Treinta y cinco instituciones religiosas en Bélgica, Brasil, Canadá, Irlanda, Italia, Reino Unido y Estados Unidos han decidido desprenderse de las empresas de combustibles fósiles, siguiendo el espíritu de la encíclica Laudato Si.
“Para los católicos, desinvertir y no contribuir a la destrucción de la casa común es un imperativo”, asegura, solemne, el director de comunicación del Movimiento Laudato Si, Gabriel López Santamaría, con esa conmovedora e inamovible fe de los nuevos hombres fuertes del Vaticano en el dogma del Cambio Climático.
En total, la desinversión asciende a 500 millones de dólares. Entre ellas se encuentran cinco diócesis y una catedral de la Iglesia de Inglaterra, dos diócesis católicas, la Iglesia Metodista de Irlanda; dos Sínodos de la Iglesia Reformada Unida, once órdenes religiosas católicas, la Sociedad Teológica Católica de América, dos universidades de los jesuitas de Estados Unidos y varias Iglesias locales.
«En el 2020, el Vaticano pidió a las instituciones católicas que desinvirtieran de las empresas de combustibles fósiles dado su daño al medio ambiente. Felicito a estas instituciones proféticas que están desinvirtiendo hoy y animo a las instituciones de todo el mundo a que reduzcan nuestra dependencia de estas fuentes de energía dañinas desinvirtiendo de los combustibles fósiles», dice el padre Joshtrom Kureethadam, coordinador del Sector de Ecología del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que asiste al Papa en su labor sobre cuestiones medioambientales.
Las instituciones religiosas católicas están de capa caída últimamente, una tendencia a la extinción que se arrastra desde hace décadas y que se ha acelerado pavorosamente en los últimos años. Pero muchas de ellas podrán escribir en su epitafio que, al menos, en el momento de su fallecimiento no invertían en combustibles fósiles.
Invertir en la compra de un edificio de apartamentos de lujo en Londres, sacando fondos del Óbolo de San Pedro, o hacerlo en la hagiografía gay de Elton John, la película, Rocketman, es una cosa; pero poner dinero en una fuente de energía que ha sacado a la humanidad de las hambrunas crónicas y cuya ausencia nos devolvería inmediatamente a ellas es anatema.
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