Consudec: "La educación es una propuesta de elección de vida"

Consudec:

"Se necesita una educación que ponga en funcionamiento esa búsqueda interior del corazón del hombre, de propuestas hechas a nuestra libertad", planteó su presidente, presbítero José Álvarez.

 

La necesidad de felicidad, de plenitud, es un deseo inmenso en el corazón de cada uno; pero, así como es de inmenso, surge la necesidad de que lo que a mí me sirve, sirva también a los otros, de que lo que yo considero bueno, el otro lo descubra como bueno para sí.

“En este momento el mundo presencia una guerra de la que ninguno de nosotros es ajeno, ya no se disputa la izquierda contra la derecha, los pobres contra los ricos, sino la elección de un modo de vida, que trata de imponer a los demás un modelo de vivir que a mí me parece mejor que otro”, advirtió el presidente del Consejo Superior de Educación Católica (Consudec), presbítero José Álvarez.

En su editorial mensual, el sacerdote destacó que “la educación es una propuesta de elección de vida, de tradiciones que una generación propone a otra por haber sido una experiencia positiva para su vida, es una transmisión que se da ejerciendo la disponibilidad de la libertad, es decir como propuesta a la libertad del otro”.

“De esta manera, cada uno tiene el derecho de adherir o no a lo que es propuesto; cada hombre tiene el derecho humano de elegir a qué adherir, a decidir quién es su Dios, es decir, quién es el que capta su devoción, la energía de su vida, y a quién merece que le dedique la vida”.

El padre Álvarez sostuvo que “este es un problema educativo, porque para que el hombre pueda elegir, o decidir, es necesario que pongamos en juego todas nuestras condiciones humanas en el momento de tomar decisiones tan importantes como saber sobre a qué o a quiénes dedicar la vida”.

“La educación, en lo que significa este discernimiento, tiene un papel fundamental. No suple la responsabilidad del otro para elegir en lugar de él lo que es mejor para su vida, sino que enseña a juzgar y a comparar las distintas propuestas que llegan desde culturas muchas veces diversas, diferentes, intentando captar la energía del corazón humano. Es necesario que el hombre despierte en sí esta capacidad de discernir”.

“El corazón de todos los hombres tiene inscripto dentro de sí particularidades comunes, deseos de bien, de belleza, de felicidad, de plenitud, capacidad de conmoción frente al infinito, y preguntas como: ¬¿De dónde vengo?, ¿A dónde voy?, ¿Cuál es mi destino?, ¿Que es la muerte? ¿Qué sentido tiene la vida?; ¿Por qué tenemos que sufrir?, ¿Es posible ser feliz?, ¿Cómo?  Todas estas preguntas son universales, corresponden al corazón del hombre de China, de América, de Rusia, o de Francia. Además, hay algo en común en el corazón de todo hombre, algo con lo que comparar las propuestas que nos llegan, a nuestras necesidades interiores”.

El presidente del Consudec afirmó que “la mayor parte de nuestra vida se juega permaneciendo ajenos a esa escucha interior, y cuando se vuelve demasiado dramática, o sin respuestas acudimos a profesionales que nos empastillan para adormecer el corazón inquieto. Es el mismo corazón que San Agustín nos propone como sujeto de búsqueda del Infinito, único capaz de hacer una propuesta a la altura de nuestro deseo”.

“Necesitamos una educación que no se limite a informar, actualizar, a entretener, a divertir, sino a poner en funcionamiento esa búsqueda interior del corazón del hombre, de propuestas hechas a nuestra libertad, es decir, esa capacidad de elegir dónde se encuentra Aquel que merece que le dediquen todas las energías de la vida. Aquel que sea el centro de lo que deseo, y busco”.

“Dios que puso esta capacidad en nuestros corazones quiso correr el riesgo de la libertad y también el riesgo de que nos equivoquemos. Porque su método no es la imposición, no es la violencia, sino una propuesta cautivadora, amorosa, tierna, verdadera, al corazón del hombre”.

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