Evangelicalidad, eclesialidad y espíritu misionero: Papa Francisco marca la ruta a las cofradías

Evangelicalidad, eclesialidad y espíritu misionero: Papa Francisco marca la ruta a las cofradías

Discurso a los representantes de la Confederación de Cofradías de las diócesis de Italia.

Por la mañana del lunes 16 de enero, el Papa Francisco recibió en audiencia a los representantes de la Confederación de Cofradías de las Diócesis de Italia. Ofrecemos el texto del discurso en lengua española:

Estoy feliz de encontrarlos. Deseo expresar mi agradecimiento al Presidente, Dr. Rino Bisignano, y a S.E. Mons. Michele Pennisi, Asistente Eclesiástico Nacional, así como a los miembros del Consejo de Gobierno de la Confederación de Cofradías de las Diócesis de Italia, a los Coordinadores y a los Asistentes Regionales aquí presentes.

Fundada en 2000, en el contexto del Gran Jubileo, vuestra Confederación trabaja desde hace más de veinte años para acoger, apoyar y coordinar la riquísima y variada presencia de las Cofradías en las Diócesis de Italia. Ahora se preparan para celebrar, dentro de dos años, su 25 aniversario en el contexto de otro Jubileo, el de 2025, cuyo lema es «Peregrinos de esperanza». Nos estamos preparando para este momento fuerte en la vida de la Iglesia, y vosotros sois una realidad muy significativa para esta preparación y luego para la celebración.

Lo sois, en primer lugar, por la amplia presencia que tenéis en todo el país y por el número de personas a las que implicáis, con unas tres mil doscientas Cofradías registradas -y otras tantas existentes, pero no registradas- y dos millones de miembros; a los que hay que añadir la comunidad ampliada de familiares y amigos que a través de ellas se unen a vuestras actividades. Es un cuadro impresionante, que recuerda lo que dice el Concilio Vaticano II sobre la naturaleza y la misión de los laicos en la Iglesia, a saber, que «están llamados por Dios a contribuir, casi desde dentro a modo de levadura, a la santificación del mundo» (Constitución dogmática Lumen gentium, 31).

Vuestra «levadura» está bien presente en el tejido eclesial y social italiano, y hay que mantenerla viva para que fermente toda la masa. Así lo recomendaba San Juan Pablo II en una de sus homilías de 1984 cuando decía: «Hoy la urgencia de la evangelización exige que también las Cofradías participen más intensa y directamente en la obra que la Iglesia realiza para llevar la luz, la redención, la gracia de Cristo a los hombres de nuestro tiempo» (Jubileo de las Cofradías, 1 de abril de 1984). En el contexto de la nueva evangelización, la piedad popular es, en efecto, una poderosa fuerza de anuncio, que tiene mucho que dar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo (cf. Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 126). Aquí me refiero a Evangeli gaudium 126. Pero sobre la piedad popular, lo que sigue siendo el texto más fuerte, que tanto ayuda, es el de san Pablo VI, en Evangelii nuntiandi. Es bueno volver siempre a ese texto, que aclaró bien el lugar de la piedad popular en la vida de la Iglesia. Evangelii nuntiandi sigue siendo actual: ¡es una Exhortación Apostólica profética, que ayuda, que avanza!

Por eso os animo a cultivar con empeño creativo y dinámico vuestra vida asociativa y vuestra presencia caritativa, que se fundan en el don del Bautismo y que implican un camino de crecimiento bajo la guía del Espíritu Santo. Dejaos animar por el Espíritu y caminad: como hacéis en las procesiones, hacedlo también en toda vuestra vida comunitaria. Que la riqueza y la memoria de vuestra historia no se conviertan nunca en motivo de repliegue sobre vosotros mismos, de celebración nostálgica del pasado, de cerrazón ante el presente o de pesimismo ante el futuro, sino que sean un fuerte estímulo para reinvertir hoy vuestro patrimonio espiritual, humano, económico, artístico, histórico e incluso folclórico, abiertos a los signos de los tiempos y a las sorpresas de Dios. Fue con esta fe y esta apertura con la que los que os precedieron un día dieron origen a vuestras fraternidades. Sin esta fe y esta apertura, no estaríamos hoy aquí, tan numerosos, para dar gracias al Señor por tanto bien recibido y realizado. ¡Con tantas Hermandades!

A continuación, quisiera invitarles a articular su camino en torno a tres ejes fundamentales: la evangelicalidad, la eclesialidad y el espíritu misionero. Yo resumiría esta indicación del siguiente modo:

– caminando tras las huellas de Cristo;

– caminando juntos;

– caminar proclamando el Evangelio.

En primer lugar, sigan las huellas de Cristo. Les animo a cultivar la centralidad de Cristo en tu vida, en su escucha diaria de la Palabra de Dios. Esto es muy importante: la cercanía al Evangelio. Debemos leer el Evangelio todos los días. Les aconsejo: cojan un evangelio de bolsillo, llévenlo en el bolsillo o en el bolso y, cuando tengan tiempo, lean algo durante el día. Un trocito cada día. Hace crecer el Evangelio, hace crecer el corazón. Contacto físico con el Evangelio y luego contacto espiritual. Los exhorto, por tanto, a cultivar el cristocentrismo organizando y participando regularmente en momentos formativos, en la asistencia asidua a los sacramentos, en una intensa vida de oración personal y litúrgica. Que vuestras antiguas tradiciones litúrgicas y devocionales estén animadas por una intensa vida espiritual, con fervor, y por el compromiso concreto de la caridad. Y no tengáis miedo de actualizarlos en comunión con el camino de la Iglesia, para que sean un don accesible y comprensible para todos, en los contextos en los que vivís y trabajáis, y un estímulo para acercarse a la fe también para los alejados.

Segundo: caminar juntos. La historia de las Hermandades ofrece a la Iglesia una experiencia secular de sinodalidad, que se expresa a través de instrumentos comunitarios de formación, discernimiento y deliberación, y a través de un vivo contacto con la Iglesia local, los Obispos y las Diócesis. Que vuestros congresos y asambleas -como os ha pedido nuestro amado Papa Benedicto XVI- no se reduzcan nunca a reuniones puramente administrativas o particularistas; que sean siempre y sobre todo lugares de escucha de Dios y de la Iglesia, de diálogo fraterno, caracterizados por un clima de oración y de caridad sincera. Sólo así podrán ayudaros a ser realidades vivas y a encontrar nuevos caminos de servicio y evangelización.

Y esto nos lleva a la tercera dimensión de vuestro camino: caminar anunciando el Evangelio, dando testimonio de vuestra fe y cuidando de vuestros hermanos y hermanas, especialmente de las nuevas pobrezas de nuestro tiempo, como muchos de vosotros habéis demostrado en este tiempo de pandemia. Estudien bien cuáles son las nuevas pobrezas. Puede que no lo sepamos, pero son muchas, las nuevas pobrezas. La historia de las Hermandades tiene en este sentido un gran patrimonio carismático. No dejemos que se pierda este patrimonio. Mantener vivo el carisma de servicio y misión, respondiendo con creatividad y valentía a las necesidades de nuestro tiempo.

Evangelicalidad, eclesialidad y misión: éstas son, queridos hermanos y hermanas, las tres palabras que hoy os confío. Y quisiera concluir renovándoos la invitación a ser «misioneros del amor y de la ternura de Dios […] ¡misioneros de la misericordia de Dios, que siempre nos perdona, siempre nos espera y nos ama tanto!» (Homilía en la Jornada de Cofradías y Piedad Popular, 5 de mayo de 2013).

Que la Virgen, a quien con tantos títulos veneráis como Madre, os custodie y guíe siempre. Os bendigo cordialmente, a todos vuestros hermanos y hermanas y a vuestras familias. Y yo te encomiendo: no te olvides de rezar por mí. Gracias, señor.

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