En una conversación con la radio argentina, el Papa exhortó a los fieles a cuidar la «casa común» y reveló: «Quisiera beatificar a Mama Antula»
«Caminar unidos nos ayuda a ser solidarios». Francisco, hablando su lengua madre, se dirigió a sus compatriotas y la conversación fue recorriendo los hilos de la memoria individual y colectiva del sacerdote y después obispo argentino que se convirtió en Pontífice.
En el diálogo radiofónico con «Es de Dios» de la parroquia Virgen del Carmen, de Campo Gallo (conectada en vivo con otras emisoras argentinas como Canal 7, Diario Panorama y Radio Panorama, el Papa expresó su deseo de poder beatificar dentro de poco a Mama Antula, definida por Bergoglio como un gran ejemplo de fortaleza. Se trata de María Antonieta de Paz y Figueroa, una laica consagrada del siglo XVIII, que pasó su vida en una pobre región del noreste argentino promoviendo ejercicios espirituales.
Durante la transmisión, después de haber expresado el «fuerte deseo» de beatificar a Mama Antula, Francisco añadió: «es un ejemplo del pueblo santiagueño, de la fortaleza del pueblo santiagueño».
Francisco también exhortó a los fieles de Campo Gallo a contribuir espiritualmente en el recorrido de la causa canónica que podría llevar a esta mística argentina a los altares. «Recen por ella», que reunió a su alrededor a un grupo de chicas que hacían una vida en común, rezaban, llevaban a cabo obras de caridad y colaboraban con los sacerdotes jesuitas. En poco tiempo, Mama Antula organizó ocho grupos de 300 personas indigentes, que mantenía con las limosnas. Cuando los jesuitas fueron expulsados de Argentina, en 1767, Mama Antula recorrió todo el norte del país ocupándose de sus obras. Llevaba consigo solamente una cruz de madera, símbolo de austeridad y del amor a Cristo. Se dice que en ocho años Mama Antula promovió ejercicios espirituales para 70 mil personas.
Después Papa Francisco afrontó temas de la actualidad geopolítica del planeta. «Hay que caminar juntos -exhortó. Siempre es mejor la amistad que la pelea, la paz que la guerra. Hay una sola manera de ganar una guerra: no hacerla. Cuando hay una guerra se pierde la paz, la alegría, la concordia. Hay que caminar juntos. Cuando uno está en la mala se le pone el hombro. El hombre no es un hongo, es para vivir en familia».
Y, continuó, hay que hacer un gran esfuerzo para cuidarnos los unos a los otros, especialmente a los abuelos y a los jóvenes, a quienes invitó a «animarse a soñar», porque «el que no sueña tiene pesadillas. Que sueñen cosas grandes, que Dios lo va a bendecir».
Por último, el Pontífice argentino rezó junto a los curas un Ave María y se despidió con un «los bendiga Dios todo poderoso. Un abrazo grande, que Dios los bendiga».
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