“El cambio empieza por los pequeños gestos”

“El cambio empieza por los pequeños gestos”

El Padre “Pepe” Di Paola y el Rabino Alejandro Avruj, dos líderes religiosos reconocidos por su labor social, participaron del primer encuentro de Hombres de Buenos Aires en el Paseo La Plaza. Durante la charla, conducida por Silvina Chediek, conversaron sobre el trabajo conjunto que realizan en las villas y cómo lograron “transformar el diálogo interreligioso en acciones concretas”.  Además, el presidente del Banco Provincia Gustavo Marangoni les entregó una distinción.

“Gracias por compartir su experiencia con nosotros. Son hombres buenos. Nos enorgullece que hayan venido. Su presencia y la de todos los que están aquí muestra la responsabilidad individual y el ejercicio que cada uno haga de la libertad. Les agradecemos por la vida, el ejemplo y la solidaridad”, declaró Marangoni al entregar las menciones Hombres de Buenos Aires al Padre Pepe y al Rabino Avruj.

Ambos religiosos comparten una amistad de años y el trabajo en la Villa 21, donde abrieron el comedor comunitario llamado “Shalom”. “Nos conocimos en la crisis del 2001”, contó el Padre Pepe y continuó: “Yo era párroco en la Villa 21 y dar alimentación buena a los chicos en ese contexto era imposible. Ahí lo conocí a Ale y un grupo de la comunidad judía que nos ayudó mucho. Mejoramos la calidad de la alimentación y desde ahí el vínculo se fue fortaleciendo. Los chicos de la comunidad de Ale venían a dar apoyo escolar. Luego, tuvimos celebraciones compartidas: misas donde venían los chicos de la comunidad de Ale y nosotros íbamos al Día del Perdón. Aprendimos a compartir muchísimo la fe en la acción”.

Por su parte, Avruj relató: “Fue una experiencia única. Aquel desastre que quebró a la Argentina se transformó en una oportunidad maravillosa: acción y fe. Caminamos el barro juntos” y agregó: “Yo me acababa de recibir de rabino. Venía de estudiar en Estados Unidos, me iba a Israel y todos me criticaban. Cuando volví a la Argentina, tenía una cosmovisión de la religiosidad. Es una visión que comparto con Pepe de que mis necesidades espirituales son las necesidades materiales del otro. Comprendí que la realización más profunda de la espiritualidad es transformar la vida cotidiana del que tengo al lado. La Argentina en medio del desastre ocasionó este encuentro”. “Esto surge por Joint, una organización internacional que ayuda a judíos en riesgo en todo el mundo. En ese momento creó gran cantidad de centros para apoyar a la población judía y a la comunidad toda. Me dieron el honor de poder liderar ese proyecto y eso me permitió transformar la realidad y el encuentro con Pepe, que marcó un antes y un después en mi forma de entender la religión”, explicó.

El Padre Pepe afirmó: “Las años donde empezamos a caminar por las villas fueron importantes, porque después de la crisis se fortalecieron las respuestas. La gente de la villa es muy solidaria. Pudimos fortalecer la parte educativa, compartir celebraciones y trabajar con los chicos de la comunidad de Ale. Al comedor lo bautizamos Shalom (paz en hebreo), porque es un encuentro profundo con Dios y con el hermano. En medio de un basural armamos un barrio. Y no solamente nosotros dos, sino también chicos judíos y católicos”. “Construimos entre todos el espacio”, agregó el rabino: “No es un comedero, sino un comedor. En la inauguración se celebró una misa donde con los chicos del templo cantábamos en hebreo. Fue muy hermoso”.

El Padre Pepe trabajó en la Villa 21 durante más de una década, donde el cura villero buscaba rescatar a jóvenes de la droga. Por amenazas del narcotráfico, tuvo que irse a Santiago del Estero. “Fue un exilio pequeño en mi patria frente al narcotráfico. Esto me permitió conocer otra Argentina, abrir la cabeza y ver muchas cosas. En todos los pueblos me llamaban para dar una charla sobre adicciones. La droga atraviesa todo el país. Ahí hay una ausencia del Estado y de la sociedad civil también”. El rabino Avruj destacó: “Todos saludan al padre en la villa, pero ahora hay zonas por las que ya no se puede transitar. Esa es la parte de la Argentina que ha empeorado”.

El rabino sostuvo que considera al judaísmo como una “civilización” más que como una religión: “La definición de quién es judío no tiene que ver con la fe. Es ser parte de una familia, es una concepción que hace que tengas un vínculo siempre. Cuando dejamos de ser esclavos en Egipto, pasamos a ser esclavos de la memoria. El pan de la pobreza nos hace recordar el origen de todos nosotros. La mejor manera de agradecer si vos y tus hijos comieron es ver cómo hacer para que otro chico coma. El judaísmo sostiene este tipo de lazos”.

En mayo de 2014, Pepe y Avruj compartieron junto al Papa una peregrinación por la paz en Roma y Medio Oriente, después de la cual decidieron trabajar juntos en la apertura de dos nuevos comedores comunitarios, en la Villa La Cárcova de José León Suárez y en la comunidad Amijai, en el barrio de Belgrano. “Gracias a ese viaje conseguimos fondos para los nuevos comedores. Fue muy emocionante. Pepe y el Papa ofrecieron una misa para la pequeña comunidad católica en Jordania. Cuando terminó Francisco salió con el Papa móvil y bajó a saludarme. El mensaje de Francisco a mí no me asombra porque lo conocí en la villa. Ese es el diálogo real y verdadero: que una persona como él se baje a abrazar un judío en un país donde el 99% de la población es árabe y donde la pequeña comunidad cristiana estaba asistiendo a verlo. Deja un mensaje profundo: una Iglesia pobre para los pobres y el compromiso con el diálogo”, afirmó Avruj.

El Padre Pepe destacó: “Desde la religión se han dado pasos de comunión más grandes que en la política. Lo profundizó Bergoglio., pero se fue construyendo silenciosamente. Nos fuimos acercando y compartiendo. Fue creciendo el diálogo con los hermanos judíos, musulmanes e incluso agnósticos”. Respecto a su libro Mi Cristo roto, aseguró: “Quisimos mostrar personas concretas, historias reales de gente que llegó a un subsuelo terrible y salieron”. “El Padre los iba a buscar uno por uno de sus caídas; no sólo decía ‘Acá estoy’”, agregó el rabino.

Además, dijo: “Veo la solidaridad más en la gente humilde. Como Alicia en la Villa 31 que en su casa de chapa da de comer a 150 chicos todos los días. Estos diálogos interreligiosos trabajan el origen de la violencia y la discriminación: la ignorancia” y además agregó: “El Libro de la Vida del que se habla en el Día del Perdón, donde Dios anota las cosas buenas y malas, está en los ojos de nuestros hijos. En cada gesto, silencio, ausencia, participación, buenas y malas acciones. Esa es la gran evaluación: de qué manera le vamos a pasar a la siguiente generación un libro repleto de grandes obras para construir la familia, la casa, el barrio, la cuadra, la capilla, la sinagoga, la comunidad, el país. Siempre nos dijeron que teníamos que hacerlo, pero no es sólo delegarlo en nuestros hijos, sino que empecemos a hacerlo nosotros”.

El Padre Pepe concluyó: “Si cada uno de nosotros se da cuenta de que puede hacer un cambio, puede colaborar en mucho. Podemos hacer si tomamos la decisión de hacerlo. En la familia también. No hace falta ser una gran institución, el cambio empieza por los pequeños gestos”.

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