Cuatro enseñanzas del Sefer Ha-Agadá

Cuatro enseñanzas del Sefer Ha-Agadá

Uno las cosas más bellas de la doctrina judía es que siempre se aplica lo que se aprende. Difícilmente uno explora preguntas que no tengan un impacto emocional, social o ético directamente sobre su vida. Esto hace que Agadá (filosofía) y Halajá (ley o practica) vayan siempre mano o mano y sean inseparables. La primera nos lleva a descubrir el mundo a encontrar una descripción profunda de la realidad que nos rodea y la forma que debemos actuar en ella; la segunda es la forma en que esa filosofía impacta sobre nuestras vidas, más concretamente sobre nuestras acciones. Como bien notaron Hayim Nahman Bialik y Yehoshua Hana Rawnitzki, dos escritores prominentes del siglo XIX, Agadá y Halajá, son el corazón de la práctica judía y la simbiosis que generan va mucho más allá incluso que la interpretación dentro de la doctrina, dentro de la ortodoxia o incluso más haya de la ley toraica.

Para ellos es una forma de actuar propia de la cultura judía y a la cual podemos acercarnos desde la individualidad. Agadá como ellos lo ponen es la extracción de todas las enseñanzas judías, es el alma de la práctica judía, de la relación con la cultura, siempre abierta a renovarse y enriquecerse con el tiempo. Mientras que la Halajá es el cuerpo es la acción, el derivado de todas esas enseñanzas y la cosmovisión que el individuo aprende, como Bialik lo llama “una actitud hacia la vida”. Bajo esta perspectiva que ambos proponen la cultura no existe ni se perpetua en el tiempo si no lleva a los individuos a actuar, a vivirla; para que exista no puede congelarse sólo en los textos.

Esta filosofía hacia el judaísmo es lo que los lleva a hacer el Sefer Ha-Agadá (1903), una compilación de reflexiones e historias judías que se encuentran en los textos clásicos; toman fragmentos del Talmud, la Mishná y los libros de midrashim, es una de las compilaciones más completas y se ha usado por más de un siglo. Las siguientes frases fueron tomadas de este libro y pretenden ser un breve compendio de algunas de sus enseñanzas.

Sefer Ha-AgadáI) La importancia de la individualidad

Así como los rostros de los hombres no son iguales, tampoco su entendimiento es igual. Cada hombre tiene un entendimiento que le es propio.

Una de las grandes contribuciones al mundo que la Torá dio es la idea de que todos los hombres fueron hechos a imagen de D-os; es decir todo hombre tiene un valor intrínseco por el simple hecho de ser ser humano. Además continuamente se fomenta el desarrollo de la individualidad y la subjetividad pues es la base de un camino espiritual. Bajo la visión judía el hombre vino al mundo a conocer a D-os y ese proceso lo puede llevar a cabo únicamente a través de conocerse y relacionarse con el mundo individualmente. La frase de arriba reconoce esa individualidad que nos separa, acepta que cada quien tiene una visión particular del mundo y por lo tanto una relación personal con D-os y reconoce que esa individualidad no sólo es válida, sino nos es natural y benéfica.

II) La sabiduría y la humildad

La corona del conocimiento es la sabiduría, la corona de la sabiduría es la humildad.

El mayor profeta de la Torá es Moisés, la característica que más se destaca de él es su humildad. La humildad implica la aceptación de la realidad como D-os nos la presenta, implica renunciar a deseos que no se van a concretar nunca y aceptar la situación que nos rodea. Por eso la humildad es tan importante para el desarrollo de la espiritualidad, porque el inicio de una relación con el mundo es la aceptación. En cuanto a la sabiduría es muy importante que se distinga del conocimiento, pues hay una enorme diferencia entre el conocimiento estéril que arroja información a una perspectiva del mundo que te permite estar en paz con él y educar las emociones. La aclaración en la frase de arriba es importante porque la practica judía no busca un conocimiento estéril que exista sólo en libros, sino una perspectiva global que lleve al individuo a involucrarse con el mundo y actuar en él

III) La tentación

El Satán, la tentación y el ángel de la muerte: los tres son la misma cosa.

Una de las cosas que más me gustan de la filosofía judía es que acepta la naturaleza humana y no la rechaza desde un lugar punitivo, te enseña a conocerte para que puedas crecer con todas tus características. Como muestra la frase, la tentación y el deseo son parte de un ángel, está dentro de nosotros pero tiene un pie con lo divino.

IV) La teshuvá

R. Abbahu bar Ze’era dijo: Grande es la teshuva, pues precedió a la creación del mundo, como se dice: “Antes de que nacieran las montañas… Tú haces que los hombres se arrepientan”

La palabra teshuva se refiere a la persona que corrige sus malos hábitos o comportamientos. Usualmente se usa la palabra “arrepentimiento” como sustituto en español, sin embargo, no hace justicia realmente a la expresión porque el arrepentimiento generalmente viene acompañado de la culpa y difícilmente pueden separarse. En la teshuva la culpa no es un sentimiento esencial, lo más importante es que la persona cambie su forma de actuar hacia una forma más propia; incluso la culpa es un sentimiento que si existe debe ser superado. Lo que me gusta de la frase es que muestra la dificultad de la teshuva: para el que está acostumbrado a ver el mundo de cierta manera y actuar en consecuencia de forma negativa, poder abrir los ojos, reconocer las equivocaciones y cambiar los hábitos que llevan décadas formándose es una de las cosas más difíciles que puede hacer. Por eso los midrashim sitúan a la teshuva como algo que existe antes de la Creación, por su carácter divino y por su dificultad.

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