La Santa Sede manifestó su satisfacción ante lo que considera "un fruto positivo del diálogo establecido a lo largo de los años entre la Santa Sede y el Gobierno chino". Hasta el momento el prelado no había sido reconocido por las autoridades chinas.
El Vaticano ha expresado este martes su satisfacción por el reconocimiento de Melchiorre Shi Hongzhen como obispo de la diócesis china de Tianjin, quien había sido nombrado hace cinco años por el Papa Francisco, pero no aprobado por las autoridades chinas.
La Santa Sede lo considera «un fruto positivo del diálogo establecido a lo largo de los años entre la Santa Sede y el Gobierno chino».
Melchiorre Shi Hongzhen nació el 7 de octubre de 1929, fue ordenado sacerdote el 4 de julio de 1954 y consagrado coadjutor de la diócesis de Tianjin el 15 de junio de 1982 y en 2019 había sido nombrado obispo para suceder al fallecido Stephen Li Side.
La diócesis de Tianjin cuenta con unos 56.000 fieles, distribuidos en 21 parroquias, atendidas por 62 sacerdotes, informó el Vaticano. El pasado mes de junio, el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, señaló que preveían renovar en octubre su acuerdo con China para nombrar obispos, un marco que permite a los fieles chinos tener obispos que están en comunión con Roma y que respeten al Papa como autoridad suprema.
Este nuevo nombramiento ha sido posible en el marco de diálogo relativo a la aplicación del Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular de China firmado en 2018 y que permite la elección consensuada de los obispos, competencia del Papa y que Pekín veía como una injerencia. El documento, ya renovado en 2020 y en 2022, fue suscrito en Pekín en 2018 y se aplica desde octubre de ese año, no sin críticas ya que en sus cuatro primeros años de funcionamiento se produjeron seis ordenaciones episcopales y dos de ellas ni siquiera podían enmarcarse en el pacto entre Roma y Pekín.
Ambos Estados no mantienen relaciones diplomáticas desde 1951, tras el ascenso del comunista Mao Zedong, y desde entonces los católicos de ese país se dividían entre la Iglesia patriótica, controlada por Pekín, y la clandestina, leal a Roma. Desde entonces, con altibajos en la aplicación del acuerdo, se han producido una decena de ordenaciones episcopales.
Hasta la firma del acuerdo y tras la llegada al poder en China de los comunistas, cuando expulsaron al nuncio apostólico, el país asiático únicamente había permitido el culto católico por medio de la Asociación Patriótica Comunista China. Se trata de un departamento leal al gobierno chino, que además rechazaba la autoridad de la Santa Sede en el nombramiento de obispos y en el gobierno de la Iglesia. De este modo, los obispos legítimos que permanecían fieles al Papa vivían una situación cercana a la clandestinidad, permanentemente asediados y perseguidos por las autoridades comunistas.
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