Crónicas de Shabat: Un grado muy grato

Crónicas de Shabat: Un grado muy grato

Siempre que escucho el hatikva himno de Israel, se me inundan los ojos de lágrimas de emoción, pero el día del grado de mi nieto, cuando sonó el himno de Israel, sentí más emoción de lo normal.

Por: Marlene Manevich.

Tengo que admitir que esa guerra (miljamá) de Irán, de la que nos salvamos, por estar viajando, nos favoreció para poder estar en el grado del nieto (nejed) que según calendario, nos lo hubiéramos perdido por estar viajando. Fue una linda oportunidad de acompañarlo y celebrar esa ocasión tan importante (jashuf) y también de vivir la experiencia de cómo es un grado en Israel. Fue muy grato estar en el grado.

Cada curso está compuesto de unos 40 jóvenes que culminan sus estudios, completando esa primera etapa de sus vidas. Y son como 7 cursos (kitot) que desfilaron por las escaleras del auditorio al aire libre hasta llegar a la tarima

Padres, abuelos, hermanos aplaudiendo la entrada al auditorio de los bachilleres con su toga y birrete.

Esa cantidad de jóvenes, me recordó el día de mi grado cuando 8 estudiantes recibimos el título de bachilleres.

Antes de comenzar la ceremonia, la persona que anunciaba el acto, alertó al público para que supiéramos adonde ir en caso de que sonara la alarma anunciando un misil. Eso hay que advertirlo en cualquier acto multitudinario, pues es mejor prevenir que lamentar. Y siguió el acto.

Los jóvenes presentaron obras de teatro y bailes muy lindos. Yo pensaba, a qué horas van a graduar a esa cantidad de muchachos, pero al final me di cuenta que no le entregan a cada estudiante su diploma, sino que reúnen a todos en el escenario y lanzan el birrete al aire celebrando esa sensación de libertad que da el haber terminado los estudios. En mi colegio hebreo, también se hacía lo mismo, pero al final, después de un acto muy ceremonial y solemne.

Me pareció más informal, pero muy lindo. Se proyectaron videos alusivos a los momentos que pasaron los estudiantes y los profesores en el colegio. Casi todos salpicados con algo de humor.

Hubo premios (prazim) como en todos los países. Yo obtuve el premio de la mejor bachiller, pero esas cosas no se heredan y aunque mi bello nieto no obtuvo premios, a mí y al tito, nos premió la vida con ese bello y dulce nieto, que ha obtenido otro tipo de premios en la vida.

A la entrada del colegio me encontré con unos abuelos que conocí en la Olei y con quienes nos vemos en las actividades, pues son los abuelos de una compañera de estudios de Nathan. También había otra mamá que conocemos, graduando a su hija que también estudió con Nathan y hay otras conocidas que no vimos, pero los conocemos y ya no somos tan incógnitos en la ciudad.

Esos alegres muchachos que terminan su primera etapa de estudios secundarios, a diferencia de los bachilleres de otros países que se preparan para ir a la universidad, tienen resuelto el futuro inmediato, pues saben que los próximos 2 años, las mujeres y 3 los hombres, tienen asegurado su puesto en el ejército. Después de terminar ese período, si asisten a la universidad, pero el orden y las prioridades son diferentes a los de otros jóvenes del mundo que reciben su grado de bachilleres.

Es difícil adaptarse a ese nuevo status quo, pero son niños que desde pequeños han sido criados para defender a su país con el máximo orgullo. Seguro que sienten algo de miedo como cualquier mortal, pero es un miedo inundado de valor y amor a la patria. Es un miedo disfrazado de pertenencia que les da el valor que necesitan para ser los mejores soldados de la patria. Esa es la realidad de este pueblo nómada que ahora tiene un lugar muy peleado, pero muy merecido en la tierra de Sión.

Y ahora una anécdota de mi nieta para terminar este escrito. Al día siguiente del grado, tuvo que quedarse sola y mi hija nos llamó para ver si la podíamos acompañar un rato, mientras ellos regresaban de una cita médica con el graduando. De sorpresa nos tenía pancakes en tiritas, que no conocíamos, una receta muy novedosa y deliciosa.

Como la cita se demoró, había dos opciones: quedarse sola hasta que llegaran los papás, o ir a dormir a nuestra casa, que por supuesto fue la opción elegida. Fue una noche divertida, en la que nos hizo trucos de magia buenísimos, que sólo ella sabe hacer y no logramos descubrir la trampa. Al otro día había que madrugar, pero no cambio ese tiempo de calidad con los nietos.

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