El arzobispo de Córdoba instó a la feligresía a volver a lo esencial: la escucha de la Palabra, el amor que se concreta en la amistad y la apertura del corazón para acoger al otro sin reservas.
Durante la homilía de la misa dominical en la catedral de Córdoba, el cardenal Ángel Rossi SJ reflexionó sobre el relato evangélico de la visita de Jesús a la casa de Marta y María, hermanas de Lázaro, e invitó a recuperar tres gracias esenciales para la vida cristiana: la amistad, la escucha y la hospitalidad.
El arzobispo de Córdoba destacó el valor humano y espiritual de la amistad, que definió como "la forma más alta del amor", incluso por encima del amor conyugal, aunque sin desmerecerlo.
"Es bueno que en el amor conyugal también haya amistad", afirmó y retomó una imagen antigua para graficar: "El amigo es como la sangre, que va rápidamente a la herida". También llamó a cultivar vínculos de cercanía y solidaridad, especialmente en momentos de fragilidad.
Comentando el evangelio de Lucas, el cardenal Rossi profundizó en el gesto revolucionario de María sentada a los pies de Jesús, un gesto de discipulado en una época en la que tal rol era reservado solo a los varones. A la vez, rescató el valor del servicio de Marta, quien se encargó de recibir y atender a Jesús.
"No se trata de elegir entre Marta o María, sino de reconocer que ambas colaboran desde distintos lugares. No hay rivalidad, sino complementariedad", subrayó y agregó: "La mejor parte que eligió María es la disposición de escuchar. Marta también era necesaria: gracias a ella, Jesús fue recibido en la casa".
La escucha: lo único necesario
La homilía giró en torno a la escucha como gracia y necesidad espiritual. El purpurado cordobés afirmó que escuchar "es el primer paso del amor" y recordó palabras del papa Francisco en Amoris laetitia, sobre la importancia de saber oír al otro sin prisa, sin prejuicios ni interrupciones.
"Elijo poner la palabra de Jesús antes que las otras palabras: antes que los noticieros, que mis propias palabras. Primero el Evangelio", enfatizó e invitó a practicar la escucha del corazón para poder discernir lo que Dios quiere en cada momento. "Escuchar con ternura, como nos escucha el Señor", señaló.
El purpurado dedicó la segunda parte de su mensaje a la virtud de la hospitalidad, inspirándose en la lectura del Génesis sobre Abraham. Recordó cómo el patriarca no dejó pasar de largo a los tres peregrinos y los recibió con generosidad, aun en condiciones difíciles.
"Hospitalidad es abrir la puerta, pero también abrir el alma. Puede ser que alguien esté dentro de nuestra casa, pero aún lo tengamos en la vereda del corazón", advirtió. En este sentido, criticó una hospitalidad cómoda, reservada para los amigos o en condiciones ideales, y llamó a recuperar la grandeza de corazón que se desvive por el otro, incluso cuando es incómodo o no lo conocemos.
Contó anécdotas conmovedoras de familias sencillas que ofrecieron lo mejor de sí para alojar peregrinos, incluso durmiendo en el piso para ceder su cama. "Los primeros en encobijar muchas veces son los más pobres", resaltó.
"Revisemos a quién tenemos en la vereda del corazón y digámosle: entra, hay sitio", concluyó y reafirmó que la hospitalidad no es solo una obra externa, sino una actitud del alma que reconoce y acoge la presencia de Dios en el prójimo.
"Que el Señor no pase de largo. Que podamos hospedarlo en nuestro corazón", finalizó.
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