Algunos obispos pidieron que los cambios no sean cosméticos; podría haber un documento magisterial del Papa
Por Elisabetta Piqué
ROMA.- Comenzó la última y crucial semana del sínodo de obispos sobre temas de familia, que culminará este domingo, y crece la expectativa. Aunque se trata de una asamblea consultiva que no decide nada, sino que presenta al Papa un documento, la gran pregunta es qué se atreverá a decir este texto final, que los 270 padres sinodales deberán votar este sábado, párrafo por párrafo.
¿Habrá novedades? Al parecer, no demasiadas, al menos de inmediato, ya que también crece la hipótesis de un pronunciamiento de Francisco en un documento magisterial, pero más adelante.
Como ya aclaró el Papa no bien comenzó la asamblea, el 5 de octubre pasado, en el sínodo del año pasado y éste, su segunda parte, nadie puso en discusión la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, único e indisoluble.
Pero sí hay expectativa en cuanto a una actualización del lenguaje y de la pastoral de la Iglesia Católica ante las situaciones "difíciles" que atraviesan las familias de hoy, donde hay separaciones, divorcios, nuevas uniones, convivencias y homosexuales. Dos obispos que estuvieron ayer en la conferencia de prensa cotidiana en el Vaticano, el australiano Mark Coleridge, arzobispo de Brisbane, relator de uno de los círculos menores (grupos linguísticos) anglófono, y el italiano Enrico Solmi, obispo de Parma, en efecto, coincidieron en afirmar que esperaban que el resultado del sínodo no fuera "cosmético".
"Sobre la base de los debates puedo decir que no hay ningún respaldo a un cambio en la doctrina de la Iglesia, pero mi esperanza es que haya de algún modo un movimiento hacia una nueva actitud pastoral", dijo Coleridge. "Para expresarla, debe haber un nuevo lenguaje, algo verdadero, no un cambio cosmético, superficial, así como una nueva actitud para la escucha", agregó.
Solmi -que despertó risas en la sala de prensa al presentarse como "el obispo delparmigiano y del prosciutto, pero no sólo eso"- se manifestó en forma parecida: "También espero un sínodo no cosmético, sino que sepa incidir en la vida de la Iglesia, volviendo a poner a la familia en su lugar", sostuvo.
Junto al patriarca de Jerusalén, Fouad Twal, tanto Coleridge como Solmi admitieron haber quedado impactados el otro día cuando un obispo mexicano contó en el aula sinodal la historia de un chico, hijo de divorciados vueltos a casar, que el día de su primera comunión partió la hostia en tres partes, para darle un pedacito a cada uno de sus padres.
"Esa historia nos dice que tenemos que mantenernos en contacto con la realidad, con las experiencias concretas de la familia. Pero no sé si habrá un cambio en cuanto al tema de los divorciados vueltos a casar", dijo Coleridge.
Se trata de uno de los temas que más dividen y más complejos a nivel teológico, ante el cual muchos obispos creen que no se puede tener una regla universal. "Estamos en un campo minado, muy delicado y no se puede generalizar, sino que debe estudiarse caso por caso y volver al obispo local, que puede conocer mejor la situación", apuntó Twal.
En este tema coincidió el arzobispo de Brisbane, que si bien admitió que es una situación de pecado la que viven los divorciados vueltos a casar, tampoco se puede hablar de "adulterio" porque no todos los casos son los mismos.
"Una pareja que vive en un segundo matrimonio estable, con chicos, no es lo mismo que una pareja que se ve el fin de semana en un hotelito de provincia, que mantiene una relación secreta", dijo.
"Hay diferencias y debemos considerarlas. Esto es lo que reclama un enfoque pastoral. Hay que escuchar y evaluar cada historia, no sólo seguir mostrando la doctrina de la Iglesia", dijo. "Lo preocupante -apuntó- es que estas personas se sienten excluidas de la Iglesia, y una Iglesia sinodal es una Iglesia en escucha."
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