La histórica procesión que recorrió el paseo Estado, cubierto de alfombras de flores, fue desde la Iglesia San Agustín hasta la Catedral Metropolitana.
Este domingo se realizaron diversas procesiones de Corpus Christi en las más variadas ciudades del mundo. Hoy citamos a una de ellas: la que se desarrolló en la Capital de Chile y que reunió a miles de fieles. Fue presidida por el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, acompañado por el nuncio apostólico Ivo Scapolo, los obispos auxiliares, sacerdotes, diáconos y una multitud de personas provenientes de diversas partes de la capital.
Las informaciones enviadas a ZENIT por la dirección de Comunicaciones del arzobispado de Santiago, señalan que a pesar de la fría y lluviosa tarde del domingo miles de personas participaron de la histórica procesión que recorrió el paseo Estado –cubierto de alfombras de flores– desde la Iglesia San Agustín, hasta la Catedral Metropolitana.
La celebración en la que se conmemora la institución de la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo inició por la tarde y en la homilía, el cardenal Ezzati destacó: “Han sido valientes al enfrentar la lluvia y el mal tiempo. Esto nos muestra que el amor a Jesús es más fuerte que cualquier adversidad del tiempo o la cultura que vivimos hoy. Como desde comienzo de la vida de la Iglesia, cuando los apóstoles experimentaban la presencia de Señor en medio de ellos. Jesús resucitado nunca dejó de estar presente”.
“En estos dos mil años de historia –añadió el purpurado– la Iglesia nunca perdió la fe que el Señor camina con nosotros. En el pan y el vino, Jesucristo ofreció en la Última Cena el signo de la presencia real en nuestra vida y nuestro caminar”.
“Hoy lo queremos llevar por las calles de nuestra ciudad. Su presencia es salvadora, nos da esperanza. Como dice el papa Francisco, nos hace perseguirlo como paralíticos, que hemos sido sanados por la presencia de Jesús. La ciudad y el mundo de hoy se parecen a un paralítico. Hay tanta falta de confianza en esta nuestra historia. Que la presencia de Jesús nos toque el corazón para que podamos caminar siendo hermanos construyendo el Reino de Dios”, señaló el cardenal.
La voz de los peregrinos
Paula Samaniego, una madre que asistió a la procesión junto con sus hijos, expresó: “Bonito para los niños, para nosotros, una oportunidad única y hay que hacerle frente al mal tiempo porque es una experiencia preciosa y las alfombras son demasiados impactantes”.
Eva Mics, del equipo de servicio, señaló: “es primera vez que vivo Corpus Christi y nunca había visto las alfombras, pese a que estaban mojadas, me gustó porque jamás las había visto”.
Otro servidor, Felipe González, agregó: “nos juntamos semana a semana para adorar al cuerpo de Cristo y como esta es la celebración de él, siento que es una de las más importantes de la iglesia porque celebramos el cuerpo”.
Por su parte, Vito Jiménez, seminarista de cuarto año, contó: “Es una fiesta muy significativa, considerando que yo me estoy formando para ser sacerdote, entonces pensar que yo podré consagrar el pan y el vino para que sean el cuerpo y la sangre de Jesucristo hacen que esta fiesta sea esencial, además aquí uno se da cuenta que las personas tienen necesidad de Jesús sacramentado”.
Para monseñor Fernando Ramos, obispo auxiliar de Santiago, esta fiesta: “Expresa la devoción eucarística de los católicos que ven en un trozo de pan la visita de Jesucristo que se entrega como alimento y bebida para todos nosotros. Así que a través de esta procesión, expresamos nuestro cariño y agradecemos la presencia y cercanía de Dios en nuestras vidas”.
Sobre la violencia en la ciudad
Consultado al final de la ceremonia, respecto del lanzamiento de un artefacto incendiario al templo de la Gratitud nacional, el arzobispo expresó: “La violencia siempre engendra mayores problemas. Nos aleja los unos de los otros. Crea división. Nuestra vocación cristiana es a la comunión, a entendernos, a respetarnos aun en diversas posturas. Lamento que la violencia sea la voz que resonó ayer. Lamento que sea voz de jóvenes, porque ellos tienen por delante el futuro, desean vivir en paz. Duele el corazón cuando algunos de ellos no comprendiendo lo mas bello de su vocación, destruyen en vez de construir. He recordado la semana pasada las palabras del cardenal Raúl Silva Henríquez: ‘Matemos el odio, antes que el odio mate el alma de Chile’, hoy vuelvo a repetir esas palabras”.
Comentá la nota