«Queridos jóvenes, al mundo de hoy le falta la capacidad de llorar»

«Queridos jóvenes, al mundo de hoy le falta la capacidad de llorar»

Ante una niña de Manila que rompe en lágrimas al preguntarle por qué los pequeños sufren, Francisco deja nuevamente el discurso preparado y habla desde el corazón. Recuerda a la voluntaria que perdió la vida ayer en Tacloban. Y a los jóvenes les dice: no sean «jóvenes museo», llenos de información, sino sean sabios aprendiendo a amar y dejándose amar

No se puede responder con frases preparadas de antemano frente a la pregunta de Gljzelle Palomar, de 12 años, que le preguntó al Papa: «Hay muchos niños rechazados por sus padres, hay muchos que se convierten en víctimas y muchas cosas horribles les pasan, como la droga o la prostitución. ¿Por qué Dios permite que pasen estas cosas, aunque no sea culpa de los niños? Y, ¿por qué hay tan pocas personas que nos ayudan?». La niña rompió a llorar al pronunciar las preguntas. El Papa se conmovió frente a más de 30 mil jóvenes, en la Universidad de Santo Tomás, en donde acababa de escuchar otro testimonio conmovedor, el de Jun Chura, ex-chico de la calle de 14 años que hoy trabaja para la fundación Tulan ng Kabataan. Francisco abrazó a ambos y mantuvo largo rato su mano sobre la pequeña cabecita de Glzelle.

«hoy, ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta. Y no le alcanzaron las palabras, necesitó decirlas con lágrimas -dijo el Papa dejando a un lado el texto preparado en inglés y hablando nuevamente en español. El núcleo de tu pregunta casi no tiene respuesta. Solamente cuando somos capaces de llorar sobre las cosas que tú viviste, podemos entender algo y responder algo. La gran pregunta para todos: '¿Por qué sufren los niños? ¿Por qué sufren los niños?'».

«Queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar -afirmó el Papa. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados... pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada uno se pregunte: '¿Yo aprendí a llorar?' '¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?' ¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más? Y esto es lo primero que yo quisiera decirles. Aprendamos a llorar como ella nos enseñó hoy (Gljzelle)».

 

 «No olvidemos estas preguntas: la gran pregunta sobre por qué los niños sufren la hizo llorando, y la gran respuesta se aprende llorando. Jesús, en el Evangelio, lloró por el amigo muerto, lloró en el corazón por la familia que había perdido a su hija, lloró cuando vio a la pobre viuda enterrar a su hijo, se conmovió hasta las lágrimas cuando vio a la multitud sin pastor. Quien no sabe llorar no es un buen cristiano. Este es el desafío: cuando planteamos la pregunta sobre por qué sufren los niños, por qué suceden estas tragedias en la vida, que nuestra respuesta sea o el silencio o la palabra que nace de las lágrimas. ¡Sean valientes, no tengan miedo de llorar!». 

Francisco había comenzado el encuentro recordando a la voluntaria que falleció ayer en Tacloban. «Primero de todo -dijo-, una noticia triste: ayer, mientras estaba por empezar la misa, se cayó una de las torres, como esa, y al caer hirió una muchacha que estaba trabajando, y murió. Su nombre es Kristel. Ella trabajó en la organización de esa misa. Tenía 27 años. Era joven como ustedes. Trabajaba para una asociación que se llama "Catholic Relief Services". Era una voluntaria.Yo quisiera que nosotros, todos juntos, y ustedes jóvenes como ella, rezáramos en silencio un minuto y después invocáramos a nuestra madre del cielo». 

Después de haber respondido a la pregunta de Gljzelle, Bergoglio, improvisando, respondió a las preguntas que le hicieron otros dos jóvenes, que habían ofrecido su testimonio. El primero, Leandro, como el amante nadador, estudiante universitario, habló sobre la cada vez mayor influencia del mundo de la red y de los teléfonos inteligentes en la vida de los jóvenes. «El mundo de la información no es malo: pero a veces no es un mundo que ayude. Corremos el peligro de vivir acumulando informaciones. Tenemos tanta información, pero no sabemos qué hacer con ella. Corremos el peligro de convertir a nuestros jóvenes en museos: tienen todo, pero no saben qué hacer con ello. No necesitamos ‘jóvenes museo’, sino jóvenes sapientes». 

 «Cuál es la materia más importante que debemos aprender en la universidad y en la vida: aprender a amar. Es lo que cuenta: no solo acumular información, solo mediante el amor esta información se vuelve fecunda. Por ello, el Evangelio nos propone un camino sereno, tranquilo, usando tres lenguajes: el lenguaje de la mente, del corazón y de las manos, es decir: lo que piensen y sientan, realícenlo. Pensar lo que se siente y lo que se hace, sentir lo que pienso y lo que hago. Pensar, sentir y hacer. Y hacerlo armoniosamente». 

«El verdadero amor es amar y ser amado. Dejémonos amar. Lo más importante es dejarse amar por Dios. Abrirse al amor de Dios, que nos provoca una sorpresa. Si uno solo recoge información, se cierra a la sorpresa. El amor abre a la sorpresa, porque supone un diálogo entre dos. El Dios de la sorpresa siempre nos sorprende. No debemos tener la psicología de la computadora, que pretende saber todo. En la computadora están todas las respuestas y ninguna sorpresa».

El Papa después respondió a la pregunta del ingeniero electrónico Rikki Macalor, inventor de las luces solares nocturnas para los sobrevivientes del tifón Yolanda en Tacloban, que contó lo que estaba haciendo por los demás. «Gracias por lo que has hecho por tus compañeros -dijo Francisco-, pero quiero preguntarte una cosa: tú, y tus amigos dan, ayudan. ¿Pero dejaste que te dieran a ti? La respuesta está en tu corazón… ¿Dejas que los demás te den la riqueza que te falta? Los saduceos, los doctores de la ley daban mucho al pueblo; la ley, les enseñaban, pero nunca dejaban que el pueblo les diera algo. Tuvo que intervenir Jesús para que se conmovieran, para ser amados. ¿Cuántos jóvenes entre ustedes saben dar, pero no han aprendido a recibir? Solo te falta una cosa: dejar que te den lo que te falta».

«No es fácil comprenderlo: aprender a mendigar. Aprender a recibir con humildad, a ser evangelizados por los pobres; la persona a la que ayudamos tiene mucho que ofrecernos. ¿He aprendido a mendigar también de esto, o soy suficiente a mí mismo y solo quiero dar? ¿Creo tener todo y no necesitar nada? ¿Sé que soy pobre? ¿Sé que tengo mucha pobreza y necesidad? ¿Me dejo evangelizar por los pobres, por los enfermos? Esto ayuda a madurar todos esos compromisos en el trabajo de dar más. Aprender a tender la mano desde la propia miseria».

Al final, Francisco invitó a «amar a los pobres: piensen, sientan con los pobres, pidan a los pobres que les den la sabiduría que tienen. Es lo que quiero decirles hoy. Perdonen si no dije lo que tenía preparado. Pero la realidad es superior a la idea. Y su realidad es superior a la idea de todo lo que había preparado».

Al principio de su discurso, el Papa se quejó por disparidad entre las chicas y los chicos que le iban a plantar preguntas y a ofrecer testimonios. «Las mujeres tienen mucho que decir a nuestra sociedad. La mujer es capaz de hacer preguntas que los hombres no terminamos de entender. Presten ustedes atención: ella, hoy, ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta. Y no le alcanzaron las palabras, necesitó decirlas con lágrimas. Así que, cuando venga el próximo Papa a Manila, que haya más mujeres». 

Una inmensa multitud, a pesar de la lluvia, acompañó al Papa mientras pasaba por las calles de Manila. La atención por su seguridad es máxima. Desde los micrófonos en la Universidad, antes de la llegada de Bergoglio al encuentro con los jóvenes, se escuchaban indicaciones sobre cómo comportarse en caso de la detonación de artefactos explosivos.

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