El sacerdote argentino Fabián Báez, “ése del papamóvil”, analiza el pensamiento de Bergoglio en un libro de próxima aparición
por Alver Metalli
La notoriedad se debe solo a lo ocurrido aquella mañana del 8 de enero de 2014. Fabián Báez, sacerdote argentino del clero de Buenos Aires, estaba ese día en la Plaza de San Pedro con sus cien kilos de peso. Y la invitación debió ser muy parecida a la que Jesús le hizo a Zaqueo subido a un sicómoro, pero no para que bajara, sino para que subiera al papamóvil que pasaba a pocos metros.
Algunos segundos de desconcierto por el gesto inesperado del pasajero vestido de blanco y el padre Fabián reaccionó sin pensarlo demasiado. Saltó la valla. “Por suerte no me vio nadie”, dice que pensó en ese momento con santa ingenuidad. “Corrí hacia el papamóvil y lo abracé”, contó después a Tierras de América. “Él me preguntó: ‘¿Estás solo? Subí. Esta foto dará la vuelta al mundo’. Y tenía razón. ¡No me daba cuenta de que todo el mundo me estaba viendo en directa!”.
Después de aquel día de enero del año pasado, el padre Fabián Báez pasó de la elegante iglesia del Pilar, junto al cementerio de La Recoleta –un monumento histórico de Buenos Aires- a la de San Cayetano de Liniers, el popular santuario de Buenos Aires y meta de kilométricas peregrinaciones, y finalmente fue nombrado párroco de la pequeña iglesia de María Reina, en el barrio de Urquiza, clasificado como barrrio residencial de baja intensidad en los mapas catastrales de la capital.
A las puertas de la pequeña iglesia, flanqueada por altos edificios, no llegan caravanas de peregrinos para confesar, como en San Cayetano, y el padre Báez aprovecha para escribir libros. Está por terminar uno y ya eligió el título: “El tiempo de la misericordia”. En el libro repasa la idea de Iglesia tal como se desprende del magisterio del Papa, a la luz de la misericordia. Él considera que esta categoría sintetiza, resume, todo lo que Bergoglio-Francisco ha dicho y hecho en estos veintiocho meses. “Es el contenido de la nueva evangelización tal como la entiende el Papa, es decir una Iglesia que expresa la misericordia de Dios por el hombre concreto, histórico, por el hombre de hoy”, afirma con convicción.
Entre una página y otra –quienes lo conocen afirman que escribe con facilidad- el padre Báez no descuida sus obligaciones. Está a cargo de una parroquia joven, pero esa iglesia cuenta con la protección de dos Papas, el entonces arzobispo Bergoglio, que la coronó con el título de María Reina en 2010, en ocasión de los cincuenta años de su fundación, y Juan Pablo II, del que custodia una reliquia de sangre entronizada por su secretario, el cardenal Estanislao Dziwisz, el 22 de octubre del año pasado. El padre Báez siente nostalgia de las horas que dedicaba a la confesión de peregrinos en el santuario “del pan y del trabajo”. En realidad es lo que siempre ha hecho y lo que mejor sabe hacer. Y pensar que el examen para obtener el permiso de confesor no fue precisamente un éxito. “No me había ido bien”, cuenta. Y se lo dije a Bergoglio, que en aquel momento era auxiliar de Buenos Aires. Me habían bochado por absolver a un penitente hipotético sin profundizar “como se debe” en los pecados. “Bergoglio me dijo que él hubiera hecho lo mismo que yo”. Y le hizo dar la licencia de confesor. “Era poco mayor que un adolescente; fue muy comprensivo. El mismo rasgo de la misericordia, sobre el que tanto insiste”. Lo que al padre Fabián se le escapa y probablemente no quisera que se divulgue, es que él mismo a su vez ha confesado al futuro Papa.
“El libro –anticipa- comienza con el Concilio, pasa por la Evangelii Nuntiandi de Pablo VI y examina la idea de misericordia en Juan Pablo II y Benedicto XVI, para explayarse en el desarrollo pastoral y magisterial que Francisco hace de esa misma categoría”. El padre Fabián considera que la misericordia es el pilar sobre el que se asienta todo su pontificado y el futuro del mismo. “Por eso no terminaríamos nunca de hablar del tema”, aclara, y por eso también tuvo que obligarse a ponerle un punto final a su trabajo.En realidad el libro ya estaba listo hace dos meses y a punto de ser enviado a la editorial española que va a publicarlo. Pero el último viaje –a Ecuador, Bolivia y Paraguay- agregó mucho material, cosas de las que en su opinión no se puede prescindir.
“El discurso que dirigió a los movimientos populares en Bolivia es de suma importancia y al mismo tiempo una provocación benéfica para los católicos latinoamericanos”. El padre Báez se propone poner en un cuadro los siete principios que sienta el mensaje y muestra el lugar exacto donde piensa colgarlo. Después los cita de memoria: “ninguna familia sin casa, ningún campesino sin tierra, ningún hombre sin derechos, ningún trabajador sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una vejez digna”. “Son las ideas de Francisco, las mismas de siempre”, las que muchas veces escuchó de su propios labios, asegura. Pero hoy “las expresa desde lo alto de una conciencia extraordinariamente lúcida, esencial, confiriéndoles una irradiación inigualable”.
El padre Báez volvió a Roma en junio. El Papa estaba en Calabria para excomulgar la ‘ndrangheta (mafia calabresa, ndt). Pero a pesar de todo tuvo tiempo para una llamada telefónica y para despedirse hasta la vista en Argentina, a donde –acaba de confirmarlo el arzobispo de Montevideo Daniel Sturla- hay un 80 por ciento de probabilidades que viaje en septiembre de 2016. Pero “El tiempo de la misericordia” espera hacérselo llegar antes.
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