Francisco: en las familias y en la sociedad existe el riesgo de los padres ausentes

Francisco: en las familias y en la sociedad existe el riesgo de los padres ausentes

Durante la Audiencia General, el Papa prosiguió con el ciclo de catequesis sobre la familia; está bien superar el autoritarismo, pero sin «pasar de un extremo a otro»

Si fue importantísimo superar «el autoritarismo, en ciertos casos el atropello» que caracterizó a ciertos padres de familia en el pasado, «el problema de nuestros días», tanto en la familia como en el contexto de la sociedad, «ya no parece ser tanto la presencia invadente de nuestros padres, sino más bien su ausencia». Lo dijo Papa Francisco prosiguiendo con el ciclo de catequesis sobre la familia en la audiencia general que se llevó acabo en el Aula Pablo VI.

La palabra padre, dijo Jorge Mario Bergoglio, es una de las palabras más queridas por «nosotros cristianos, porque es el nombre con el cual Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios: Padre. El sentido de este nombre ha recibido una nueva profundidad precisamente a partir del modo en el cual Jesús lo usaba para dirigirse a Dios y manifestar su especial relación con Él. El misterio bendito de la intimidad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu, rebelado por Jesús, es el corazón de nuestra fe cristiana». Sin embargo, explicó, « hoy se ha llegado a afirmar que nuestra sociedad sería una “sociedad sin padres”. En otros términos, in particular en la cultura occidental, la figura del padre estaría simbólicamente ausente, desvanecida, removida. En un primer momento, la cosa fue percibida como una liberación: liberación del padre-padrón, del padre como representante de la ley que se impone desde el exterior, del padre como censor de la felicidad de los hijos y obstáculo a la emancipación y a la autonomía de los jóvenes. En efecto, en el pasado algunas veces en nuestras casas reinaba el autoritarismo, en ciertos casos incluso el atropello: padres que trataban a los hijos como siervos, no respetando las exigencias personales de su crecimiento; padres que no los ayudaban a emprender su camino con libertad – pero no es fácil educar a un hijo en libertad – padres que no los ayudaban a asumir las propias responsabilidades para construir su futuro y aquel de la sociedad. Esto ciertamente es una actitud no buena. Pero como frecuentemente sucede, se pasa de un extremo al otro».

El problema de nuestros días, prosiguió el Papa, ya no parece ser tanto la presencia invadente de los padres, sino su ausencia. «Los padres están a veces tan concentrados en sí mismos -indicó- y en su propio trabajo y a veces sobre su propia realización individual, al punto de olvidar también la familia. Y dejan solos a los niños y a los jóvenes. Ya como obispo de Buenos Aires advertía el sentido de orfandad de viven hoy los chicos. Y a menudo les preguntaba a los papás si jugaban con sus hijos, si tenían el coraje y el amor de perder tiempo con los hijos. Y la respuesta era fea. En la mayoría de los casos era: “no puedo porque tengo tanto trabajo”. El padre estaba ausente con ese hijo que crecía y no jugaba con él, no perdía tiempo con él.  Ahora, en este camino común de reflexión sobre la familia, quisiera decir a todas las comunidades cristianas que debemos estar  más atentos: la ausencia de la figura paterna en la vida de los pequeños y de los jóvenes produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves», cuando no verdaderas «desviaciones de los niños y de los adolescentes». Según Francisco, «el sentido de orfandad que viven tantos jóvenes es más profundo de lo que pensamos. El sentido de orfandad que viven tantos jóvenes es más profundo de lo que pensamos. Son huérfanos pero ‘en familia’, porque los padres a menudo están ausentes, incluso físicamente, de casa, pero sobre todo porque, cuando están, no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen con su tarea educativa, no dan a los niños con su ejemplo acompañado de las palabras, aquellos principios, aquellos valores, esas reglas de vida, de las que necesitan como el pan. La calidad educativa de la presencia paterna es mucho más necesaria cuanto más el papá se ve obligado por trabajo a estar lejos de casa. A veces pareciera que los papás no supieran bien qué lugar ocupar en la familia y cómo educar a los hijos. Y entonces, ante la duda, se abstienen, se retiran y descuidan sus responsabilidades, tal vez, refugiándose en una relación improbable “a la par” con los hijos. Es verdad que debes ser compañero de tu hijo, pero sin olvidar que tú eres el padre ¿eh? Si solamente te comportas como un compañero ‘a la par’ de tu hijo, esto no le hará bien al muchacho».

Y el Papa añadió, extendiendo la mirada: «Pero esto también lo vemos en la comunidad civil. La comunidad civil con sus instituciones, tiene una cierta responsabilidad, podemos decir, paterna hacia los jóvenes. Una responsabilidad que a veces descuida o ejerce mal. También ella a menudo los deja huérfanos y no les propone una verdad de perspectiva. Los jóvenes quedan, así, huérfanos de caminos seguros a recorrer, huérfanos de maestros en los cuales confiarse, huérfanos de ideales que inflamen el corazón, huérfanos de valores y esperanzas que los sostengan cotidianamente. Son llenados, tal vez, de ídolos, pero se les roba el corazón; son empujados a soñar diversiones y placeres, pero no se les da trabajo; son ilusionados con el dios dinero, y se les niegan las verdaderas riquezas».

Jorge Mario Bergoglio concluyó diciendo: «Alguno de ustedes podría decirme: “Padre, usted hoy ha sido demasiado negativo; ha hablado sólo de la ausencia de los padres, y de lo que sucede cuando los padres no están cerca de los hijos”. Es verdad, he querido subrayar esto porque el próximo miércoles seguiré con esta catequesis, poniendo a la luz la belleza de la paternidad. Por esto he elegido comenzar de la oscuridad para llegar a la luz». AL final de la audiencia general, el Papa y los presentes se entretuvieron con un breve espectáculo de los integrantes del Circo Medrano, y arrojó incluso una pelotita verde que le había entregado uno de los payasos, bajo la mirada divertida del prefecto de la Casa Pontificia, mons. Gerog Gänswein.  

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