Una reforma esperada que suaviza el horizonte del Sínodo

Una reforma esperada que suaviza el horizonte del Sínodo

La mayor parte de los padres sinodales, hace un año en el aula, había sugerido agilizar el proceso en las causas de nulidad matrimonial y dar más poder a los obispos. La decisión de Francisco puede contribuir para acallar las polémicas sobre la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar

Por ANDREA TORNIELLI

CIUDAD DEL VATICANO

La reforma que agiliza y hace más rápidas las causas de nulidad matrimonial, otorgando a los obispos el poder de juzgar con un proceso breve (siempre y cuando la petición sea presentada por ambos cónyuges o haya tales evidencias como para no exigir posteriores averiguaciones), llega como una bomba. Una bomba de agua destinada, probablemente, a apagar muchas de las mechas que ya habían sido encendidas en vista del próximo Sínodo sobre la familia.

Hace un año, la que predominó en las discusiones, en el aula y en los medios de comunicación, fue la propuesta del cardenal Walter Kasper de conceder la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar (solo en ciertos casos, bajo determinadas condiciones y después de un camino penitencial). La propuesta, vista con buenos ojos por algunos exponentes del episcopado mundial, provocó una fuerte reacción por parte de otros cardenales que sostuvieron la imposibilidad de cualquier concesión, esgrimiendo la doctrina de la indisolubilidad.

Como respuesta al libro de Kasper, como se recordará, fue publicado un primer volumen de cinco purpurados (entre los cuales estaba el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller). Ahora, en vista del nuevo Sínodo, el frente de los que se oponían a la propuesta de Kasper se ha hecho más compacto y publicará un nuevo libro en estos días con las firmas de once cardenales. Es curioso que en pocos días los dos principales protagonistas de este debate, Kasper y Müller, hayan hablado de «cisma». El Prefecto de la Fe lo hizo aludiendo al riesgo de fracturas en la Iglesia sobre el tema de la moral matrimonial. El autor de la propuesta de apertura habló el el como un dato de facto: «Para muchos -dijo Kasper- la doctrina de la Iglesia está lejos de la realidad. Hay una especie de cisma práctico».

El frente de quienes están en contra de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar cuenta con diferentes personalidades, como los cardenales italianos Angelo Scola, Carlo Caffarra y Camillo Ruini, y los curiales con puestos clave como Müller, el Prefecto de los obispos, Marc Ouellet, el cardenal Penitenciero Mauro Piacenza. Y el patrón de la Orden de Malta, el conservador estadounidense Raymond Leo Burke. Entre los «aperturistas», con tonos particularmente fuertes y casi desafiantes, se ha elevado la voz, en los últimos meses, del cardenal Reinhard Marx, exponente de relieve de la inquieta Iglesia alemana.

La decisión de Francisco es lo que esperaban muchos fieles. Puede contribuir para desmantelar las polémicas y podría desinflar, por lo menos en parte, la fronda interna. Efectivamente, desde hace tiempo se esperaban una simplificación y una agilización de los procedimientos de nulidad matrimonial. Hace un año, al final del Sínodo extraordinario sobre la familia, casi el 90% de los padres sinodales pidió que los procesos fueran más accesibles y más ágiles, yendo más allá de la doble sentencia y otorgando poderes a los obispos. Fue precisamente el cardenal Scola quien sugirió en el aula, además de la aceleración de los procesos, un papel mayor para los pastores diocesanos, llegando a proponer incluso un procedimiento que no fuera judicial.

Con las nuevas normas promulgadas el 8 de septiembre, que entrarán en vigor a partir del 8 de diciembre (día de la apertura del Jubileo de la Misericordia), el Papa pone en práctica una petición casi unánime del Sínodo. Confirma la necesidad de contar con testimonios y documentos que comprueben la nulidad, es decir el hecho de que el matrimonio no se haya llevado a cabo realmente, sin alterar el papel del defensor del vínculo y manteniendo el carácter judicial del proceso. Pero todo será más sencillo y rápido, menos con menos burocracias y cabildeos, concediendo mucho más al papel pastoral de los obispos, justamente como había sugerido la asamblea sinodal. Una reforma esperada, pues, que también toma en cuenta diferentes intervenciones de Benedicto XVI sobre la falta de fe al momento de las nupcias como una de las posibles causas de nulidad capaz de viciar el consenso. Una reforma que podría desmantelar las batallas doctrinales a las que parecen estarse preparando desde hace tiempo y que, probablemente, hará menos compactos los dos frentes contrapuestos, en particular el frente más conservador.

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