El estado español frente al islam y la islamofobia

El estado español frente al islam y la islamofobia

El estado debe velar por el islam en España, reconocerle y hacer efectivo sus derechos y defenderlo frente a aquellos que le atacan

En marzo del 2.011, los Mossos d'Esquadra detuvieron a un  joven de ideología neonazi, por difundir ideas genocidas y realizar manifestaciones ofensivas contra el islam a través de internet. Tres años después esta persona fue condenada a dos años de cárcel y se convirtió en la primera sentencia por islamofobia en Catalunya.

Para poder definir que es la islamofobia es necesario poder establecer que es la tolerancia. La UNESCO en su declaración de principios sobre la Tolerancia, proclamada y firmada el 16 de noviembre de 1995, manifestó que ésta consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos.

Por tanto la islamofobia consiste en no respetar el islam, no aceptarlo y no apreciar su rica diversidad cultural, sus formas de expresión y a las personas que lo practican.

La tolerancia, según la define y establece la UNESCO, está formada por tres requisitos indivisibles sin los cuales no se puede dar. Es por tanto imprescindible, para que se dé la tolerancia, que se produzca a la vez un “respetar, aceptar y apreciar”, y quien no asuma alguno de estos tres requisitos no es tolerante.

Se puede respetar el islam y apreciarlo, pero no aceptar su presencia en España, en cuyo caso no se sería tolerante. Esto es lo que ocurre con aquellas personas que dicen respetar el islam y apreciarlo, pero no quieren que se edifiquen mezquitas en España.

Otra forma de no respetar el islam es no reconocer su rica diversidad cultural y sus formas de expresión, reduciendo el islam a un grupo de terroristas y criminales. Los grupos terroristas formados por desviados no son representantes del islam, ni forman parte deéste.

La Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones establece en su articulo 2.1 qué se entiende por «intolerancia y discriminación basadas en la religión o las convicciones»: toda distinción, exclusión, restricción o preferencia fundada en la religión o en las convicciones y cuyo fin o efecto sea la abolición o el menoscabo del reconocimiento, el goce o el ejercicio en pie de igualdad de los derechos humanos y las libertades fundamentales.

En España, el Estado es el garante de los derechos fundamentales y de las libertades públicas reconocidas en la Constitución, entre cuyos principios está, en su artículo 16.1, la libertad religiosa, que es, según el artículo 10 de dicha Constitución, uno de los fundamentos del orden político, la paz social y la dignidad de la persona. Por tanto el Estado Español debe promover el respeto, la aceptación y el aprecio del islam y perseguir a aquellos que promuevan la discriminación de los musulmanes.

A pesar de todo lo manifestado, el think tank estadounidense Pew Research Center, en su sondeo sobre la población inmigrante musulmana en España, recogió un rechazo del 46%, de los encuestados que se eleva hasta el 54% entre los que se declaraban políticamente de derechas o conservadores. Una cifra escandalosa, que no tiene en cuenta que en estos momentos hay en España aproximadamente 801.284 musulmanes, según la Comisión Islámica Española, de los cuales 375.460 tienen la nacionalidad española y de éstos 29.985 son melillenses, 32.572 ceutíes, 83.614 nacionalizados y 196.289 conversos y de segunda generación. La población inmigrante musulmana está compuesta mayoritariamente por alrededor de 333.770  marroquíes, 23.785 argelinos y17.889 senegaleses.

Hay por tanto una presencia de diferentes corrientes islámicas, según el lugar de procedencia de los inmigrantes, ya que el islam muestra una gran riqueza y variedad. Esta riqueza y variedad es también patrimonio de España y como tal debe respetarla y protegerla. España guarda una amarga deuda con el islam desde la expulsión de la población morisca, ordenada por Felipe III  entre 1609 y 1614. De unas 325.000 personas, fueron expulsadas cerca de 300.000, siendo asimilados el resto, en un país de unos 8,5 millones de habitantes.

Jordi Moreras, profesor del Departamento de Antropología, Filosofía y Trabajo Social de la Universidad Rovira i Virgilio, en su conferencia "Un Islam post-migratorio: perspectivas europeas y apuntes sobre Cataluña", insistió en que "ya no tiene sentido seguir vinculando el islam al hecho migratorio, su encaje y como deben integrarse".

En la Europa actual el alcalde socialdemócrata de Rotterdam, Ahmed Aboutaleb, o la ministra de educación francesa, Najat Vallaud-Belkacem, son musulmanes, tan integrados como el resto de sus conciudadanos.

Mounir Benjelloun, presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (FEERI), lamentó recientemente el auge de la islamofobia, y señaló que la enseñanza del islam en las escuelas es fundamental para evitar el extremismo y combatir el  mal llamado yihadismo. Lamentablemente sólo entre el 4 y el 5 % de los niños de familias musulmanas, recibe educación islámica en las escuelas.

En declaraciones de Mounir Benjelloun recogidas por el periódico “El Mundo” en su artículo “Enseñar el islam para impedir el yihadismo”, advirtió que, si las clases de islam para alumnos de padres musulmanes no se generalizaban, recurriría a la Comisión Asesora de Libertad Religiosa, encargada de velar por el cumplimiento de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, y, en última instancia, a los tribunales, "para exigir que no se vulnere un derecho fundamental de los musulmanes" en comunidades donde constituyen fuertes minorías, como Cataluña, Madrid o Valencia.

El estado debe velar por el islam en España, reconocerle y hacer efectivo sus derechos y defenderlo frente a aquellos que le atacan, más allá de lo que es una sana crítica. La islamofobia va mas allá de un puñado de grupúsculos de extrema derecha, es un poliedro en el que caben desde personas que se consideran ilustradas, agnósticas o ateas, que deploran las creencias religiosas, a elitistas que consideran el islam una civilización inferior y cuasi bárbara. La islamofobia se alimenta por igual en todos los grupos sociales y no hace distinción de clases o categorías sociales. Lo mismo está representada por un alcalde que por un parado o un historiador revisionista convencido de la presunta superioridad cultural de occidente. Frente a las hordas islamófobas, es necesario el derecho y la educación. El derecho penal para los más irredentos y la educación para destruir las mentiras y los prejuicios.

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