Durante la audiencia general denunció la obsesión por las ganancias económicas, que se ocultan detrás de las «movidas», y los millones de esclavos del trabajo, incluso entre los niños
Por IACOPO SCARAMUZZI
«La ideología de la ganancia y del consumo quiere devorar también la fiesta». Papa Francisco dedicó al tema de la «fiesta» la audiencia general de hoy, miércoles 12 de agosto, y subrayó que no se trata de «la pereza de quedarse en el sofá o la emoción de una tonta evasión», a pesar de que la «obsesión por el beneficio económico y el eficientismo de la técnica» y de la «codicia del consumir» lleven a «ritmos desregulados de la fiesta», que, con una referencia implícita a los recientes hechos trágicos de muertes en discotecas en Italia, «causan víctimas, a menudo jóvenes». La fiesta, por el contrario, es un tiempo «sacro» de reposo y agradecimiento por el buen trabajo desempeñado, porque el hombre «no es esclavo del trabajo, sino ‘señor’»; una verdad que debe ser recordada sobre todo cuando en el mundo hay «millones de hombres y mujeres, e incluso ¡niños esclavos del trabajo!».
En el marco de un ciclo de catequesis que el Papa está dedicando a la familia, en vista del Sínodo de octubre, «hoy abrimos un pequeño camino de reflexión sobre tres dimensiones que marcan, por así decir, el ritmo de la vida familiar: la fiesta, el trabajo y la oración», explicó ante los más de 4 mil fieles que se encontraban en el Aula Pablo VI. « Comenzamos por la fiesta. Hoy -prosiguió citando el libro bíblico del Génesis- hablaremos de la fiesta. Y decimos inmediatamente que la fiesta es un invento de Dios», quien, recordó el Papa, «nos enseña la importancia de dedicar un tiempo a contemplar y a gozar de lo que en el trabajo ha sido bien hecho. Hablo de trabajo, naturalmente, no sólo en el sentido del arte manual y de la profesión, sino en el sentido más amplio: cada acción con la cual nosotros los hombres y mujeres podemos colaborar a la obra creadora de Dios».
La fiesta « no es la pereza de quedarse en el sofá o la emoción de una tonta evasión… No, la fiesta es en primer lugar una mirada amorosa y grata sobre el trabajo bien hecho; festejamos un trabajo. También ustedes, recién casados, están festejando el trabajo de un lindo tiempo de noviazgo: ¡y esto es bello! Es el tiempo para ver a los hijos, o los nietos, que están creciendo, y pensar: ¡qué bello! Es el tiempo para mirar nuestra casa, los amigos que hospedamos, la comunidad que nos rodea, y pensar: ¡qué buena cosa! Dios ha hecho así cuando ha creado el mundo. Y continuamente hace así, porque Dios crea siempre, ¡también en este momento!». Puede suceder, continuó Francisco, que «una fiesta llegue en circunstancias difíciles y dolorosas, y se celebra quizá “con un nudo en la garganta”. Y sin embargo, también en estos casos, pedimos a Dios la fuerza de no vaciarla completamente. Ustedes mamás y papás saben bien esto: cuántas veces, por amor a los hijos, son capaces de apartar las penas para dejar que ellos vivan bien la fiesta, ¡gusten el sentido bueno de la vida! ¡Hay tanto amor en esto!». Y también, en el trabajo, «a veces - ¡sin fallar a los deberes! - nosotros sabemos “filtrar” alguna chispa de fiesta: un cumpleaños, un matrimonio, un nuevo nacimiento, como también una despedida o una nueva llegada…, es importante. Es importante hacer fiesta. Son momentos de familiaridad en el engranaje de la máquina productiva: ¡nos hace bien!».
El verdadero tiempo de la fiesta «suspende el trabajo profesional, y es sacro», prosiguió el Papa argentino, « porque recuerda que el hombre y la mujer que han sido hechos a imagen de Dios, el cual no es esclavo del trabajo, sino Señor, por lo tanto también nosotros no debemos ser nunca esclavos del trabajo, sino “señores”. Hay un mandamiento para esto, un mandamiento que se aplica a todos, ¡ninguno es excluido! Y en cambio sabemos que hay millones de hombres y mujeres, e incluso ¡niños esclavos del trabajo! En este tiempo existen esclavos ¡Son explotados, esclavos del trabajo y esto es en contra de Dios y en contra de la dignidad de la persona humana! La obsesión por el beneficio económico y el eficientismo de la técnica amenaza los ritmos humanos de la vida, porque la vida tiene sus ritmos humanos. El tiempo del reposo, sobre todo el dominical, está destinado a nosotros para que podamos gozar de aquello que no se produce y no se consume, no se compra y no se vende. Y por el contrario vemos que la ideología de la ganancia y del consumo quiere devorar también la fiesta: y también ésta a veces se reduce a un “negocio”, un modo para ganar dinero y gastarlo. Pero ¿es para eso que trabajamos? La codicia del consumir, que comporta el desperdicio, es un virus feo que, entre otros, nos hace estar más cansados que antes. Perjudica el verdadero trabajo, consume la vida. Los ritmos desregulados de la fiesta causan víctimas, a menudo jóvenes».
Según Papa Francisco, que antes de la audiencia general recibió al embajador húngaro ante la Santa Sede, en una visita de despedida, Gabor Gyorivanyi, «el tiempo de la fiesta es sagrado porque Dios lo habita en modo especial» con la Eucaristía dominical. Y la familia «está dotada de una competencia extraordinaria para entender, dirigir y sostener el auténtico valor del tiempo de la fiesta. Pero ¡que bellas son las fiestas en familia, son bellísimas! Y en particular del domingo. No es casualidad si las fiestas en las cuales hay lugar para toda la familia ¡son aquellas que salen mejor! La misma vida familiar, mirada con los ojos de la fe, aparece mejor de los cansancios que implican. Nos aparece como una obra de arte de sencillez, bella porque no es artificial, no fingida, sino capaz de incorporar en sí misma todos los aspectos de la vida verdadera. Nos aparece como una cosa “muy buena”, como Dios dice al final de la creación del hombre y de la mujer. Por lo tanto, la fiesta es un valioso regalo de Dios; un valioso regalo que Dios ha hecho a la familia humana: ¡no la arruinemos!».
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