Rompiendo los esquemas, el Papa hizo frenar el Fiat negro que lo trasladaba desde el aeropuerto de Filadelfia para saludar y abrazar a Michael, de diez años, quien esperaba con sus padres al borde del camino.
Cuando llegó al aeropuerto de Filadelfia, el Papa Francisco bajó del avión por la alfombra roja, saludó a las autoridades y a la gente como siempre, pese a venir cansado luego de una agotadora gira que ya lleva ocho días entre Cuba y Estados Unidos. Su ya famoso Fiat 500 negro arrancó, rodeado de su custodia, rumbo al centro de la ciudad.
El auto frenó de golpe y el Papa bajó para abrazar a Michael, de diez años, que sufre de parálisis cerebral y estaba al borde del camino con sus padres. Francisco se bajó con cierta dificultad, porque le duele la pierna y por los viajes no puede recibir su terapia física habitual. Se acercó al chico, lo besó, lo acarició y lo bendijo. Los padres, Kristin y Chuck, no hacían otra cosa que llorar cuando el pontífice les estrechó las manos.
Francisco suele tener esos gestos, pero es la primera vez que rompe los planes en Estados Unidos con una parada no prevista en un esquema rigurosamente cronometrado por cuestiones de seguridad.
El Papa habló a la familia en español y ellos no entendieron mucho salvo la palabra “amor”, dijeron a The Washington Post. “Sus manos eran tan suaves. Cuando besó a mi hijo fue maravilloso”, dijo Kristin. “Sé que esto será algo que cambiará la vida de la familia”.
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