En entrevista el arzobispo de Tlalnepantla en México, Carlos Aguiar Retes, se refiere a la polémica por la “carta de los 13 cardenales” y el ambiente que impera dentro de la asamblea sinodal
Por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO
En el Sínodo de los Obispos de 2014 Carlos Aguiar Retes formó parte del comité de redacción. Ahora participa en la asamblea que tiene lugar en estos días en el Vaticano como “padre sinodal”. En medio de la controversia de las últimas horas por la “carta de los 13 cardenales”, el arzobispo mexicano de Tlalnepantla se refirió a ese y otros temas. Aseguró que el ambiente en la reunión es “sereno”, se dijo extrañado por las críticas a la comisión de 10 clérigos que redactará el documento final y aseguró que todos han tenido libertad para hablar dentro del Aula Nueva del Sínodo.
¿Cómo percibe el ambiente dentro del aula del Sínodo?
En general, desde el inicio hasta ahora, he visto un ambiente de mucha libertad como pidió el Papa y al mismo tiempo muy sereno, es decir nadie se inquieta por escuchar cosas. Sabemos que son posiciones propias y a veces explicables por las regiones (de los “padres sinodales”). Algunos tienen sensibilidades mayores hacia algunos desafíos y también ofrecen su posicionamiento, aquello que particularmente cada uno piensa como la vía para resolver los problemas. Ha sido muy bueno, el ambiente es excelente.
Pero algunos cardenales sí se inquietaron porque le escribieron una carta al Papa ¿no?
Parece ser que se trata de una carta que se escribió y se envió antes, no es propiamente dentro del Sínodo. Me imagino algunas inquietudes les movieron a hacer esa carta. Yo mismo he hablado con muchos de los que están ahí señalados como autores y algunos dicen que ni siquiera la firmaron.
Una de las críticas de la carta se refería al cambio del método en el Sínodo, ¿existe mucha confusión al respecto?
Hemos aplicado la metodología del “ver, juzgar y actuar”, que los latinoamericanos la sentimos familiar porque la utilizamos en la conferencia de Aparecida. Esa podría ser la dificultad de algunos. Prima en varios “padres sinodales” más la voluntad de un posicionamiento doctrinal y a partir de esos principios bajar los planteamientos concretos del actuar de la Iglesia. Ellos seguramente extrañan la anterior forma de trabajo.
Pero también se quejaba de cambios concretos en el sistema del Sínodo como un mayor tiempo para los “círculos menores” y menos para los discursos ante el pleno, además de un lamento porque cada padre sinodal tiene sólo tres minutos para hablar. ¿Eso condiciona la libertad de ustedes?
He visto que son muchos los discursos en el tiempo de las intervenciones libres y a veces no alcanzan a hablar todos los que se apuntaron. Ciertamente existe la posibilidad y la inquietud de aprovechar esos tiempos. La decisión de los tres minutos muchos la hemos elogiado porque en ese tiempo se puede decir la idea principal, no se trata de decirlo todo sino de ir al punto concreto a aportar. Además la nueva combinación de más “círculos menores” y menos discursos nos aligera la carga de trabajo. Era muy desgastante y difícil seguir durante nueve días, como en el Sínodo pasado, todas las intervenciones.
Por otra parte la carta criticó a los 10 integrantes de la comisión de redacción del documento final del Sínodo, nombrados por el Papa. ¿Existe molestia al respecto?
Realmente me extraña eso porque siempre ha sido así, la comisión de redacción es propia de la Secretaría General (del Sínodo), donde se piensa en nombres con representatividad. Hasta ahora he participado en cuatro Sínodos e incluso el año pasado fui parte del comité de redacción, siempre ha sido así. No entiendo por qué ahí pueden surgir quejas.
Parece que la preocupación de fondo tiene que ver con los divorciados vueltos a casar y la posibilidad que algunos de ellos accedan a la comunión. El debate sobre este tema ¿puede llevar a algo concreto al final del Sínodo?
Se han expuesto los puntos de vista y, como es la finalidad del Sínodo, quedarán consignados y puestos en manos del santo padre. El Sínodo trabaja sabiendo que él es la cabeza, sabiendo que él toma la última decisión y tiene la última palabra. Eso ha sido así desde hace 50 años, que iniciaron estas asambleas episcopales. Es una reflexión de los “padres sinodales” sobre el tema concreto, que le dejan al Papa los obispos y de ahí viene la exhortación post-sinodal.
Para usted este asunto, ¿es más bien doctrinal o pastoral?
Ambas cosas. Es doctrinal en el sentido que debemos preocuparnos porque camine el proyecto cristiano de familia, pero es pastoral porque se deben buscar maneras de acompañar a todas estas personas con situaciones muchas veces dolorosas.
¿Es posible que por un temor a dar una imagen equivocada en la Iglesia, se frene el debate sobre respuestas concretas a las familias heridas?
Creo que se va a llegar primero a una toma de conciencia sobre estas situaciones y segundo a que cada uno de nosotros nos hagamos responsables de mejorar muchas cosas que han traído estas consecuencias. Los divorcios, las fracturas en las familias, es cierto que son consecuencia de factores culturales y antropológicos, pero también tenemos nuestras responsabilidades eclesiales. Esas justamente las vamos a retomar la mayoría de nosotros.
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