La beatificación de Eduardo Pironio

La beatificación de Eduardo Pironio

El cardenal argentino Eduardo Pironio (1920-1988) será reconocido como beato por la Iglesia Católica en una ceremonia que tendrá lugar en Luján, presidida por el cardenal español Fernando Vergez, quien fuera su secretario privado y estrecho colaborador durante 23 años.

Por Washington Uranga.

La plaza Belgrano, a las puertas de la Basílica de Luján será el sábado el escenario de la misa de beatificación –paso previo a declararlo santo– del cardenal argentino Eduardo Pironio (1920-1998). La ceremonia, estará presidida por el cardenal Fernando Vergez Alzaga, enviado especial del Papa Francisco, y quien fuera secretario privado y estrecho colaborador de Pironio durante 23 años. En 2019 Francisco decidió también la beatificación de otro obispo argentino, Enrique Angelelli (asesinado en 1976) y de sus “compañeros mártires”.

Del acto en Luján participarán además el nuncio apostólico en Argentina (embajador del Vaticano) Miroslaw Adamczyk, un importante número de obispos encabezados por el presidente de la Conferencia Episcopal, Oscar Ojea, y gran cantidad de fieles católicos entre los cuales hay quienes conocieron a Pironio, lo consideran una vida ejemplar y se manifiestan seguidores de sus enseñanzas.

El pasado 8 de noviembre el Papa aprobó el decreto de la Congregación para la Causa de los Santos que reconoció el milagro atribuido a Eduardo Pironio, y a partir del cual habilitó su beatificación. Según lo explicó El Vaticano el milagro consistió en “la curación sin explicación científica” de Juan Manuel Franco, un bebé que en 2006 tenía quince meses cuando salió de un cuadro de coma profundo, luego de que sus padres le rezaran al futuro beato para que intercediera por él. El anuncio de la beatificación se hizo después de que una junta de médicos del Vaticano constatara que la curación de Franco "supera la ciencia médica", y que una comisión de teólogos corroborara que la familia del niño había rezado a Pironio por su sanación.

Eduardo Pironio nació en 9 de Julio, provincia de Buenos Aires, el 3 de diciembre de 1920, siendo el menor de los hijos de una familia de 22 hermanos. Murió en Roma, el 5 de febrero de 1998. Ordenado sacerdote el 5 de diciembre de 1943 mantuvo un intenso trabajo con las juventudes católicas y desde 1972 fue obispo de Mar del Plata. El 9 de mayo de 1975 fue secuestrada María del Carmen Maggi, decana de la Universidad Católica de Mar del Plata, persona cercana al obispo. El hecho fue leído como un mensaje para Pironio, quién ya había recibido amenazas de parte de grupos de ultraderecha. Ese mismo año el papa Paulo VI llamó a Pironio a Roma buscando proteger su integridad y lo designó prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada. El cadáver de la decana Maggi fue encontrado el 23 de marzo de 1976, sin que nadie se hiciera cargo del asesinato.

En El Vaticano, donde también ocupó el más alto cargo del Pontificio Consejo para los Laicos, el cardenal Pironio tuvo una trayectoria muy relevante y fue un directo colaborador de Paulo VI y Juan Pablo II.

Sin embargo, su actuación más destacada fue en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) del que fue gran impulsor y protagonista siendo uno de los organizadores de la Conferencia de Obispos católicos celebrada en Medellin (1968) bajo las palabras claves de “liberación” y “opción por los pobres”. En el organismo regional de los obispos Pironio ocupó primero el cargo de secretario general (1967-1972) y luego presidente (1972-1974) y desde allí fue un firme defensor de la “opción por los pobres” y de la causa latinoamericana. Entre sus seguidores se recuerda hasta hoy la manera como solía nombrar a su iglesia diocesana. “La PePoPaLa”, decía Pironio, para designar a su iglesia particular a la que entendía como “Peregrina, Pobre, Pascual y Latinoamericana”.

Refiriéndose al nuevo beato, la Comisión Episcopal de Vida Consagrada aseguró que “su presencia y sus gestos animaban nuestro amor por la Iglesia. Sus palabras nos llenaban de entusiasmo juvenil. Su enseñanza nos ofrecía nuevas motivaciones, que estimulaban nuestra consagración”. Y agregó que “hoy, como obispos, encontramos en él un modelo e intercesor. Estos tiempos en los que nos toca acompañar a las comunidades son difíciles”, recordando que “también eran muy difíciles los tiempos en los que el cardenal Pironio ejerció su ministerio en la Argentina”.

Comentá la nota