El silencio como virtud mariana

El silencio como virtud mariana

Desde Campo Gallo, en el norte de Santiago del Estero, el padre Juan Ignacio Liébana abrió el ciclo sobre las virtudes de María. “La Virgen supo hacer silencio en su corazón, eso la capacitó para la escucha, para estar atenta a lo que Dios pedía de Ella. El silencio de la Virgen hizo posible la escucha atenta de Dios que la llamó para una misión. Ella se dejó envolver, con gran disponibilidad, por la Palabra de Dios y se dejó transformar por su Espíritu, que la movió a decir: he aquí la esclava del Señor, que se cumpla en mí tu Palabra. De este modo, llegó a ser la Madre del Salvador y la Madre de todos nosotros. Esta escucha atenta a Dios fue una actitud constante en María que guardaba las cosas de Dios meditándolas en su corazón”, sostuvo el sacerdote misionero.

“Estamos bombardeados por tantas palabras, imágenes y sonidos que si no creamos un espacio de acogida, en lugar de construirnos nos destruirá. El silencio no es otra cosa que la capacidad de acogida. Estamos en una cultura de la extroversión -volcados hacia fuera-, y precisamente por eso es importante mirar hacia dentro, volver a casa, porque el ser humano es también interioridad. Me gustaría que hubiera más silencio en las liturgias, que no hubiese tanta palabrería. Creo que hay demasiado verbo. El primer problema de nuestra sociedad occidental es el ruido, la prisa. Estamos bombardeados por palabras, imágenes y sonidos. Pero solo en la medida en que pasan por el tamiz del silencio nos pueden construir. De lo contrario nos aturden, nos destruyen, se convierten, simplemente, en recursos para la locura. Confundimos vida con vitalismo, con frenesí. En la medida en que te escuchas a ti mismo te capacitas para escuchar a los demás. Si además eres creyente, también para escuchar a Dios”, indicó Liébana.

“Las tres escuchas, Dios, los demás y uno mismo, son la misma escucha, de igual forma que la confianza en Dios, en los demás y en uno mismo es la misma cosa. En estos tiempos, no es fácil encontrar un oído atento y sereno. Estamos más habituados a hablar que a escuchar. Ya lo decía Santa Teresa de Calcuta: Hoy en día no tenemos ni tiempo para mirarnos los unos a los otros, para conversar, para disfrutar de la mutua compañía. El mundo se está perdiendo por falta de dulzura y de bondad. La gente se muere por falta de amor, porque todo el mundo está apurado”, agregó el padre Juani. Finalmente, invitó a hacer oración en silencio con una vela encendida y hacer silencio para escuchar mejor a Dios y al prójimo.

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