En medio de la tormenta los dirigentes no pueden pujar por imponer sus órdenes e ideas
Gobernar es dialogar con todos sobre las medidas de gobierno, dice el Papa Francisco. En tiempos de pandemia es imperioso el diálogo entre gobernantes y la ciencia y entre gobernantes entre sí. El fin del diálogo ha de ser que la mayor parte de la población sobreviva. Y con el mismo fin tiene que haber diálogo entre el gobernante y la gente, para que aquel informe, oriente y ordene.
Las pandemias son fenómenos trágicos y excepcionales y el gobernante tiene que adoptar medidas también excepcionales. Es la ciencia la que le tiene que decir lo que hay que hacer y las medidas prácticas que hay que tomar y aquel debe articularlas mediante el arte de gobernar.
En pandemia la salud es el valor supremo y los médicos y científicos son la autoridad epistemológica (proveniente del saber), los gobernantes la autoridad deontológica (proveniente del cargo). Y esas son las relaciones esenciales.
A bordo de un buque azotado por una tormenta en alta mar hay imponderables y opera la fuerza del destino, pero el acierto y precisión de las medidas adoptadas por el capitán y sus oficiales -que acumulan la ciencia, la experiencia y el cargo -y la disciplina de la tripulación son factores decisivos para sortear el temporal con éxito evitando el naufragio y la muerte. Unos mandan y otros obedecen pero capitán y marinero están soldados porque el objetivo inmanente de cada uno de ellos -cumplir cada cual su tarea -está en función del mismo objetivo trascendente, llegar a puerto sanos y salvos.
Frente al conflicto, el diálogo
En la XIII Jornada de Pastoral Social en Buenos Aires, en el año 2010, el arzobispo Bergoglio desarrolló el principio “la unidad es superior al conflicto” que amplio en E.G. en el 2014. Sintetizando su pensamiento él dice que frente al conflicto hay tres actitudes.
“La primera. Quien se queda en lo conflictivo de la coyuntura pierde el sentido de la unidad. El conflicto hay que asumirlo, hay que vivirlo, pero hay diversas maneras de asumir el conflicto. Quien obvia el conflicto no puede ser ciudadano, porque no lo asume, no le da vida, se lava las manos.”
“La segunda es meterse en el conflicto y quedar aprisionado. Entonces, la contribución al bien común se daría solo desde el conflicto, encerrado en él, sin horizonte, sin camino hacia la unidad. Ahí nace el anarquismo o esa actitud de proyectar en lo institucional las propias confusiones.”
“La tercera es meterse en el conflicto, sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de una cadena, en un proceso”.
“Meterse” en el conflicto -dice Francisco -significa, a nuestro juicio, verlo sin ideas que contaminen la realidad, ver la realidad tal cual es, hacerse cargo. “Sufrir” el conflicto es examinarlo con inteligencia, dialogar, y en ese camino dialógico formar la cadena, el proceso que hará posible la síntesis y la prevalencia de la unidad.”
Francisco nos dice además que el diálogo siempre es posible, aunque se presente como muy difícil. Según sus enseñanzas, “lo primero en cualquier conflicto es comenzar por analizar la mirada que cada uno hace del otro, dejando para después los términos del pleito”. Entendemos que Bergoglio se refiere a examinar la perspectiva y el disenso del otro.
Luego, el diálogo debe hacerse sobre “la realidad” y por eso mismo tiene que tener ciertas condiciones de validez:
a) Nunca puede ser un diálogo de sordos, no debe buscar ni el acuerdo a cualquier precio, ni la mera componenda o la absorción de uno en el otro.
b) Ha de ser auténtico, donde cada uno escuche lo que el otro dice, incorporando a su conocimiento lo oído, lo que no significa que lo haga suyo.
c) Se deben producir síntesis.
d) Se debe buscar la resolución del conflicto en un plano superior que conserve en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna.
“Para que haya paz social y prevalezca la unidad del pueblo, la amistad no será posible si un sector o grupo de la sociedad quiere imponerse y tener privilegios sobre los otros”.
También dice Francisco que no es posible la paz que se establece sobre “una organización social que silencie o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden”.
Agrega Francisco: “Una paz que no surja como fruto del desarrollo integral de todos tampoco tendrá futuro y siempre será semilla de nuevos conflictos y de variadas formas de violencia”.
El COVID-19 en la campaña electoral
Ahora bien, si en medio de la tormenta el capitán juega -al margen de las circunstancias que asolan a todos -una competencia con el primer oficial donde lo que cada uno puja por imponer sus órdenes e ideas contradictorias con las del otro estarán contaminando el diálogo y sus acciones serán confusas y el destino incierto.
Las elecciones de medio término exigen a los candidatos de las dos coaliciones “hacer campaña” y ya tienen arreglados los respectivos acuerdos con los medios para que acomoden las noticias. A ese “tuertismo” argentino se suma la pandemia que altera toda la vida social por lo cual será motivo inevitable de la campaña al mismo tiempo que distorsionado por la prensa. Parece claro que los objetivos políticos del presidente y del jefe del gobierno de la ciudad y de sus respectivos grupos políticos son lógicamente incompatibles con el diálogo y el debate sobre las medidas para combatir la pandemia. Con lo cual hoy a los males propios de la Argentina debemos agregar que tendremos una dirección errática en su tratamiento por ausencia de un rumbo político común entre las dos fuerzas mayoritarias. Más de sesenta mil almas cuyos restos ocupan hoy los cementerios interpelan a uno y a otro. No hubo guerra ni genocidio, ni catástrofe ni peste capaz de causar tanto daño y tanto dolor.
Por Hernán Bernasconi
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