Refugiados almuerzan con el Papa y narran guerras, torturas, migraciones

Refugiados almuerzan con el Papa y narran guerras, torturas, migraciones

Además de los líderes religiosos, 25 prófugos estuvieron en el refectorio del convento de San Francisco de Asís, y llevaron consigo las historias de países como Siria, Nigeria, Eritrea, Malí.

IACOPO SCARAMUZZI - ASÍS

Guerras, bombardeos, atentados, persecución, expropiaciones, torturas. Son las experiencias de los 25 refugiados que almorzaron con el Papa y otros 500 líderes religiosos en el refectorio del convento de San Francisco de Asís antes de la ceremonia final de la cumbre internacional «Sed de paz».

Una de las refugiadas, la siria Tamar Mikali, que llegó a Roma gracias a los corredores humanitarios promovidos por la Comunità di Sant’Egidio, la Iglesia valdense y la Federación de las Iglesias Evangélicas de Italia (y que por la tarde pronunciará un testimonio), almorzó en la mesa del Pontífice. Alrededor de Francisco estaban el Patriarca ortodoxo Ecuménico, Bartolomeo, el sacerdote albanés Ernest Troshani, encarcelado en un gulag durante la época del régimen comunista, el rabino David Rosen y la presidenta de los hebreos romanos Ruth Dureghello, el primado anglicano Justin Welby y los protestantes Tveit y Junge, el fundador de la Comunità di Sant’Egidio, Andrea Riccardi, el Patriarca Ignatius Aphrem II, Patriarca siro-ortodoxo de Antioquía, los cardenales Bassetti (Perugia) y Nicola (de las basílicas papales), los monseñores Becciu (Sustituto de la Secretaría de Estado) y Ayuso Guixot (del Diálogo intrereligioso), el general de los franciscanos conventuales Marco Tasca, el obispo de Asís, Domenico Sorrentino, y el sociólogo Zygmunt Bauman. En la mesa de al lado estaban los demás 24 refugiados, huéspedes del centro Cara de Castelnuovo di Porto (10) y de la Cáritas de Asís (4) y de la Comunità di Sant’Egidio en Roma(10)

 

Siria «siempre está en mi corazón», contó después del almuerzo Kevork, sirio armenio, uno de los prófugos de este último grupo; «a nadie se puede negar la ciudadanía del lugar en el que nació, vivió, se casó, ha trabajado y pasó su infancia». Para los sirios armenios, explicó, «este es el segundo éxodo después del de Turquía en 1915: como mis padres, mi padre, mi abuelo, que dejaron todos sus bienes en Turquía, fueron expulsados y se fueron a Alepo, en donde reconstruyeron sus vidas, así ahora sus nietos e hijos han dejado sus bienes, sus posesiones: esperemos que este sea el último éxodo para nosotros».

Anu, que llegó a Italia desde Malí en una patera, cuenta que habló con el Papa sobre la propia historia y sobre la paz: el encuentro de Asís «es una cosa maravillosa para mí, porque, buscando la paz, dejé mi tierra». Paulina, nigeriana que llegó a Italia en julio de este año, después de «muchas torturas», de pasar por Lampedusa y después por Ponte Galería. «Luego casi nos deportan a nuestro país, pero las personas de Sant’Egidio nos salvaron, nos dieron una casa». Está tomando clases de italiano y de costura (ella misma confeccionó el vestido que lleva puesto hoy), y reveló: «Hoy tuve la gran posibilidad de encontrar al Papa, no es tan fácil para todos: le dije que quería bautizarme, que me había hecho el vestido sola, y él me dio esperanza. ¡Estoy muy contenta!». Entre los otros prófugos huéspedes de Sant’Egidio en Roma hay palestinos, eritreos, sirios (cristianos y musulmanes) y una mujer que viajó a Roma desde Lesbos con el Papa.

En el convento de San Francisco los más de 500 huéspedes comieron un menú adecuado para sus creencias religiosas: entradas de mozzarella y parmesano, pasta con tomate y ravioles con requesón y espinacas, asado de cordero y pavo con hongos y ejotes, dulce de fruta y crema. Antes de comenzar el almuerzo, Marco Impagliazzo, presidente de la Comunità di Sant’Egidio, hizo un brindis por los 25 años de ministerio de Bartolomeo y le regaló la escultura de un olivo. 

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