“Todos, de cualquier religión, tenemos igual valor ante Dios”

“Todos, de cualquier religión, tenemos igual valor ante Dios”

Mike Silvero conversa esta vuelta con Daniel Texeira y Marco Sosa, de la Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, en este viaje buscando las razones que hacen a las religiones. El programa “Un ateo en busca de la fe” se emite todos los sábados por el canal GEN.

 

Mike Silvero (S): Para comenzar, Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días. Así es, ¿verdad? Entonces para nosotros es más fácil decir que son mormones.

–Daniel Texeira (DT): Sin duda es un nombre largo, pero el propósito es seguir la instruc­ción que creemos seguimos de Dios, de que ese tiene que ser el nombre de la Iglesia. Y tiene varios significados en cada una de sus partes. Primero que es la iglesia de Jesucristo. Creemos que él está a la cabeza de la Igle­sia y la dirige. Luego está que es de los santos, que se refiere a las personas que buscan seguir a Jesucristo. Y de los últimos días, significa que creemos que estamos en los últimos días, próximos a la venida de Jesu­cristo nuevamente.

–S: Es como que está bien estructurado. ¿Nos puede explicar qué funciones cum­plen ustedes dentro de la Iglesia en Paraguay?

–DT: Yo estoy como Élder,

donde estoy en representación del Élder, que dirige la obra aquí en Paraguay, ayudo en la parte de la comunicación de la Iglesia.

–Marco Sosa (MS): La mía es como presidente estaca de Ñemby. Es una denominación que proviene de un versículo de Isaías que habla de fortale­cer sus estacas. El presidente estaca dirige la obra en cierto sector geográfico, delimitado también donde hay varias uni­dades. En mi caso hay nueve unidades, te puedo citar lo de Lucerito, Ñemby, Ypané, Gua­rambaré, Thompson, Villeta.

–S: ¿Y en Paraguay cuántas unidades o capillas habría? ¿Tienen idea de cuánta gente hoy está en la Iglesia?

–DT: Tenemos casi 100 capillas en todo el país y profesan casi 9.000 personas.

–S: ¿Cuándo llegan a Para­guay?

–DT: Y más o menos llegan a los 60, pero el crecimiento empieza en los 90. En poco más de diez años, se quintuplicó la cantidad de miembros.

–S: ¿Cómo definirían uste­des a la Iglesia, como una interpretación del cristia­nismo o como una religión diferente?

–DT: La Iglesia es cristiana. Creemos en Jesucristo, segui­mos sus enseñanzas. Creemos en la Biblia y aprendemos lo que Jesús nos enseñó ahí. Y creemos que cuando Jesús estableció los apóstoles y más adelante, cuando fallecieron todos los apóstoles, creemos que se per­dió la autoridad que Jesucristo les había dado. Y que más ade­lante fue necesario una res­tauración de esa autoridad. Que fue lo que ocu­rrió con Joseph Smith

en los años 1830 donde Jesucristo res­taura esa auto­ridad y entonces empieza a ver de vuelta su iglesia sobre la tierra.

–S: ¿Además de la Biblia, le suman otros textos, lo que le hace una religión más nueva, por decirlo así, más cercana a América, no?

–MS: Dentro de nuestros libros canónicos o escrituras sagradas está la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Tes­tamento, el Libro de Mormón, tenemos el libro Doctrinas y Convenios, y el libro La Perla del Gran Precio. El libro de Mormón es la clave de nues­tra religión, porque en ella se basa nuestra creencia y de la visita de Cristo en las Améri­cas, que se dio después de su resurrección, visitó a nues­tros antepasados, dejando así un registro. Este registro empieza en el Libro de Mor­món con una familia que parte de Jerusalén 600 años antes de Cristo, antes de que el pue­blo babilónico tomara pose­sión del pueblo de Israel. Ellos salen del desierto, el señor los guía, construyen un barco y llegan hasta aquí después de un tiempo. Y empieza lo que es, por así decirlo, la civilización del Libro de Mormón.

–S: ¿Nuestros antepasa­dos en América vinieron de Jerusalén?

–DT: Sí, así es.

–S: ¿Estamos hablando de mucho tiempo atrás, cómo se sabe, o cómo se llega a estas escrituras?

–DT: Joseph Smith era un joven más o menos de 14 años, tenía el deseo de saber cuál era la iglesia verdadera. Tenía muchas de esas preguntas que nos hacemos. Entonces estu­dia en la Biblia

de que si las per­sonas pregun­tan con sinceri­dad a Dios, él le va ayudar a sen­tir. Entonces va a un bosque a orar, entonces ahí tiene la manifestación de Dios. De que si bien no había una iglesia de acuerdo a la manifestación de Dios, en ese momento el Señor lo iba a lla­mar a él para restaurar su igle­sia. Más adelante, el señor le indica dónde están estos regis­tros que quedaron grabados y enterrados en una zona y que el señor lo iba a ayudar a tra­ducir esos registros. Más ade­lante él recibe esos registros que eran en una plancha de oro, de metal, para preservarse en tanto tiempo. Y Joseph Smith con la ayuda de Dios lo tra­duce y se convierte en el Libro de Mormón.

–S: ¿Y qué tiene de parti­cular este libro para que lo requieran además de la Biblia, qué le suma?

–DT: Ayuda a identificar muchas cosas que a veces no es suficiente con la Biblia. A veces, como muchas religio­nes, se interpreta de forma dis­tinta la Biblia. Cuando tene­mos un segundo registro nos ayuda para compararnos y poder tener una interpretación más adecuada para entender lo que los profetas y el Señor que­rían decir en ese entonces. Nos permite encontrar más preci­samente la verdad.

–S: ¿Por qué creen que la gente cree en Dios?

–DT: Pensando desde lo que me ha pasado a mí, llega un punto en el que uno cree que hay algo más. Hay algo más que solo vivir, ganarnos la vida o de que las cosas que tenemos aquí. Nos preguntamos por qué vivi­mos, qué va a pasar después de morir. Entonces hay momen­tos de la vida en que buscamos más información y creemos que Dios tiene un plan para sus hijos. Que no vivíamos solo por vivir, vivíamos antes de nacer, que hay un propósito en la vida y que después de esta vida tam­bién hay un propósito.

–S: Comparando con el cato­licismo o el evangelismo, hay diferencias sustancia­les en la manera de entender la vida, en el día a día?

–DT: Hay mucha similitud en muchas cosas. Al seguir a Jesu­cristo y en buscar de seguir en lo que él nos enseñó, entonces creemos en las familias, en los lazos de amor que se deben for­mar. Creemos en la vida des­pués de esta vida, creemos en esta vida hacer lo mejor que podamos y lo más parecido a seguir el ejemplo de Jesucristo.

–S: ¿Cómo reacciona la gente en Paraguay cuando ustedes se acercan así para hablarles, entre dos, sobre Dios, sobre nuestro mundo?

–DT: La verdad siempre el hecho de que uno llegue así a hablarte te hace pensar qué seguramente querrá, ¿me quiere robar? o algo así, pero no. En Paraguay la gente es muy amigable y sin duda conoce que estos misioneros tienen una apariencia, otra función, es muy conocido cuando se ve misionero por la calle y el hecho que pueda invi­tarte a recibir a Dios, bueno, ya depende de cada uno, verdad.

–S: ¿Hay que ser misionero para estar en la Iglesia?

–DT: Coincidentemente ambos fuimos misioneros.

–MS: De hecho a mí me tocó servir en Paraguay para poder llegar a ser misionero, o sea vos llegás a una edad, preparás tus papeles, enviás tu oficina gene­ral que está en Estados Uni­dos, y ese llamamiento –que así nosotros lo llamamos– se recibe a través del profeta. Eso viene y ellos nos designan dónde servir. A mí me tocó ser­vir en Paraguay.

–S: ¿Se hacen asistencias a las comunidades, eso de hacer trabajos sociales?

–DT: Sí, totalmente. Sumando a lo que dice Marcos, el servicio misionero es voluntario. Noso­tros nos postulamos y si la Igle­sia acepta, entonces durante dos años buscamos a personas interesadas a conocer el Evan­gelio. Puede tocarte en cual­quier parte del mundo.

–S: ¿En ese periodo de misión qué tienen, cómo es la comunicación con la familia?

–DT: Hoy día, la tecnología per­mitió muchas cosas. Hoy pue­den hablar una vez por semana, con las familias, en videolla­madas, ver cómo están, contar sus experiencias, recibir apoyo de los padres y tener ese lazo con la familia donde puedan compartir cómo está viviendo la misión.

–S: Cuando salen a golpear puertas, ¿cada cuánto no reciben un sí?

–DT: La verdad es que hay más no generalmente. Sin embargo, realmente al final, encontra­mos que hay muchas personas interesadas en buscar algo. Y lo más lindo es que los misio­neros no obligan de ninguna forma, sino que presentan sus mensajes e invitan a las perso­nas a consultar ellos mismos con Dios. Más o menos, tene­mos unas mil personas que se convierten a la religión cada año en el país.

–S: ¿Cómo sería para uste­des si un día va una per­sona a golpear su puerta y les dice: Vengo a hablarles de que no existe Dios. ¿Qué le dicen?

–DT: Podrían simplemente escuchar, podrían buscar com­partir ideas. Sin duda el hecho de que la persona pueda opinar, también va a estar dispuesta a querer escuchar a la otra parte. Y eso también hace el misio­nero, escucha la creencia de la siguiente persona.

–S: ¿Ustedes serían religio­sos en cualquier parte del mundo o primero tuvieron otra fe y encontraron aquí lo que les satisfacía?

–DT: Independientemente de que si naciste en una fami­lia que ya estaba en la religión o si ya la conoces de adulto, todos necesitan preguntar a Dios ellos mismos. Mi fami­lia era miembro de la iglesia en el momento en que yo nací; sin embargo, a los 13 o 14 años uno cuestiona muchas cosas. Y hoy día, el hecho de que un padre sea de una religión, no garantiza que su hijo esté inte­resado en eso. A esa edad más o menos fue que yo busqué mi propia confirmación. Saber por mí mismo que la Iglesia era de Dios. Y con un testimo­nio propio y experiencia pro­pia, decidí continuar el camino que dejaron mis padres.

–MS: Mis padres eran cató­licos. Cuando yo me uní a la Iglesia, tenía dos herma­nas que se habían unido. Yo tenía nueve años cuando pedí que los misioneros llegaran a casa y me enseñaran. Tuve la oportunidad de conocer, de hecho tuvo que esperar a mi mamá, mis padres estuvieron de acuerdo. Mi mamá ese día estaba en Buenos Aires, espe­ramos que regresara para que pueda firmar la autorización e incluso participaron de mi bautismo. Yo tenía nueve años.

–S: Y de ahí en más nunca ninguna duda.

–MS: El hecho es, Mike, cuando se busca realmente respues­tas a esas grandes interrogan­tes de nuestras vidas, llega un punto en el que nos sentimos muy susceptibles a todos. Donde buscamos la razón de nuestra existencia. ¿Por qué, Mike? ¿Por qué Marco?, qué lo que se espera, o qué yo quiero alcanzar. ¿O por qué todo esto? La Iglesia incentiva a la lectura de las Escrituras y luego hacer lo que hizo Joseph Smith, que es preguntar a Dios. Si alguien tiene falta de sabiduría, pedir a Dios. Lo que nosotros hace­mos es invitar a lo que se escu­che el mensaje y después cada uno tiene que buscar sus pro­pias respuestas. Predicamos de un padre celestial amoroso, que él quiere guiarnos por esta vía, que no sea una experiencia negativa.

–S: ¿Hay un líder de la Igle­sia, cómo se lo elije?

–DT: La Iglesia tiene un pre­sidente al que lo considera­mos como un profeta, vidente y revelador. Actualmente el presidente es Russell Marion Nelson,

es una persona de más de 90 años, está en el centro de la Iglesia, de las oficinas que quedan en la oficina de Utah, Estados Unidos. Normalmente hay apóstoles, tanto como hubo en la época de Jesucristo. Los apóstoles, cuando uno fallece, llaman a otros líderes para que ocupen ese lugar. Y el apóstol de más antigüedad es el que sirve de presidente de la Iglesia.

–MS: El segundo que asume es el de mayor antigüedad en el apostolado, no es el que es mayor de edad.

–S: ¿La fe es un don?

–DT: Es un principio. Busca­mos tener fe en el Señor. Hay algo que tenemos que hacer de nuestra parte, tener un deseo de creer que el Señor empieza a darnos más señales, más infor­mación. Y si nosotros reaccio­namos bien, cada vez esa fe va a convertirse en algo que noso­tros decimos es un testimonio.

–S: ¿Los ateos venimos fallados o qué nos pasa?

–MS: La fe es un principio de acción de todo ser inteligente en realidad. Si describimos a la fe como las escrituras mencio­nan, de que la fe es la certeza de lo que se espera, la convic­ción de lo que no se ve, enton­ces todos vivimos por la fe. La fe no es un principio religioso. Si tomamos ese significado de fe, entonces vos trabajás, todos los días, esperando la certeza de que vas a cobrar un sueldo a fin de mes. Día a día vos ejercés tu fe en levantarte, no importa el clima, hacés los sacrificios necesarios porque vos estás convencido de que esa acción te va a llevar a vos una recompensa.

–DT: Dios nunca mandaría a las personas en una cierta desventaja a la tierra. Tú no estás programado para creer o no creer. Él como todo padre quiere que sus hijos hagan lo correcto, pero deja que lo hagan por decisión propia.

–S: ¿Existe finalmente un libre albedrío o todo ya está escrito?

–DT: Si ya estuviera todo escrito, qué ocurriría con nues­tro albedrío, cómo podríamos ejercer, cómo podríamos sen­tirnos dueños de nuestros resultados. Fijate en el pro­nóstico del fútbol. Viendo cier­tas cosas, podés pronosticar un resultado, pero sin embargo puede ocurrir otra cosa. Puede haber una per­cepción de hacia dónde vamos, pero también hay una deci­sión de cada uno en el resul­tado final.

–S: ¿Cómo sienten ustedes que encaja la fe con la cien­cia?

–DT: Hay cosas en que la cien­cia está 100% segura. Hay otras en las que cree o tiene percep­ción de lo que es y hay en otras en donde no tiene idea de cómo hacer para manejarlo todavía. Un ejemplo es esto de la pan­demia. Entonces no hay una incompatibilidad entre la cien­cia y la religión, pero hay una parte en que la ciencia no ha llegado a una verdad correcta o completa, en la cual podemos asumir las cosas que hace Dios y cómo Dios sobra. Si bien hoy día todavía hay cosas en que la ciencia no ha llegado o no está 100% segura, mañana podría llegar a nuevas conclusiones.

–S: ¿Sienten algún tipo de prejuicios sobre lo que hacen en Paraguay? ¿Hay cosas que se dicen que uste­des hacen y no es así?

–DT: Siempre y en toda religión va a haber prejuicios y en todos los niveles de la vida hay infor­maciones a medias. Nuestro propósito es darles informa­ción tal como es, como debe ser.

–S: ¿Y en el interior del país cómo se ve?

–MS: En cierta manera noso­tros somos un pueblo muy cre­yente, muy arraigado a cos­tumbres de nuestros padres, abuelos. Pero al llegar al inte­rior, lo que a mí me tocó, pre­fiere quedarse en lo que ya sabe. Entonces respetamos obviamente lo que nos dicen lo que sienten y cómo quedarse. Pero hay otros también que tie­nen interrogantes, les presen­tamos las ideas, las lecturas y luego ellos ya escogen a la Igle­sia y unirse a la fe si quieren.

–S: ¿Cómo es la cuestión del manejo del diezmo, cómo es esa parte?

–DT: En la Biblia misma se habla acerca del diezmo. Tene­mos la enseñanza, el manda­miento de donar a la iglesia el 10% de nuestros ingresos. El cual se utiliza para las edifica­ciones, los materiales de ense­ñanza, los templos, hay fon­dos para ayuda humanitaria. Hemos trabajado con muchas organizaciones aquí en Para­guay y con otras religiones también. Vengo de participar en donaciones en el Hospital de Clínicas.

–S: ¿Ustedes tienen empleos ajenos a la Iglesia?

–DT: Así es. Esto es volunta­rio. Los líderes de la Iglesia son voluntarios. No es un clero pagado. Es un servicio a Dios. Los llamamientos son de Dios.

–S: ¿Yo debo bautizarme sí o sí, es como un proceso de conversión o cómo se lo denomina?

–MS: En realidad nosotros vemos el bautismo como una ordenanza. El salvador se bau­tizó para darnos el ejemplo de cómo seguirle a él. Es un con­venio que hacemos con Dios de poder ayudar a otros, para poder seguir en el sendero que conduce a él. Por eso, aquellos que realmente quieren seguir el sendero, deben hacer esas ordenanzas, nosotros le deci­mos y parte de ellos es el bau­tismo.

–DT: Es una forma física de expresarle a Dios que querés seguirle.

–S: ¿Y qué gano si un día me bautizo?

–DT: Es un convenio entre tú y Dios. ¿Cuál es tu parte de esa promesa? Voy a guardar los mandamientos. Y la parte de Dios es que va a bendecirte con el perdón, de cuando uno se arrepiente, bendecirte con la guía del espíritu. Es una ayuda de Dios para saber qué cami­nos seguir a lo largo de la vida.

–S: ¿Cuando se me acaba el tiempo en la tierra, qué pasa?

–DT: Nosotros creemos que al morir vamos a un mundo que se llama el mundo de los espí­ritus, donde tenemos la opor­tunidad de que Dios pueda predicar el Evangelio a esas personas que nunca tuvieron la oportunidad de conocer el Evangelio aquí en la tierra.

–S: ¿Cuánto tiempo le dedi­can a la Iglesia normal­mente?

–DT: Nos reunimos cada domingo, normalmente en reuniones de dos horas. Y luego hay actividades en la semana. Puede ser de entretenimiento o de aprendizaje, cosas así.

–S: ¿Alguna vez pensa­ron qué hubiesen sido si no hubieran tenido este lla­mado para esta vida que les tocó?

–DT: La verdad que tengo tan­tas cosas en mi vida, gracias al camino, a seguir a Jesucristo, que no puedo imaginar mucho sin la lglesia en mi vida.

–S: ¿La sexualidad se ve como inmoral?, ¿se ve como inmoral la homosexualidad por ejemplo?

–DT: En la Iglesia tenemos un código moral, en donde las relaciones son permitidas entre esposo y esposa legal­mente casados. Cuando una persona tiene una decisión de tener una relación sexual con una persona del mismo sexo, no está aprobado por Dios. Puede que alguien tenga el deseo, pero si no lo hace, no lo convierte en un acto, entonces no está rompiendo el manda­miento. El asunto es cuando pasa a tener una vida sexual fuera del matrimonio y/o con alguien del mismo sexo. Llevar una vida moral de acuerdo al mandamiento de Dios es úni­camente entre un hombre y una mujer que estén legal­mente casados. Cada uno tiene distintas pruebas en su vida.

–S: ¿Qué creen que pasaría en el mundo si no existieran las religiones?

–DT: Si pensara que esto es simplemente nacer, vivir y morir, tal vez no habría un plan. Pero al saber que hay un plan, sabría que en algún momento, al ser hijo de Dios, él va a darnos su Evangelio para hacernos entender el propó­sito que tenemos en la tierra. Al haber un Dios, sí o sí él va a decirnos su voluntad.

–S: ¿De los mandamientos, si podemos reducir a dos, cuáles son los fundamen­tales?

–MS: En realidad el Salvador mismo lo dijo, que toda la ley de los profetas está en amar a Dios sobre todas las cosas y al pró­jimo como a uno mismo. Creo que todo se engloba en eso. Siempre hablamos de eso, del potencial de la persona como hijo de Dios.

–S: ¿Qué es peor para uste­des, un ateo, un musulmán, un evangélico?

–DT: Lo bueno es que todos, todos somos hijos de Dios, y en ese sentido todos tene­mos igual valor ante Dios. Y lo maravilloso es que Dios nos va a dar bendiciones, no con base en una ley que nosotros conocemos, porque él conoce las intenciones del corazón, del pensamiento. Él va a juz­gar a las personas de acuerdo a lo que él sabe. Ante Dios, todo valemos.

–S: ¿Ustedes no consumen alcohol? ¿Hay alguna expli­cación en los textos sobre eso?

–MS: En realidad en Doctrina y Convenios, que es nuestro escrito, hay un capítulo dedi­cado a eso. Para nosotros eso es sabiduría, la palabra de Dios. Si leemos el Nuevo Testamento, Pablo dice que nuestro cuerpo es un templo de Dios donde el espíritu de Dios mora, si alguno destruyere el templo, él lo va a destruir a él. Entonces, el único lugar donde tenemos para vivir es nuestro cuerpo y como tal tenemos que cuidar eso. Tanto el alcohol como los cigarrillos y otras cosas perju­dican al cuerpo.

–S: Este tema de cómo inter­pretar lo que es nocivo a lo que hacemos al cuerpo ¿no podría ser interpretado así también con el tema de la vacunación, por ejemplo, ahora, en esta época? ¿Hay alguna postura respecto a la vacunación?

–DT: Una de las primeras per­sonas por la edad fue el pro­pio presidente de la Iglesia. Y él nos dio el ejemplo, de que si él, con todo se ponía la vacuna, entonces era algo bueno y que deberíamos de hacer también. Seguimos ese ejemplo. Sabe­mos que hay muchos desafíos en la salud, pero la vacunación es algo que hoy nos ayuda. Así que abiertamente recomen­damos que se vacune la gente.

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