La mezquita, que anteriormente albergaba a cientos de fieles, fue clausurada en 2024 tras más de 500 quejas presentadas por residentes locales ante el propietario del edificio.
Más de un año después del cierre de la mezquita central de Praga, la comunidad musulmana de la capital checa sigue luchando por encontrar un lugar de culto en el centro de la ciudad.
La causa, una serie de obstáculos administrativos y sociales, alimentados por un clima de creciente desconfianza hacia el islam en el país.
La mezquita, que anteriormente albergaba a cientos de fieles, fue clausurada en 2024 tras más de 500 quejas presentadas por residentes locales ante el propietario del edificio.
Desde entonces, no se ha conseguido un espacio alternativo en el centro de Praga, a pesar de los esfuerzos de los líderes religiosos locales durante meses.
Una comunidad marginada
Según representantes de la comunidad musulmana local, los rechazos se suceden en cuanto se menciona la palabra "mezquita" en las negociaciones inmobiliarias. El eco de la persistente islamofobia en la República Checa, reavivado desde la crisis migratoria de 2015, sería, según ellos, un importante obstáculo para la libertad de culto.
"No pedimos un trato especial, solo poder practicar nuestra religión como cualquier otro ciudadano", declaró un portavoz de la comunidad, refiriéndose a los difíciles desplazamientos que muchos fieles deben realizar a las mezquitas ubicadas en las afueras de la ciudad.
Investigadores especializados en relaciones interreligiosas en Europa Central advierten del creciente aislamiento de ciertas minorías religiosas en la República Checa, especialmente en las grandes ciudades.
El cierre de la Mezquita Central de Praga ha alterado una frágil dinámica de inclusión, especialmente para las generaciones más jóvenes de musulmanes, que ahora tienen dificultades para reunirse para las festividades religiosas o las clases de árabe.
Un problema europeo subestimado
Aunque el número de musulmanes en la República Checa sigue siendo relativamente pequeño (se estima entre 20.000 y 25.000), su integración y el derecho a practicar su religión sin discriminación siguen poniendo a prueba los principios democráticos europeos, según varias ONG.
La falta de un lugar de culto adecuado en una capital europea como Praga plantea interrogantes sobre el lugar reservado al islam en las sociedades postsoviéticas, donde el secularismo a menudo se percibe como excluyente en lugar de neutral.
Por lo tanto, ahora que la comunidad musulmana de Praga entra en su segundo año sin una mezquita central, el debate va más allá de una simple cuestión inmobiliaria. Plantea profundas preguntas sobre la tolerancia religiosa, la igualdad de acceso al culto y la gestión de la diversidad cultural en una Europa en transformación, según informa Tunisie Numérique.
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