Un convenio sobre los 50 años del documento conciliar «Nostra Aetate» realizado en la Universidad Gregoriana nos invita a reflexionar sobre el encuentro entre hombres y mujeres de diversas tradiciones religiosas y sobre el compromiso por la paz.
El 28 de octubre de 1965, los Padres Conciliares, quienes ya estaban llegando a la conclusión de la histórica asamblea mundial de los obispos de la Iglesia católica, promulgaron Nostra Aetate, uno de los documentos más breves que emergieron del trabajo del Concilio. Ya transcurrió medio siglo desde aquel día y el alcance de esas breves páginas ha revelado ser profético, si pensamos que la Iglesia católica llevaba siglos afirmando con firmeza que “fuera de la Iglesia no existe salvación” – el famoso lema latino extra ecclesiam nulla salus. Benedicto XVI en febrero de 2013, pocos días después de haber anunciado su “retiro”, en una reflexión que hizo sobre el Concilio, al concluir el año del cincuentenario de su inicio, definió este documento, junto con la Gaudium et Spes y el que se refiere a la libertad religiosa, como «una trilogía muy importante, cuya importancia se ha mostrado sólo a lo largo de las décadas». En efecto, Nostra Aetate, ha abierto el horizonte del mundo cristiano hacia los otros en cuanto que son “otros”, pero su gestación, dentro de los procedimientos conciliares, no fue nada fácil.
Nació por una sugerencia que el historiador judío francés Jules Isaac le hizo personalmente a Juan XXIII. El Papa le confió el esquema inicial al Cardenal Bea. Se pensaba en un documento que contribuyera a evitar que se repitieran tragedias como la Shoà, pero, después de largas y complejas discusiones, el Concilio llegó a esas pocas páginas que se dirigían a todas las religiones del mundo.
En efecto, a través de un laborioso y nada fácil itinerario, el documento se abre a los principales credos religiosos, con un acento, sin duda, particular hacia el Judaísmo y el Islam.
Nostra Aetate subraya que los judíos deben ser presentados positivamente: «no deben ser presentados como rechazados por Dios, ni como malditos, casi como si esto surgiera de la Sagrada Escritura» Sobre todo se excluye la responsabilidad colectiva de Israel en la muerte de Jesús. Cambia así, radicalmente, la perspectiva cristiana y católica que tenía siglos de antigüedad, podríamos decir de casi dos milenios. Al mismo tiempo emerge un gran respeto también hacia el Islam. «La Iglesia también mira con estima a los musulmanes – declara el documento- y, si en el sucederse de los siglos, no pocos disentimientos y enemistades han surgido entre cristianos y musulmanes, el sacro Concilio exhorta a todos a olvidar el pasado y a ejercitar sinceramente la mutua comprensión, además de defender y promover juntos para todos los hombres la justicia social, los valores morales, la paz y la libertad».
Como se mencionó, queda claro también el reconocimiento de tradiciones como el Hinduismo y el Budismo sin olvidar las religiones tradicionales. En efecto, se afirma en el documento que “la Iglesia católica no rechaza nada de todo aquello que es santo en estas religiones”. Aquéllas que a menudo en el transcurso de la historia no habían sido reconocidas como religiones a partir de entonces fueron valoradas por la tradición católica que reconoce la presencia de la verdad y la santidad también en sus tradiciones.
En estos días se celebran una gran variedad de eventos, en distintas partes del mundo, para reflexionar sobre el valor de Nostra Aetate y sus consecuencias. Es decir, lo que este documento ha representado en el encuentro entre hombres y mujeres de distintas tradiciones religiosas. Entre todos, es particularmente significativo el que se realizó en la Pontificia Universidad Gregoriana que fue organizado por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Durante tres días, desde el 26 al 28 de octubre, casi 400 personas de distintas procedencias geográficas, culturales y religiosas, vivieron y reflexionaron juntos sobre lo ocurrido en estos cincuenta años. Estaban presentes representantes de las mayores religiones del mundo (judíos, musulmanes, hindúes, jainistas, budistas, sijistas, y representantes de la Tenri-kyo y de las religiones tradicionales africanas). Se reflexionó sobre argumentos de gran relevancia hoy: la violencia y el compromiso por la paz, el desafío de la libertad religiosa, la educación y la transmisión de valores.
El convenio fue inaugurado por el Cardenal Jean-Louis Tauran, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, y por el Cardenal Kurt Koch, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Se concluyó con una rica y articulada reflexión sobre el tema: “Educar para la paz” por parte del CardenalPietro Parolin, Secretario de Estado. Los participantes posteriormente asistieron a la Audiencia de la Plaza S. Pedro donde el Papa Francisco dedicó su catequesis al documento Nostra Aetate proponiendo un “itinerario” para el futuro del diálogo, alentando a trabajar juntos por los pobres, por la justicia y por el ambiente, sin olvidar la paz.
Participaron en este convenio Rita Mousalem y Roberto Catalano, co-directores del Centro del Diálogo Interreligioso del Movimiento de los Focolares,quienes llevaron a los presentes el saludo de María Voce y del Movimiento y brevemente trazaron los rasgos más importantes en el diálogo de los Focolares, asegurando el compromiso de sus miembros en continuar trabajando por el encuentro y la amistad entre hombres y mujeres de diversos credos.
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