La Iglesia alemana desafía, otra vez, al Vaticano: Vuelven las bendiciones de parejas homosexuales

La Iglesia alemana desafía, otra vez, al Vaticano: Vuelven las bendiciones de parejas homosexuales

Tal día como hoy, hace justo un año, una parte de la Iglesia de Alemania desobedeció y plantó cara a las directrices que marcó el Vaticano en relación a la bendición de parejas homosexuales. Hoy, vuelven a renovar su desafío.

 

El desafío alemán a la Tradición y el Magisterio de la Iglesia ya es una realidad. La iniciativa #liebegewinnt ―el amor gana― que anunciaba bendiciones a parejas homosexuales en iglesias esparcidas por toda Alemania celebra por segundo año consecutivo este acto de desobediencia.

Según apunta el medió alemán Katholisch, es probable que no se alcance el número del año pasado. En ese momento había 111 servicios a nivel nacional. Sin embargo, los iniciadores están muy satisfechos. Algunas congregaciones son nuevas, algunas asisten por segunda vez. También se ha unido una iglesia en Suiza. Incluso habrá una celebración en una catedral, en Magdeburg. «La iniciativa #lovewint volvió a convocar servicios de bendición para parejas amorosas de todas las orientaciones sexuales, especialmente parejas queer. Y una vez más, algunas comunidades de toda Alemania siguieron la llamada. Este año hay alrededor de 80», apuntan desde Alemania.

 

La plataforma que promueve la bendición de parejas homosexuales en el seno de la Iglesia Católica ha animado a los sacerdotes que participen en este desafío a Roma a proclamar la siguiente oración para «bendecir» a las parejas:

«Dios es amor. Confiamos en eso. En esta confianza damos gracias por el amor que lleva a vuestra sociedad y os hace ser una bendición el uno para el otro. Demos gracias a Dios por esto y oremos por su cercanía y compañía.

(extiende sus manos sobre la pareja desde aquí):

Por eso te pedimos, Dios de toda vida:

El poder de tu bendición descienda sobre N. y N.

y fortalécelos para

que permanezcan en tu amor y su amor no desaparezca,

sino que crezca e irradie fecundamente sobre todos nosotros,

que sanan y no las heridas,

que da muchos frutos para las comunidades en las que

viven N. y N., y especialmente para la Iglesia.

Tu Santo Espíritu permite que N. y N. siempre se ayuden

mutuamente y se conviertan en una bendición el uno para el otro, para las personas que viajan con ellos

y para todos los semejantes con los que se encuentran.

Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo,

nuestro Señor,

que está contigo y el Espíritu Santo

vive y trabaja por toda la eternidad».

¿Qué ocurrió el año pasado?

Nada, absolutamente nada. A pesar de la nota de la Congregación para la doctrina de la Fe que prohibió la bendición del pecado, muchos sacerdotes apoyados y respaldados por sus obispos consumaron su desafío a la Santa Sede. Ni la Iglesia alemana, cómplice de todo ello, ni el Vaticano tomó medidas contra los herejes.

El canon 751 del Código de Derecho Canónico dice así: “Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos”.

El año pasado el sacerdote alemán Gero Weishaupt, abogado canónico y juez del tribunal de la diócesis de Colonia dijo lo siguiente: «“La desobediencia manifestada por la negativa a llevar a cabo el responsum papal rompe, por tanto, la unidad con el papa. Es un acto cismático, por supuesto con una herejía subyacente, ya que la bendición de las relaciones homosexuales expresa como mínimo la opinión de que, además del matrimonio entre un hombre y una mujer, puede haber otras relaciones ordenadas a la unión sexual. Esto contradice de manera flagrante la verdad revelada sobre el matrimonio (Gén 1,27: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó») y la naturaleza esencial del ser humano, de la que se deriva la ley moral natural por la razón humana”.

¿Qué dice la Iglesia sobre la bendición de parejas homosexuales?

El Vaticano, a través de la Congregación de la Doctrina de la Fe, respondió a una duda enviada al dicasterio sobre si la Iglesia podía impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo. La respuesta fue tajante: no. Y dicha respuesta ha sido aprobada por el Papa Francisco.

La nota describe como en algunos ambientes eclesiales «se están difundiendo proyectos y propuestas de bendiciones para uniones de personas del mismo sexo». «No pocas veces, estos proyectos están motivados por una sincera voluntad de acogida y de acompañamiento de las personas homosexuales», indica el escrito.

Para ser coherentes con la naturaleza de los sacramentales, «cuando se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas se necesita – más allá de la recta intención de aquellos que participan – que aquello que se bendice esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación y revelados plenamente por Cristo Señor». «Por tanto, son compatibles con la esencia de la bendición impartida por la Iglesia solo aquellas realidades que están de por sí ordenadas a servir a estos designios», explica la nota.

«Por este motivo, no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo», determina el escrito.

Les ofrecemos la pregunta y la respuesta, que publicó el año pasado la Oficina de Prensa de la Santa Sede; después le ofrecemos un comentario del mismo dicasterio explicando la respuesta:

A LA PREGUNTA PROPUESTA:

¿La Iglesia dispone del poder para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo?

SE RESPONDE:

Negativamente.

Nota explicativa

En algunos ambientes eclesiales se están difundiendo proyectos y propuestas de bendiciones para uniones de personas del mismo sexo. No pocas veces, estos proyectos están motivados por una sincera voluntad de acogida y de acompañamiento de las personas homosexuales, a las cuales se proponen caminos de crecimiento en la fe, «con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida»[1].

En estos caminos, la escucha de la palabra de Dios, la oración, la participación en las acciones litúrgicas eclesiales y el ejercicio de la caridad pueden desempeñar un papel importante con el fin de apoyar la tarea de leer la propia historia y de adherirse con libertad y responsabilidad a la propia llamada bautismal, porque «Dios ama a cada persona, como también lo hace la Iglesia»[2], rechazando toda discriminación injusta.

Entre las acciones litúrgicas de la Iglesia revisten una singular importancia los sacramentales, «signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida»[3]. El Catecismo de la Iglesia Católica específica, además, que «los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella» (n. 1670).

Al género de los sacramentales pertenecen las bendiciones, con las cuales la Iglesia «invita a los hombres a alabar a Dios, los anima a pedir su protección, los exhorta a hacerse dignos, con la santidad de vida, de su misericordia»[4]. Ellas, además, «instituidas imitando en cierto modo a los sacramentos, significan siempre unos efectos, sobre todo de carácter espiritual, pero que se alcanzan gracias a la impetración de la Iglesia»[5].

En consecuencia, para ser coherentes con la naturaleza de los sacramentales, cuando se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas se necesita – más allá de la recta intención de aquellos que participan – que aquello que se bendice esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación y revelados plenamente por Cristo Señor. Por tanto, son compatibles con la esencia de la bendición impartida por la Iglesia solo aquellas realidades que están de por sí ordenadas a servir a estos designios.

Por este motivo, no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo[6]. La presencia en tales relaciones de elementos positivos, que en sí mismos son de apreciar y de valorar, todavía no es capaz de justificarlas y hacerlas objeto lícito de una bendición eclesial, porque tales elementos se encuentran al servicio de una unión no ordenada al designio de Dios.

Además, ya que las bendiciones sobre personas están en relación con los sacramentos, la bendición de las uniones homosexuales no puede ser considerada lícita, en cuanto sería en cierto modo una imitación o una analogía con la bendición nupcial[7], invocada sobre el hombre y la mujer que se unen en el sacramento del Matrimonio, ya que «no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia»[8].

La declaración de ilicitud de las bendiciones de uniones entre personas del mismo sexo no es por tanto, y no quiere ser, una discriminación injusta, sino reclamar la verdad del rito litúrgico y de cuanto corresponde profundamente a la esencia de los sacramentales, tal y como la Iglesia los entiende.

La comunidad cristiana y los Pastores están llamados a acoger con respeto y delicadeza a las personas con inclinaciones homosexuales, y sabrán encontrar las modalidades más adecuadas, coherentes con la enseñanza eclesial, para anunciarles el Evangelio en su plenitud. Estas, al mismo tiempo, están llamadas a reconocer la cercanía sincera de la Iglesia – que reza por ellas, las acompaña, comparte su camino de fe cristiana[9] – y a acoger las enseñanzas con sincera disponibilidad.

La respuesta al dubium propuesto no excluye que se impartan bendiciones a las personas individuales con inclinaciones homosexuales[10], que manifiesten la voluntad de vivir en fidelidad a los designios revelados por Dios así como los propuestos por la enseñanza eclesial, pero declara ilícita toda forma de bendición que tienda a reconocer sus uniones. En este caso, de hecho, la bendición manifestaría no tanto la intención de confiar a la protección y a la ayuda de Dios algunas personas individuales, en el sentido anterior, sino de aprobar y fomentar una praxis de vida que no puede ser reconocida como objetivamente ordenada a los designios revelados por Dios[11].

Mientras tanto, la Iglesia recuerda que Dios mismo no deja de bendecir a cada uno de sus hijos peregrinos en este mundo, porque para Él «somos más importantes que todos los pecados que nosotros podamos hacer»[12]. Pero no bendice ni puede bendecir el pecado: bendice al hombre pecador, para que se reconozca como parte de su designio de amor y se deje cambiar por Él. Él, de hecho, «nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos»[13].

Por estos motivos, la Iglesia no dispone, ni puede disponer, del poder para bendecir uniones de personas del mismo sexo en el sentido anteriormente indicado.

El Sumo Pontífice Francisco, en el curso de una Audiencia concedida al suscrito Secretario de esta Congregación, ha sido informado y ha dado su asentimiento a la publicación del ya mencionado Responsum ad dubium, con la Nota explicativa adjunta.

Dado en Roma, desde la Sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 22 de febrero de 2021, Fiesta de la Cátedra de San Pedro, Apóstol.

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