Hay una tristeza "que nos lleva a la salvación", diferenció en la audiencia general de este miércoles. "Es necesario combatir este demonio perverso y esto se puede hacer pensando en Jesús, que siempre nos trae la alegría del Resurrección".
En la séptima catequesis sobre los vicios y las virtudes, el Papa Francisco introdujo el tema de su reflexión, dedicada a la tristeza, exponiendo que, entendida como una depresión del alma, esta aflicción constante "impide al hombre sentir alegría por su propia existencia”.
El pontífice recordó al respecto una distinción de los Padres del Desierto: "hay una tristeza que es propia de la vida cristiana y que con la gracia de Dios se transforma en alegría. Esto, obviamente, no es necesario rechazarlo y forma parte del camino de la conversión. Pero hay un segundo tipo de tristeza, que se infiltra en el alma y la postra en un estado de desánimo. Contra esta segunda hay que luchar".
Una tristeza amigable
Al subrayar que hay "una tristeza amiga, que nos lleva a la salvación", el sucesor de Pedro puso como ejemplo al hijo pródigo de la parábola, que cuando llega al fondo de su degeneración siente una gran amargura, y esto le lleva a volver a sí mismo y decidir regresar a la casa de su padre.
"Es una gracia sentir dolor por nuestros pecados, recordar el estado de gracia del que caímos, llorar porque hemos perdido la pureza en la que Dios nos soñó", expuso.
La tristeza está ligada a la experiencia de pérdida y frustración
"Pero hay una segunda tristeza, que es más bien una enfermedad del alma", continuó el Papa, "este vicio nace en el corazón del hombre cuando un deseo o una esperanza desaparece". Al referirse a la historia de los discípulos de Emaús, presente en el Evangelio de Lucas, Francisco recuerda que "esos dos discípulos abandonan Jerusalén con el corazón desilusionado" y, en un momento determinado, confían en el "extraño" que se une a ellos en la triste experimenten lo que estaban sintiendo acerca de la muerte del Salvador:
"La dinámica de la tristeza está ligada a la experiencia de la pérdida. En el corazón del hombre surgen esperanzas que a veces se ven frustradas. Puede ser el deseo de poseer algo que no se puede obtener; pero también algo importante, como una pérdida emocional. Cuando esto sucede, es como si el corazón de un hombre se cayera por un precipicio, y los sentimientos que experimenta son desánimo, debilidad de espíritu, depresión, angustia."
El sentimiento de melancolía enferma el corazón
El Papa enfatizó que "todos pasamos por pruebas que nos causan tristeza, porque la vida nos hace concebir sueños que luego se desmoronan". En esta situación, algunos, después de un período de turbulencia, confían en la esperanza, pero otros se hunden en la melancolía, permitiendo que ésta gangrene sus corazones, y así se alegran por un acontecimiento que no sucedió, es como comerse un caramelo amargo. sin azúcar: "la tristeza es el placer del no placer", afirmó el pontífice.
"Ciertos duelos prolongados, en los que se sigue agrandando el vacío de los que ya no están, no son propios de la vida en el Espíritu. Ciertas amarguras rencorosas, por las que uno siempre tiene en mente una pretensión que le hace asumir el ropa de la víctima, no producen en nosotros una vida sana y mucho menos cristiana. Hay algo en el pasado de cada uno que necesita ser sanado".
“La tristeza puede pasar de ser una emoción natural a un estado de ánimo maligno. Es un demonio astuto, el de la tristeza. Los Padres del Desierto lo describieron como un gusano del corazón, que corroe y vacía a quienes lo acogen”, advirtió.
Finalmente, el Papa invitó a los fieles a ser conscientes del vicio de la tristeza y a recordar siempre que Jesús trae la alegría de la Resurrección. En concreto, habló de qué se puede hacer cuando llega el sentimiento de tristeza:
"Detente y reflexiona: ¿esta tristeza es buena? Y reacciona según la naturaleza de la tristeza. No olvides que la tristeza puede ser algo muy malo que nos lleva al pesimismo, que nos lleva a un egoísmo que difícilmente se puede curar", concluyó.
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