Dudas y cuestionamientos por los disidentes

Balance del paso por Cuba.

Por Sergio Rubín

El contraste entre los discursos de uno y otro es enorme. Cuando, en 2012, el papa Benedicto XVI visitó la isla de Cuba, sus pronunciamientos fueron particularmente interpelantes -por no decir críticos- hacia el régimen comunista cubano. Francisco, en cambio, acaba de finalizar su paso por la isla sin cuestionamientos -aunque sea tácitos- al Gobierno de la mayor de las Antillas. Apenas una objeción a la supremacía de las ideologías en la construcción de la sociedad en detrimento del sentido de solidaridad personal y comunitaria, que coloca en el centro a la persona y no al Estado, como hace el marxismo.

Es cierto que el papa polaco Juan Pablo II, en su visita de 1998, no se reunió con disidentes. Ni tampoco lo hizo Benedicto XVI en su viaje de hace tres años. Pero se esperaba que Francisco sí lo hiciera, acaso por su estilo abierto, su condición de latinoamericano y, sobre todo, por haber ayudado al restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. También, por estar promoviendo el levantamiento del embargo económico norteamericano que rige desde hace medio siglo contra la isla. Pero tampoco los recibió. Aunque la Nunciatura en La Habana invitó a algunos disidentes a saludar al papa en la catedral.

En la rueda de prensa que ofreció en el vuelo que de Santiago de Cuba a Washington, las explicaciones que acerca de por qué no recibió a los disidentes resultaron elusivas. 

“La decisión era no conceder audiencias a nadie”, afirmó. Incluso, dijo desconocer que el gobierno haya detenido opositores durante su visita para que no tomaran contacto con él. Hasta no habló de “embargo”, sino de “bloqueo”, la expresión que prefiere el régimen cubano, y recordó la posición histórica de la Iglesia Católica contra este tipo de medidas.

Un periodista en el avión directamente le preguntó por que en su gira latinoamericana de julio había sido tan duro contra los excesos del capitalismo y ahora se mostraba, en cambio, tan suave frente al régimen cubano. Francisco tuvo que hacer malabares para responder, sin llegar a convencer. ¿Por qué tanto cuidado con el gobierno cubano? ¿Tiene alguna afinidad ideológica como le achacan los sectores más conservadores de los Estados Unidos? ¿Está buscando algún beneficio del gobierno para la iglesia cubana?

En verdad, hay que tener en cuenta dos cuestiones en el análisis: cada vez que la Iglesia, comenzando por un Papa, critica al gobierno cubano, el clero y los laicos de la isla lo pagan de alguna manera. Las represalias, más temprano que tarde, llegan. El Papa, de gran sensibilidad política y humana -eso no se le puede negar- no se permitiría causar un daño a sus sacerdotes y laicos, que ya tienen bastante con la estrechez de recursos y falta de libertad en la que se desempeñan. La iglesia en Cuba ha crecido en influencia y aún los no creyentes la observan con respeto.

Pero la principal explicación de tanta cautela de Francisco, tratándose de un pontífice con indudable talento político, es que decidió cambiar la estrategia seguida hasta ahora. Nada de declaraciones o gestos públicos, sino gestiones reservadas. De su parte, ya ayudó al restablecimiento de relaciones y ahora promueve el levantamiento del embargo. Espera que, a su tiempo, el régimen cubano haga su parte. El deshielo producirá cambios radicales en Cuba.

Como bien dijo su vocero, el padre Federico Lombardi, Francisco es un hombre de procesos. Y en la isla creen que hay un proceso en marcha. En su cercanía dicen que apuesta a que, a mediano plazo, empezarán a verse esos cambios tan importantes en la isla. ¿Acertará con su estrategia?

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