Pepe Di Paola: "El problema de las drogas y las adicciones se resuelve con una política de Estado"

José María Di Paola es el cura villero más famoso del país. A pesar de su juventud, desde hace años tiene un prestigio bien ganado a fuerza de coraje y compromiso por el trabajo que viene realizando en la recuperación de chicos y jóvenes adictos a las drogas.

El Hogar de Cristo creado en 2008 en la parroquia Virgen de Caacupé, del barrio porteño de Barracas, se ha convertido en una institución modelo del programa de inclusión y acompañamiento de adictos al paco, la droga de los pobres que desde ese tiempo viene causando estragos en las villas del distrito federal y en el conurbano bonaerense. El padre Pepe, como todos los conocen, es un ferviente admirador de Carlos Mugica, el famoso cura villero asesinado en la década del 70, y también del papa Francisco, con el que trabajó cuando éste era obispo de la provincia de Buenos Aires. Desde 2013 tiene fuertes vínculos con la Municipalidad de Salta a partir de la creación de centro barrial de abordaje y tratamiento de adictos que lleva su nombre. La institución funciona en la calle Balcarce 1315. El Tribuno entrevistó el viernes pasado a Di Paola cuando vino a Salta para dictar una conferencia en el Centro de Convenciones, previo al inicio del 1§ Congreso de Pastoral Social del NOA "La problemática de la drogadicción: prevención, rehabilitación y aspecto legal".

 

¿Cómo analiza el problema de las adicciones?

Para la Iglesia es un tema central, porque observamos cada vez con más fuerza que la droga se está apoderando de la vida de los chicos, de los jóvenes, lo que trae aparejada una fuerte repercusión en las familias. Como iglesia pensamos que se trata de un tema que debe ser abordado como una política de Estado. El 7 y 8 de noviembre vamos a tener un encuentro con todas las iglesias del país en Buenos Aires para analizar en profundidad esta cuestión y a partir de esas conclusiones emitiremos un documento.

¿Cuál es la mirada que tiene la Iglesia?

Pensamos que por la gravedad de este tema, queremos comprometer a todas las diócesis en un proyecto común para ver de qué manera podemos darles una oportunidad a los jóvenes de todo el país que quieran recuperarse de las adicciones. La Iglesia está dispuesta a hacer todo el aporte que esté a su alcance, pero hace falta una mirada más federal para encontrar una respuesta a esta problemática, es decir, una política de Estado. Nosotros pensamos que la ecuación más importante se da entre la sociedad civil y el municipio por una cuestión de cercanía. En el caso de Salta, la Intendencia se interesó por el tema, me pidió asesoramiento y a partir de allí se creó el primer centro barrial de abordaje y tratamiento de adictos . Hubo chicos de aquí que fueron a la granja nuestra.

¿Qué opina del mensaje que han dado los candidatos a presidente sobre este tema?

Lo que dicen confirma que no se ha trabajado seriamente en esta materia. Lo venimos diciendo desde hace mucho tiempo. Salvo en algunos lugares, donde el tema ha ocupado la agenda de los municipios y de los gobiernos provinciales, no se ha avanzado mucho. Pensamos que hay que trabajar en un proyecto común. El de las drogas no es un problema que deba tener solamente una mirada política. Hay que aprovechar la experiencia de muchos sectores que vienen trabajando y escuchar a la gente que sufre el problema y no puede hablar. Con todo esto, creo que se podría armar un programa integral. Hoy las cosas están como sueltas, donde cada uno hace lo que puede.

¿Cuál debería ser el rol del estado?

Y bueno, ese es el punto. Hay gente, instituciones y funcionarios que algo hicieron dentro de sus posibilidades, pero como no hay una política de Estado, no hay un programa integral, y en estas condiciones es difícil avanzar. Cuando hacemos un mirada macro, podemos advertir que en las provincias son muy pocos los centros de recuperación y ese es el resultado de la dejadez. Si bien notamos que hubo una toma de conciencia del problema, es necesario que el Estado y la sociedad se pongan al hombro este tema porque el uno sin el otro no pueden funcionar. En la medida que trabajemos bien en las escuelas, en los clubes, en las parroquias, y con una fuerte apoyatura del Estado, seguramente alcanzaremos el nivel de una política de Estado.

¿En qué porcentaje se incrementó el consumo en los últimos años?

No se en qué porcentaje, pero sin duda hubo un incremento sustancial del consumo y eso lo dicen los informes del Ministerio de Educación de la Nación. El consumo en los colegios secundarios se ha ido extendiendo a partir de la marihuana, una droga considerada inocua. Hay mensajes equívocos que los chicos reciben a través de los medios, de su ídolos y ese es todo un tema.

¿Con el paco, el consumo se masificó?

Sin duda que sí, por tratarse de una droga de fácil acceso. Yo descubrí el paco en las villas. En un principio no se sabía qué era y lo que estaba claro era que había sido lanzado al mercado para atrapar a los sectores marginales. En realidad es una oferta más, de las tantas que hay. Es como ir al supermercado donde hay vinos que lo puede comprar la clase alta, hay otros para la clase media y están aquellos para las clases más bajas. Dentro de esta última categoría estaría el paco.

¿Qué opina de los políticos acusados de estar vinculados con el narcotráfico?

No quiero opinar sobre este tema. Lo que tenemos claro es que cuando el narcotráfico invade un país, invade todos los estamentos de una sociedad. El compromiso de los gobernantes tiene que traducirse en hechos. Es un tema en el que se tienen que involucrar muchos ministerios si queremos tener un país sin droga. Es importante que este tema esté en la agenda de los candidatos. El conurbano bonaerense es un distrito con 13 millones de habitantes y es muy difícil, pero tenemos que pensar a nivel país y por eso insisto en la necesidad de afrontar esta lucha con una mirada federal.

¿Continúa recibiendo amenazas?

Ahora no. En 2010 fui amenazado luego de la emisión de un documento en el que denunciamos el tráfico y comercialización de drogas. Como yo era el coordinador del equipo de sacerdotes para las villas de emergencias de la Arquidiócesis de Buenos Aires tenía que transmitir públicamente ese documento. Un día se acercó una persona y me dijo que me iban a matar. Mantuvieron esas amenazas durante un tiempo, pero me quedé un año y medio. Después me puse a pensar que esto podía salpicar a mis colaboradores y a los chicos que se estaban recuperando. Así fue como me fui a Campo Gallo, en Santiago del Estero, pero ahora volví para retomar el trabajo que hacía en el gran Buenos Aires.

¿Sigue teniendo contacto con el papa Francisco?

Los que trabajamos en las villas sentimos en todo momento su presencia. Él nos ayudó mucho cuando era obispo en Buenos Aires. Trabajé mucho con él cuando yo era el coordinador de las villas. El Hogar de Cristo, nuestro centro de recuperación, comenzó con él. Ahora que es Papa lo que podemos decir es que es el mismo que conocimos, el que venía a la villa, el que lavaba los pies a los chicos adictos, el que apoyaba a los curas que trabajábamos con los más pobres.

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