Bolivia: Morales fuerza las palabras del Papa

Bolivia: Morales fuerza las palabras del Papa

El Presidente de Bolivia Evo Morales, conocido líder carismático de su pueblo, justamente reconocido por numerosas obras de gobierno a favor de los más débiles e indefensos pero también fuertemente resistido por un sector de las fuerzas sociales y políticas del país, generoso anfitrión del Papa Francisco durante su visita del 8 al 10 de julio pasado, en los últimos días repitió en varias oportunidades que había recibido del Santo Padre dos cartas, lo cual es cierto, agregando que en una de ellas el Pontífice manifiesta su disponibilidad “para lo que pueda ser de utilidad”.

 De este “detalle” el presidente deduce conclusiones, amplificadas por la prensa, que no corresponden a la citada carta, ni en el espíritu ni en la letra.

De ninguna manera es cierto que las palabras de Francisco estén relacionadas con el diferendo que mantiene Bolivia desde hace décadas con Chile por el reclamo de “una salida al mar” (Océano Pacífico), razón por la cual entre esos dos países no existen relaciones diplomáticas desde hace 37 años. El Presidente boliviano, como  repite con insistencia la prensa nacional en los últimos días, asociando un juicio personal (“el Papa está convencido del tema referido al mar”) con la frase de la carta (“para lo que pueda ser de utilidad”), se sintió autorizado a transmitir un mensaje que no es correcto ni exacto.

Este tipo de operaciones mediáticas, para consumo político interno, se han repetido en varias oportunidades desde el mes de enero pasado, cuando la visita del Papa Francisco a Bolivia empezó a plantearse como sumamente probable. Ocurrió también durante la presencia del Santo Padre en el país. Es evidente que el Presidente considera legítimo, oportuno y necesario sacar la mayor ventaja posible de la generosidad, disponibilidad y apertura de crédito que el Papa le ha ofrecido. Es comprensible. No es el primero ni será el último… pero hay un límite que no es sabio ni educado ignorar: forzar la verdad de los hechos.

Las cartas. En estos días el Presidente boliviano recibió dos cartas a través de la Nunciatura Apostólica en Bolivia. La primera, con “formato de telegrama”, de la Secretaría de Estado en nombre del Santo Padre, para transmitir sus saludos al pueblo y a la Nación en ocasión de la fiesta nacional del 6 de agosto próximo. La segunda carta corresponde a las praxis protocolar con el cual el Pontífice, después de un viaje, agradece a los gobernantes de los países visitados por la hospitalidad y los esfuerzos realizados para colaborar con el éxito de dicha visita. El Presidente Evo Morales recibió una carta firmada por el Papa, al igual que los Presidentes de Ecuador y Paraguay, Rafael Correa y Horacio Cartés. Es evidente que ambas cartas son comunicaciones referidas a una cuestión relevante y sensible, pero específica y, obviamente, no tienen nada que ver con el diferendo entre Chile y Bolivia. Cualquier otra lectura o interpretación sencillamente fuerza incorrectamente su sentido.

Las palabras del Papa. Con respecto al diferendo, el Papa auspició en Bolivia un diálogo sincero entre las partes, porque está convencido de que existe una solución consensuada y negociada para el problema. Por lo tanto el Pontífice, y no podía ser de otra manera, no se ha inclinado por ninguna de las dos partes, no ha propuesto ni sugerido mediaciones ni nada semejante, incluso porque sabe perfectamente que en este momento el diferendo es materia de una causa que se encuentra en manos del Tribunal Internacional de La Haya. El director de la Sala de Prensa del Vaticano, el padre Federico Lombardi, durante un briefing en Santa Cruz, Bolivia, destacó que el Papa Francisco fue claro y sincero cuando pidió el diálogo entre Bolivia y Chile para resolver el diferendo por el mar. Además el P. Lombardi consideró como un signo de sinceridad el hecho de que el Papa hable directamente y no por medio de suposiciones. El Santo Padre es optimista y piensa que todos los problemas tienen una solución, si hay una actitud positiva y de diálogo, agregó el portavoz del Pontífice. Para que no queden dudas, estas fueron las palabras del Papa en la Catedral de La Paz (8 de julio de 2015): Una nación que busca el bien común no se puede cerrar en sí misma; las redes de relaciones afianzan a las sociedades. El problema de la inmigración en nuestros días nos lo demuestra. El desarrollo de la diplomacia con los países del entorno, que evite los conflictos entre pueblos hermanos y contribuya al diálogo franco y abierto de los problemas, hoy es indispensable. Y estoy pensando acá, en el mar: diálogo, es indispensable. Construir puentes en vez de levantar muros. Construir puentes en vez de levantar muros. Todos los temas, por más espinosos que sean, tienen soluciones compartidas, tienen soluciones razonables, equitativas y duraderas. Y, en todo caso, nunca han de ser motivo de agresividad, rencor o enemistad que agravan más la situación y hacen más difícil su resolución”.

Una cuestión delicada y compleja. Aunque sea de manera sintética, es necesario encuadrar con precisión algunas características del diferendo. La controversia entre Chile y Bolivia (país “sin litoral”) por el reclamo que este último hace al primero de “una salida al mar” (Pacífico), probablemente es una de las más complejas del continente americano y sus raíces se remontan a la época colonial y posteriores guerras, tratados bilaterales e internacionales (algunos evidentemente contradictorios entre sí) que, con el paso del tiempo la fueron complicando cada vez más y actualmente resulta casi incomprensible para la mayoría. Por otra parte, al contrario de lo que se afirma en estos días, el diferendo no es solo entre Bolivia y Chile. Por razones históricas y jurídicas hay un “tercero” que no se puede obviar: Perú. También habría que agregar un “detalle” no menor: las Fuerzas Armadas de los tres países en cuestión siempre se han sentido directamente involucradas y ejercen una especie de “vigilancia” sobre sus respectivos gobiernos en todo lo que se refiere a este delicado diferendo.

Guerra del Pacífico o del Salitre. Esta situación quedó sustancial y radicalmente afectada por la Guerra del Pacífico o del Salitre que enfrentó a Chile con las fuerzas aliadas de Bolivia y Perú entre 1879 y 1884. Al terminar el conflicto Chile anexó a su territorio amplias zonas pertenecientes a los países derrotados, lo que modificó drásticamente las fronteras. Los territorios anexados pertenecían tanto a Perú como a Bolivia. La guerra terminó el 20 de octubre de 1883 (Tratado de Ancón): el Departamento peruano de Tarapacá fue entregado permanentemente a Chile, y las provincias de Arica y Tacna quedaban bajo la administración chilena durante 10 años. Al finalizar dicho período se realizaría un plebiscito para decidir si esas provincias volverían a ser peruanas o pasarían a ser chilenas. En 1885, dos años después del tratado, Chile ocupó también la provincia de Tarata, que sería devuela a Perú el 1º de septiembre de 1925, según la resolución de un arbitraje de Calvin Coolidge, Presidente de los Estados Unidos. Mientras tanto, el plebiscito previsto en el Tratado de Ancón nunca se llevó a cabo. En 1929, con la mediación de los Estados Unidos, se llegó al Tratado de Lima, que decidió definitivamente que la provincia de Tacna volvía a Perú y la provincia de Arica quedaría para Chile. En 1904 se firmó la paz entre Chile y Bolivia. Con el Tratado, Bolivia reconocía definitivamente la soberanía chilena en la región de Atacama, perdiendo así la única salida al Océano Pacífico que poseía.

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