Comentario a las 15 enfermedades que Francisco advierte a los hombres
En el saludo navideño, el Papa Francisco ha enviado un mensaje fuerte a la curia de la iglesia, llamándola a una seria introspección y alertando sobre 15 enfermedades que padecen.
Se me ha ocurrido tomarlas, y me he atrevido a re-enunciarlas para que sean utilizadas por todas las personas, más allá de ser religiosas o no. Por supuesto, los hombres creyentes, y más si son cristianos, pueden ir directamente al mensaje original.
Intentaré presentar estas enfermedades de forma que puedan ser motivo de reflexión para todo el pueblo: hombres y mujeres, adolescentes y ancianos, oficialistas y opositores, sin importar su fe o incluso si son ateos.
Algunas de estas enfermedades están copiadas casi idénticas al original de Francisco; en otras, he cambiado palabras, el orden de algunas oraciones, y he suprimido gran parte del contenido religioso de las mismas.
Espero se me dispense de algún error. Mi intención es llevar valores espirituales a los nuestros, que muchas veces cuando les suena la palabra “religión” les vienen malos recuerdos ¡y cuánta razón tienen!
Estoy convencido que estas enfermedades pueden procurar, para su diagnóstico y recuperación, reflexiones dentro de organizaciones sociales, políticas, intelectuales; y tal vez, ser comentadas en la familia y la escuela.
Pero principalmente, este mensaje va dirigido a todos los militantes que quieren “hacer lío”, quienes hoy no tienen herramientas para luchar contra el individualismo, las tentaciones y desviaciones que padecemos los hombres que queremos transformar la realidad nacional, continental y mundial.
Todo proyecto estratégico debe, necesariamente, ir acompañado de premisas éticas y morales, de un “humanismo revolucionario”, que corrija las penosas expresiones de egoísmo e injusticia.
Esta civilización, “que se paso de rosca”, intenta esclavizar a nuestros corazones. Quiere arrancar de raíz la riqueza espiritual del hombre a cambio de las miserias del progreso.
La opresión, la miseria, también existen cuando los pueblos no pueden liberarse de las cadenas del materialismo y del criterio utilitario que quiere reducir al hombre a una mercancía y a un mero objeto de consumo.
…
“Una sociedad que no se autocrítica, que no se actualiza, que no trata de mejorarse, es un cuerpo enfermo”
Papa Francisco
1. La enfermedad de sentirse “inmortal”
La enfermedad de sentirse “inmortal”, “inmune” o incluso “indispensable”.
Esta enfermedad deriva frecuentemente de la patología del poder, de quienes se transforman en patrones y se sienten superiores a todos y no se encuentran al servicio del pueblo.
Padecen de ‘complejo de los Elegidos’, del narcisismo que mira apasionadamente la propia imagen y no ve la imagen de los otros, especialmente la de los más débiles y necesitados.
Una ordinaria visita a los cementerios podría ayudarnos a ver los nombres de tantas personas, de las que cuales algunas tal vez creíamos que eran inmortales, inmunes e indispensables.
2. La enfermedad de la excesiva laboriosidad
Es decir, la de aquellos que se sumergen en el trabajo descuidando, inevitablemente, el necesario reposo lleva al estrés y a la agitación.
El tiempo de reposo, para quien ha terminado la propia misión, es necesario, debido y va vivido seriamente: en el transcurrir un poco de tiempo con los familiares y en el respetar las vacaciones como momentos de recarga espiritual y física.
3. La enfermedad de la ‘fosilización’ mental y espiritual.
Es decir, aquellos que poseen un corazón de piedra. Aquellos que, en el camino, pierden la serenidad interior, la vivacidad y la audacia y se esconden bajo los papeles convirtiéndose en ‘máquinas de prácticas’ y no “hombres al servicio de los oprimidos”.
Es peligroso perder la sensibilidad humana necesaria para “llorar con quienes lloran y alegrarse con aquellos que se alegran.”
Es fundamental no perder nuestros sentimientos de humildad y de donación, de desapego y de generosidad.
4. La enfermedad de la excesiva planificación y del funcionalismo
Es cuando el militante planifica todo minuciosamente y cree que si hace una perfecta planificación las cosas efectivamente progresan, convirtiéndose de esta manera en un contador.
Preparar todo bien es necesario, pero sin caer nunca en la tentación de querer encerrar o pilotear la libertad del pueblo que es siempre más grande, más generosa que cualquier planificación individual.
Si se cae en esta enfermedad es porque siempre es más fácil y cómodo permanecer en las propias posturas estáticas e inmutables.
En realidad, el militante se muestra fiel al pueblo en la medida en que no tiene la pretensión de regularlo y de domesticarlo.
5. La enfermedad de la mala coordinación
Cuando los miembros pierden la unidad entre ellos y el cuerpo pierde su armonioso funcionamiento y su templanza, se convierten en una orquesta que produce ruido porque sus miembros no colaboran y no viven el espíritu de equipo.
6. La enfermedad del ‘Alzheimer espiritual’
Se trata de una disminución progresiva de las facultades espirituales que en un más o menos largo período de tiempo causa serias discapacidades a la persona haciéndola incapaz de desarrollar alguna actividad autónoma, viviendo en un estado de absoluta dependencia de sus concepciones, a menudo imaginarias.
Lo vemos en aquellos que han perdido la memoria de su encuentro con la muerte; en quienes no tienen sentido de la vida; en aquellos que dependen completamente de su presente, de las propias pasiones, caprichos y manías.
En quienes construyen a su alrededor muros y hábitos, y se convierten, cada vez más, en esclavos de los ídolos que han esculpido con sus propias manos.
7. La enfermedad de la rivalidad y de la vanagloria.
Cuando la apariencia, los colores de la ropa o las medallas honoríficas se convierten en el primer objetivo de la vida.
Es la enfermedad que nos lleva a ser hombres y mujeres falsos y a vivir un falso ‘misticismo’ y un falso ‘quietismo’.
Se jactan de aquello que tendrían que avergonzarse y no piensan más que a las cosas mundanales.
8. La enfermedad de la esquizofrenia existencial.
Es la de quienes viven una doble vida, fruto de la hipocresía típica del mediocre y del progresivo vacío espiritual que licenciaturas o títulos académicos no pueden llenar.
Una enfermedad que sorprende frecuentemente a los que abandonan el servicio al pueblo, quienes se limitan a las cosas burocráticas, perdiendo de esta manera el contacto con la realidad, con las personas concretas. Crean así un mundo paralelo, en donde ponen de parte todo lo que enseñan severamente a los demás e inician a vivir una vida oculta y a menudo disoluta.
9. La enfermedad de los chismes
De las murmuraciones y de las habladurías. Es una enfermedad grave, que inicia simplemente, quizá solo por hacer dos chismes y se adueña de la persona haciendo que se vuelva ‘sembradora de cizaña’, y, en muchos casos casi ‘homicida a sangre fría’ de la fama de los propios colegas y hermanos.
Es la enfermedad de las personas cobardes que, al no tener la valentía de hablar directamente, hablan a las espaldas de la gente, ¡cuidémonos del terrorismo de los chismes!
10. La enfermedad de divinizar a los jefes
Es la enfermedad de los que cortejan a los superiores, esperando obtener su benevolencia. Son víctimas del carrerismo y del oportunismo.
Son personas que viven la militancia y el servicio al pueblo pensando únicamente en lo que deben obtener y no en lo que deben dar. Personas mezquinas, infelices e inspiradas solamente por el propio egoísmo.
Esta enfermedad podría golpear también a los superiores cuando cortejan a algunos de sus colaboradores para obtener su sumisión, lealtad y dependencia psicológica, pero el resultado final es una verdadera complicidad.
11. La enfermedad de la indiferencia hacia los demás.
Cuando cada uno sólo piensa en sí mismo y pierde la sinceridad y el calor de las relaciones humanas.
Cuando el más experto no pone su conocimiento al servicio de los colegas menos expertos.
Cuando se sabe algo se posee para sí mismo en lugar de compartirlo positivamente con los otros.
Cuando, por celos o por astucia, se siente alegría viendo al otro caer en lugar de levantarlo y animarlo.
12. La enfermedad de la cara de funeral.
Es decir, la de las personas bruscas y groseras, quienes consideran que para ser serios es necesario pintar el rostro de melancolía, de severidad y tratar a los demás -sobre todo a los que consideran inferiores- con rigidez, dureza y arrogancia.
En realidad, la severidad teatral y el pesimismo estéril son a menudo síntomas de miedo y de inseguridad de sí.
Quien se pone al servicio del pueblo debe esforzarse para ser una persona cortés, serena, entusiasta y alegre que transmite felicidad en donde se encuentra.
Un corazón lleno de amor es un corazón feliz que irradia y contagia con la alegría a todos los que están alrededor de él: se ve inmediatamente.
No perdamos, por lo tanto, el espíritu alegre, lleno de humor e incluso auto-irónicos, que nos convierte en personas amables, también en las situaciones difíciles. Qué bien nos hace una buena dosis de un sano humorismo.
13. La enfermedad de la acumulación.
Cuando el militante trata de llenar un vacío existencial en su corazón acumulando bienes materiales, no por necesidad, sino solo para sentirse seguro.
En realidad, no podremos llevar nada material con nosotros porque ‘el sudario no tiene bolsillos’ y todos nuestros tesoros terrenos –también si son regalos- no podrán llenar nunca aquel vacío, y lo harán más exigente y más profundo.
14. La enfermedad de los círculos cerrados
En donde la pertenencia al grupito se vuelve más fuerte de la pertenencia al pueblo y, en algunas situaciones, a la lealtad al mismo país.
También esta enfermedad comienza siempre de buenas intenciones, pero, con el paso del tiempo, esclaviza a los miembros convirtiéndose en un ‘cáncer’ que amenaza la armonía de los militantes de diversos espacios y causa tanto mal –escándalos- especialmente a nuestros compañeros más pequeños.
15. La enfermedad del provecho mundano, del exhibicionismo.
Cuando el militante transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para obtener provechos mundanos o más poderes.
Es la enfermedad de las personas que buscan infatigablemente el multiplicar poderes y por este objetivo son capaces de calumniar, de difamar y de desacreditar a los demás, incluso en periódicos y en revistas, naturalmente para exhibirse y demostrarse más capaces que los demás.
También esta enfermedad hace mucho daño porque lleva a las personas a justificar el uso de cualquier medio para alcanzar tal objetivo, a menudo en nombre de la justicia y de la transparencia.
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