Agustín es un joven correntino con síndrome de Down que se propuso conseguir un abrazo del Santo Padre. Tiene 20 años, quiere ser repostero y cuenta con una familia que lo apoya en todo. Esta es su historia.
POR GABRIELA BENITEZ
@gabi_gbenitez
Agustín tiene a simple vista, una sensibilidad especial. Posee un perfecto entendimiento del amor familiar y la amistad que lo rodea. Este cariño es el que potenció desde hace un tiempo el sueño de conocer al Papa.
La peregrinación a Roma comenzó con la propuesta de su “madre del corazón” Imac Becerra quien está unida a Agustín de tal forma que él la ama tanto como a quien le dio la vida, su mamá Lucía Almada. “El es mi hijo del corazón, no nos une la sangre sino el amor” remarca Imac, quien asumió el rol de guiarlo toda la vida a la par de sus padres porque esta unión que hace que hoy se llamen “madre e hijo” sin serlo, comenzó mucho antes de que naciera Agustín.
Cuando el pequeño llegó al mundo no pudieron separarse más. Una amistad que comenzó con sus padres, días de guitarra, estudios, juegos y sobrinos en su casa, llevaron a que Agustín comenzará a reconocerla como una persona importante en su vida. Juntos acariciaron la mano de Francisco en una de las dos únicas audiencias que dio en enero.
El encuentro
Conocerlo era el sueño y pudieron cumplirlo este año. “Solicitamos el pase a la Audiencia General, nos enviaron la confirmación y viajamos el 2 de enero. El encuentro con Francisco fue el 13 en el salón Pablo Sexto del Vaticano donde había 10 mil personas de todo el mundo. La fe se manifestó desde un principio porque todas las audiencias estaban suspendidas por seguridad ante posibles atentados terroristas, pero la nuestra se hizo”, contó Imac a www.ellitoral.com.ar.
Y remarcó emocionada: “Es el número de la suerte, fijate: Agustín nació un 13 de diciembre, me confirmaron en mi trabajo un día 13 y ahora es también la fecha de este encuentro”.
Emoción de amigos
Ese día, Agustín se despertó muy temprano y se puso la camiseta de San Lorenzo, pero antes de recordar que es el club de los amores de Bergoglio, lo hizo porque es cuervo desde la cuna como su papá Héctor Ramírez Vergara, quien es oriundo de Perú y lo llevó a conocer el Machu Pichu. Pero esa es otra historia que seguramente se contará más adelante.
Con mucho frío llegó a la puerta de Santa Ana a las 7 de la mañana. Allí pasaron como todos los visitantes, por un control de seguridad. Presentaron los pasaportes y les entregaron las tarjetas de invitación. A las 10.30 llegó Francisco y aunque estaban muy lejos de él y eran siete personas en el grupo, la esperanza de encontrarlo seguía intacta.
Había muchísima gente, Agustín con su primo pequeño Diego Emiliano, se fueron abriendo camino entre los extranjeros que no entendían la palabra 'permiso' en español, pero luego de verlos, les daban paso porque en ese lugar bastan simples gestos para comunicar el deseo común y tácito: ver al Papa de cerca.
Como cada miércoles al finalizar la audiencia, Francisco saludó uno por uno a los enfermos y después compartió este mismo gesto con los matrimonios. Agustín y su primo ya pegados a la valla gritaban como todos a la vez, su nombre: “¡Francisco!¡Francisco!”, hasta que sus manos y sus ojos se encontraron con los del Santo Padre, quien con asombro y una gran sonrisa le dijo: “¡Un hincha de San Lorenzo argentino!”, basta ver las expresiones de ambos en la foto. Un segundo eterno de miradas alegres, como dos amigos que volvieron a verse después de un largo tiempo.
“Me emocioné mucho - contó Agustín- casi no me acuerdo de lo que me dijo, lo llamé muy fuerte a Francisco, y sé que él también se emocionó”, seguro que así fue.
Imac y Agustín no podían creerlo. Habían logrado lo que parecía imposible, aunque el joven ya lo había predicho cuando contaba a todos acerca de su viaje: “voy a encontrarme con el Papa” y no mintió.
Repostero, su próximo objetivo
Agustín es el menor de cuatro hermanos,cursa sexto año en la escuela inclusiva Nuevo Horizonte y el año pasado le dieron la bandera de la Integración. Su mamá muestra orgullosa la foto junto a sus compañeros.
“Asdra (Asociación Síndrome de Down República Argentina) me ayudó mucho en todo desde que nació”, agregó Lucía, “creo que pudimos darle una niñez felíz. Hoy sus compañeros lo cuidan, se ocupan de que no salga sólo, lo quieren y eso me da tranquilidad”.
Por su parte, él apunta que cuando termine la secundaria este año, quiere seguir la carrera de repostero “para hacer alfajores y bombones”. Un oficio que ya ejerce porque mientras habla convida exquisitos alfajorcitos de maizena hechos por él.
Entre sus deseos también está el de seguir viajando: “Me gustaría conocer Londres, París, Bélgica y Estados Unidos, ahh!! y tener una banda de música con mis hermanos”, enumerando precisamente cosas relacionadas con brindar felicidad a otros.
Le gusta la tecnología y entre los grupos de Whatsapp, el más importante lleva el nombre de “Sagrada familia” allí nuclea a sus hermanos, padres, abuelos por adopción, y todos los que quieran sumarse, porque él es así, “es que los amo a todos” dice con una sonrisa compradora.
También le gustan los deportes y la música: “Mis artistas preferidos son Prince Royce, Ricky Martin y el rey del pop, Michael Jackson”, cuenta.
Tanto su mamá Lucía como su mamá del corazón Imac tienen el mismo deseo para él: “Que sea feliz, que pueda cumplir sus sueños y en un futuro trabajar en lo que le gusta”, y agregan un cuarto con guiño incluido: que encuentre el amor.
Agustín tiene una conciencia admirable de que puede lograr cualquier sueño que se proponga y que su vida es un regalo para el mundo porque su felicidad hace bien a todos.
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