Entre las confesiones religiosas, en las comunidades del norte (marcadas por la guerra), en las familias: vivir juntos es la principal preocupación en el país que visitará el Papa en su viaje africano
Por DAVIDE MAGGIORE
«De todas partes de Uganda llegarán a Kampala religiosos y laicos, jóvenes y ancianos: hay emoción, hay alegría, nos preparamos espiritual y materialmente: todos los ugandeses esperamos la llegada del Santo padre». Monseñor Matthew Odong, vicario general de la archidiócesis de Gulu, en el norte de Uganda, resume de esta manera la atmósfera a pocos días de la llegada de Papa Francisco, el próximo 27 de noviembre. El país de la región de los Grandes Lagos será la segunda etapa del viaje africano del Pontífice, quien llegará a Uganda desde Kenya, pero encontrará una situación diferente en muchos aspectos.
De hecho, Kenya, como Uganda, hoy vive la paz, pero ha sido conquistada pagando un precio muy elevado. Desde principios de la década de los 80 ha habido enfrentamientos y conflictos civiles: primero el que llevó al poder, en 1986, a Yoweri Museveni, que todavía está a la cabeza del estado; después estro el conflicto en el que se enfrentaron los rebeldes del norte contra el gobierno hasta el pasado 2008, principalmente con el grupo del Lord’s Resistance Army del fanático «señor de la guerra» Joseph Kony. «Hemos sufrido mucho, de diferentes maneras -recordó mons. Odong, cuya disecáis fue golpeada duramente por los ataques de los rebeldes y la subsiguiente reacción del ejército-, y por ello espero que el Papa insista en la unidad, en el trabajo juntos como hijos de Dios». En este sentido, explicó el religioso, la visita es una especie de continuación ideal de la última visita de un Pontífice al país: «Uganda -dijo- espera un mensaje de reconciliación, después de que Juan Pablo II, en 1993, mandara uno de esperanza, al venir aquí como Buen Pastor, para recordar que a pesar de todos los sufrimientos Dios no nos olvida y todavía está con nosotros».
Uganda da una primera señal de esta unión justamente mientras espera a Francisco: su figura, de hecho, es admirada en el país incluso por quienes no pertenecen a la Iglesia católica, que reúne al 47% de los fieles. «El Papa es una personalidad amada: también los anglicanos, los musulmanes lo ven como una persona que pude traer un mensaje válido para todo el país y para toda la humanidad», continuó el vicario general de Gulu. Esta tarea, después de que el Papa se vaya, también será la de la Iglesia local: sobre todo la formación del clero y de los laicos sobre la que Jorge Mario Bergoglio, como obispo de Roma, ha insistido a menudo. «Creo que el Papa, justamente como pastor, hablará de ello también aquí. La participación de todos en la evangelización, cada quién según el propio papel, es fundamental, es algo a lo que todos hemos sido llamados con el Bautismo».
Además de espiritual, política o social, la cohesión también es familiar, según indicó el prelado: «Las familias son las células y el núcleo de la sociedad: familias fuertes hacen más fuerte a la Iglesia y a la sociedad». Por ello el religioso indica que hacer que se vivan estos valores sean vividos concretamente es uno de los grandes desafíos del país: «La violencia doméstica -reconoció- todavía es un problema: debemos trabajar sobre el tema y nos estamos poniendo a la prueba, mediante el diálogo con los padres, a quienes animamos a no usar la fuerza. No ayuda al crecimiento de los hijos y crea conflictos, es destructiva, y, por lo tanto, contraria al plan de Dios. La vida a la que llama Cristo debe expresarse principalmente en la familia, en la casa, en la vida juntos de los padres y los hijos. Espero que Francisco también nos hable sobre esto».
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