Pentecostés, el Beato Romero y la voz del pueblo

Pentecostés, el Beato Romero y la voz del pueblo

"Donde estén dos o tres reunidos en mi nombre, yo estaré en medio de ellos"

Este fin de semana, la Iglesia celebra Pentecostés.  Los discípulos reciben el Espíritu Santo. Nace la Iglesia. Al miedo y la incertidumbre, les llega el fuego sagrado del Señor. Las lenguas de fuego, el poder de Dios, les traen Sabiduría, Fortaleza, Temor de Dios, Ciencia, Consejo, Entendimiento y Piedad.

Con esta fuerza, llegarán a los confines de la tierra. La vida de la Iglesia en más de 2000 años es la muestra del trabajo conjunto de lo humano con lo divino. Un puñado de hombres, unidos solo por su fe y su experiencia junto a Cristo, construirán la Iglesia, hoy con la adhesión y participación de cerca de 1500 millones de personas.  Y creciendo día a día. Mucho se ha hecho, y siempre falta más. La tarea evangelizadora no se detendrá nunca. 

Más de 2000 años llevando el mensaje de Cristo al mundo. Todo esto es obra del Espíritu Santo. En un hombre cualquiera, anónimo y desconocido, que en su vida experimenta uno de los 7 dones, y en los grandes Santos y Santas, Beatos, Siervos de Dios o mártires. En todos ellos aparece la llama del Espíritu Santo para creer, confiar, e ir muchas veces más allá de sus propias fuerzas.

Y todo esto sin ninguna duda tiene que ver con Monseñor Oscar Arnulfo Romero. El Papa Francisco pudo avanzar, con profundas convicciones, luego de años de trabas de algunos sectores dentro y fuera de la Iglesia, para apoyar y proceder a su beatificación.

Millones de salvadoreños y fieles de toda América y el mundo llegaron para la fiesta en este pequeño país, que todavía sufre injusticias, pobreza, y marcadas diferencias sociales. El poder sigue concentrado en las mismas 12 familias que veían con preocupación cómo esa cura acompañaba y escuchaba  al pueblo pobre que pedía derechos, libertad, cambios, justicia y el fin de la violencia.

Romero sabía que su vida corría peligro. Y como todo ser humano, sentía miedo, dudas, preocupaciones. Allí aparecía el Espíritu Santo, esa fortaleza para ir más allá de las propias fuerzas, para entregarse en confianza al buen Dios, para entender los signos de los tiempos que lo ponían en el lugar de llevar voz, mensaje, y representación de un pueblo olvidado, golpeado y sufriente por la violencia, la muerte y las desapariciones.

"San Romero de América", como lo llaman los salvadoreños, fue asesinado. Un mártir que en la Eucaristía, se convirtió en ofrenda. En la beatificación, se mostraba como reliquia su camisa, la chaqueta que lo identificaba.

Este fin de semana, la beatificación de Monseñor Romero y la Fiesta de Pentecostés se unen. Para demostrar una vez más esa profunda relación indisoluble entre los primeros actos y tiempos de la Iglesia, y los hechos de los hombres y mujeres de este presente. El 24 de marzo de 1980 en El Salvador; ayer u hoy en Pakistán o en algún lugar de medio oriente o África, gobernados por fundamentalistas y el Estado Islámico, hay cristianos que se juegan literalmente la vida por su fe, por su creencia, por un mundo unido, en paz, y más justo.

Luego de más de 2000 años, esa lucha continúa...

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