Consudec: El llamado a la Aldea Educativa, un paso arriesgado

Consudec: El llamado a la Aldea Educativa, un paso arriesgado

En su editorial de agosto el presidente del Consudec afirma que hay que enfocarse en la propuesta y la conversión del ambiente. "Un lugar donde lo que se transmite sea sincero con el bien del hombre".

 

El presidente del Consejo Superior de Educación Católica (Consudec), presbítero José Álvarez, destacó el valor de la “Aldea Global” e invitó a recuperar “la conciencia de la importancia que esta propuesta tiene para el interés y bien educativo”.

“La propuesta educativa que los padres o maestros desean transmitir a las generaciones que los suceden fracasan en la experiencia, es decir se pueden aceptar por estima a la persona que lo transmite, pero presenta debilidad en el momento de verificarla en la vida”, explicó.

En su editorial de agosto en la revista del Consudec, el sacerdote precisó que “algunos intentan crear lugares de formación y crecimiento lejano, distanciado y muchas veces aislado del lugar donde el resto de los hombres viven, es decir, el ambiente, al experimentar la enorme distancia entre el contenido a transmitir y la mentalidad, el estilo de vida y los criterios ambientales, se crean espacios aislados de los nocivos ambientes que impiden la formación adecuada”.

“Este método tiene el riesgo de que toda persona en algún momento de la vida, deberá volver a vincularse, y enfrentarse con el ambiente. Y si no se le enseñó a vincularse sanamente con él, el esfuerzo formativo será inútil y hasta contraproducente, logrando rebeldías con lo transmitido generacionalmente. La burbuja educativa habría fracasado”, expresó.

El presidente del Consudec sostuvo que “el llamado a la Aldea Educativa se refiere a un paso más arriesgado que no tiene que ver con una formación aislada del mundo en que nos toca vivir”.

“Se trata de que una propuesta clara, acompañada por una compañía humana y educativa que ayude a la persona a crecer comparando la propuesta con las situaciones en que la vida nos coloca”, subrayó, y agregó: “Para esto es necesario reconocer que lo que llamamos ambiente educativo tiene poco de educativo, y fácilmente se traga la propuesta cuando es débil. Por esto hay que trabajar en dos puntos la fortaleza de lo que se propone y la conversión del ambiente. Volver al lugar donde las generaciones crecen, verdaderos lugares donde lo que se transmite sea sincero con el bien del hombre”.

“No se trata entonces de lugares aislados de formación, ni de dejarnos vencer por el ambiente nocivo. Sino de volver el ambiente más humano, un lugar para el hombre, donde el hombre pueda crecer más y mejor”, indicó.

En este sentido, el padre Álvarez profundizó: “Esto debe contemplar también la pluriformidad de la convivencia humana, donde no todos pensamos igual, ni queremos lo mismo para nuestros hijos. Donde no todos reconocemos el mismo Dios para nuestra vida. En este sentido en una Aldea educativa no todos piensan, creen o viven de la misma manera, pero todos se aceptan, y se reconocen por encima de sus criterios de vida, con respeto, amor al bien, suyo y de los demás”.

“Esta tarea no se logra haciendo las mismas iniciativas educativas que nos han llevado a la situación actual, donde el alcoholismo, la droga, el nihilismo, la discriminación de los más débiles, la ostentación de los poderosos, han entrado en los lugares de educación y destruido el corazón del hombre desde la más tierna infancia. La revolución educativa necesaria no es un ataque a nadie sino un reconocimiento de la conciencia de lo que se quiere transmitir, de lo que atenta contra la persona humana y aplica nuevos métodos para trabajar en ellos, es una labor de toda la comunidad educativa, padres, docentes, alumnos, lugares informales de la educación, (club, vecinos, amigos), donde debemos poner en marcha una hermosa y gran tarea”, concluyó.

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