas para quienes buscan conocer la fe musulmana. Esta apertura ha favorecido el respeto y la curiosidad en la sociedad argentina.
México cuenta con comunidades musulmanas activas en Ciudad de México, Chiapas y Monterrey. En Chiapas, por ejemplo, indígenas mayas conversos al islam han creado comunidades como Nueva Esperanza. Allí practican su fe con respeto a sus raíces culturales, lo cual demuestra la adaptabilidad del islam a contextos diversos. Es un fenómeno único y positivo que llama la atención de investigadores y periodistas.
La experiencia del islam en América Latina es un ejemplo de convivencia, crecimiento y aporte social. Aunque todavía enfrentan desafíos, los musulmanes latinoamericanos siguen construyendo puentes con el resto de la sociedad. Su fe no los aísla, sino que los impulsa a servir, educar y transformar desde el amor y el conocimiento.
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