“La Iglesia agradece a quien ha salvado Notre Dame, que sea coral la reconstrucción”

“La Iglesia agradece a quien ha salvado Notre Dame, que sea coral la reconstrucción”

Francisco volvió a hablar de la catedral parisina durante la Audiencia general antes de la Pascua. Y se reunió en la plaza con la joven ambientalista sueca Greta Thunberg

El Papa Francisco ha vuelto a expresar su dolor por Notre Dame, en la primera cita pública después del incendio de la catedral parisina, expresando el agradecimiento de toda la Iglesia a «cuantos se han prodigado, incluso arriesgándose personalmente, para salvar la Basílica». También expresó el deseo de que las obras de reconstrucción puedan ser «una obra coral».

«Aprovecho esta ocasión», dijo Jorge Mario Bergoglio al saludar a los peregrinos de lengua francesa que estaban en la audiencia general de la Plaza San Pedro, «para expresar a la comunidad diocesana de París, a todos los parisinos y al entero pueblo francés mi gran afecto y mi cercanía después del incendio en la Catedral de Notre-Dame. Queridos hermanos y hermanas, me quedé adolorado y me siento muy cerca de todos ustedes. A quienes se han prodigado, incluso arriesgándose personalmente para salvar la Basílica está dirigida la gratitud de toda la Iglesia. Que la Virgen María los bendiga y apoye el trabajo de reconstrucción: que pueda ser una obra coral, para alabanza y gloria de Dios».

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El Papa Francisco, que ayer por la tarde expresó su solidaridad a los franceses durante una conversación telefónica con el presidente Emmanuel Macron, se refirió a su dolor también en un telegrama enviado al arzobispo de la capital francesa, monseñor Michel Aupetit, en el que expresó la esperanza de que Notre-Dame «pueda volver a convertirse, gracias al trabajo de reconstrucción y a la movilización de todos, en esa bella joya en el centro de la ciudad, signo de fe de cuantos la edificaron, iglesia madre de su diócesis, patrimonio arquitectónico y espiritual de París, de Francia y de la humanidad».

Durante su catequesis de hoy, en la Plaza San Pedro, el papa interrumpió el ciclo dedicado al Padre Nuestro para dedicarse, en vísperas del Triduo Pascual que comienza mañana por la noche, a la invocación de Jesús en la Pasión. Jesús, antes que nada, pide la gloria, «una petición que parece paradójica, mientras la Pasión está a la puerta», dijo Francisco. «Pidamos al Padre que nos quite el velo de los ojos para que en estos días, mirando al Crucificado, podamos aceptar que Dios es amor. ¡Cuántas veces lo imaginamos como padrón y no como Padre, cuántas veces pensamos que es un juez severo en vez de un Salvador misericordioso! Pero en Pascua, Dios reduce las distancias, mostrándose en la humildad de un amor que exige nuestro amor. Nosotros, pues, le damos gloria cuando vivimos todo lo que hacemos con amor». La verdadera alegría, prosiguió el Pontífice argentino, «es la gloria del amor, porque es el único que da vida al mundo. Claro, esta gloria es lo contrario de la gloria mundana, que llega cuando se es admirado, alabado, aclamado: cuando yo estoy en el centro… esa palabrita… cuando yo estoy en el centro de la atención. La gloria de Dios, por el contrario, es paradójica: nada de aplausos, nada de público. En el centro no está el yo, sino el otro: en Pascua vemos efectivamente que el Padre glorifica al Hijo, mientras el Hijo glorifica al Padre». Después, Jesús en el jardín de Getsemaní «comienza a sentir “miedo y angustia”. Siente toda la angustia por lo que le espera: traición, desprecio, sufrimiento, fracaso. Está “triste” y allí, en el abismo de la desolación, dirige al Padre la palabra más tierna y dulce: “Abbá”, es decir papá». En la prueba, explicó, permanecemos cerrados en nosotros mismos cavamos un túnel dentro de nosotros mismos, un doloroso camino introvertido que sólo tiene una dirección: más y más profundo en nosotros mismos: «El mayor problema – precisó el Pontífice – no es el dolor, sino cómo afrontarlo. La soledad no ofrece salidas, la oración sí, porque es la relación, encomendarse». Por ello, «cuando entremos en nuestros Getsemaníes, cada uno de nosotros tiene, ha tenido o tendrá los propios Getsemaníes, acordémonos de rezar así: “Padre”». Para concluir, Jesús dice a Dios: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». «Queridos hermanos y hermanas –concluyó Bergoglio–, en estos días, rezando el Padre Nuestro, podemos pedir una de estas gracias: vivir nuestros días para la gloria de Dios, es decir, con amor; saber confiarnos al Padre en las pruebas; encontrar en el encuentro con el Padre el perdón y el valor para perdonar. El Padre nos perdona y nos da el valor para perdonar».

En la Plaza San Pedro, como estaba previsto, se encontraba Greta Thunberg, la chica sueca de dieciséis años que inspiró la “Huelga escolar por el clima”: se reunió con el Papa durante los saludos finales tras la Audiencia.

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