El Papa: sin misericordia los pecadores son aislados como leprosos

El Papa: sin misericordia los pecadores son aislados como leprosos

Audiencia general: «entre el fariseo y la mujer pecadora, Jesús toma partido por esta última». Llamado por Ucrania, el recuerdo de Chernobyl, la cercanía a Ecuador y el saludo a los peregrinos rusos

IACOPO SCARAMUZZI

CIUDAD DEL VATICANO

En el pasaje evangélico de Simón y de la pecadora, «Jesús pone fin a aquella condición de aislamiento al cual el juicio despiadado del fariseo y de sus conciudadanos – los cuales la explotaban, ¡eh! – la condenaban: ‘Tus pecados te son perdonados’». Francisco prosiguió con el ciclo de catequesis sobre la misericordia durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, subrayando que para los fariseos los pecadores son como «leprosos», mientras que Jesús, cerca de Dios misericordioso, se deja tocar, «sin temor de ser contaminado». Al final de la audiencia, el Papa hizo un llamado por la colecta para Ucrania y recordó que el domingo se cumplirán 30 años del desastre de Chernobyl. También saludó a los peregrinos rusos.

Simón es un fariseo que invita a comer a Jesús, y, mientras el Maestro está en la casa de este «celoso servidor de la ley», llega una pecadora llorando y se pone a ungir los pies de Jesús con aceites perfumados. « Mientras el primero juzga a los demás por las apariencias, la segunda con sus gestos expresa con sinceridad su corazón. Simón, no obstante habiendo invitado a Jesús, no quiere comprometerse ni involucrar su vida con el Maestro; la mujer, al contrario, se abandona plenamente a Él con amor y con veneración». El fariseo, prosiguió el Papa, «no concibe que Jesús se deje “contaminar” (entre comillas ¡Eh!) por los pecadores. Así pensaban ellos, ¡eh! Él piensa que si fuera realmente un profeta debería reconocerlos y tenerlos lejos para no ser contaminado, como si fueran leprosos. Esta actitud es típica de cierto modo de entender la religión, y está motivada por el hecho que Dios y el pecado se oponen radicalmente. Pero la Palabra de Dios enseña a distinguir entre el pecado y el pecador: con el pecado no es necesario hacer compromisos, mientras los pecadores – es decir, ¡todos nosotros! – somos como enfermos, que necesitan ser curados, y para curarse es necesario que el medico los acerque, los visite, los toque. ¡Y naturalmente el enfermo, para ser sanado, debe reconocer tener necesidad del médico! Entre el fariseo y la mujer pecadora —explicó Papa Francisco—, Jesús se pone de parte de esta última. Libre de prejuicios que impiden a la misericordia expresarse, el Maestro la deja hacer. Él, el Santo de Dios, se deja tocar por ella sin temer ser contaminado. Jesús es libre, libre porque es cercano a Dios que es Padre misericordioso. Y esta cercanía a Dios, Padre misericordioso, da a Jesús la libertad. Al contrario, entrando en relación con la pecadora, Jesús pone fin a aquella condición de aislamiento al cual el juicio despiadado del fariseo y de sus conciudadanos – los cuales la explotaban, ¡eh! – la condenaban: ‘Tus pecados te son perdonados’».

Por una parte, insistió Bergoglio, está «aquella hipocresía del doctor de la ley», por otra, «la sinceridad, la humildad y la fe de la mujer». «Todos nosotros somos pecadores —repitió—, pero tantas veces caemos en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores de los demás. “Pero mira tu pecado…”. Todos nosotros miramos nuestro pecado, nuestras caídas, nuestras equivocaciones y miramos al Señor. Esta es la línea de la salvación: la relación entre “yo” pecador y el Señor. Si yo me considero justo, esta relación de salvación no se da». Como recuerda San Pablo, añadió el Papa, «En Cristo, hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento». En este texto, la palabra ‘gracia’ «es prácticamente sinónimo de misericordia, y es llamado ‘abundante’, es decir, más allá de nuestra expectativa, porque actúa el proyecto salvífico de Dios para cada uno de nosotros».

 

Francisco insistió al concluir la audiencia en su llamado por Ucrania: «La población de Ucrania está sufriendo desde hace tiempo por las consecuencias de un conflicto armado, que tantos han olvidado. Como saben, he invitado a la Iglesia en Europa a sostener la iniciativa, que yo puse en marcha, para ayudar a afrontar dicha emergencia humanitaria. Agradezco de antemano a cuantos contribuirán generosamente a esta iniciativa, que tendrá lugar el próximo domingo, 24 de abril». También recordó, con motivo de la conferencia internacional en el próximo 30 aniversario del desastre de Chernobyl, el accidente en la central nuclear de la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas: «Mientras renovamos la oración por las víctimas de aquel desastre, expresamos nuestra gratitud a los socorredores  y por todas las iniciativas con las que se intentaron aliviar los sufrimientos y los daños». Después de que el traductor resumiera en ruso la catequesis, el Papa también saludó a los peregrinos rusos de la diócesis de San Clemente, en Sartov, que viajaron a Roma con su obispo. El Papa, en español, expresó su cercanía y garantizó sus oraciones por el pueblo de Eucador, «en este momento de dolor», provocado por el terremoto que sacudió al país sudamericano.

Antes de la Audiencia general, Bergoglio saludó brevemente, en la salida del Aula Pablo VI, a los atletas de la Federación austriaca a de esquí: «Cuando pienso en Austria con sus montañas alpinas, me viene a la mente también el deporte invernal. El esquí tiene una gran importancia y tradición en su país, y toda la población vive con entusiasmo cuando ustedes tienen sus competiciones». A los deportistas austriacos, el Pontífice les recordó que son «modelos sobre todo para muchos jóvenes. Pero también son figuras de integración, no sólo por las actividades deportivas, sino por las virtudes y los valores representados en el deporte: compromiso, perseverancia, determinación, lealtad, solidaridad, espíritu de equipo». Francisco subrayó que con su ejemplo contribuyen «a la formación de la sociedad» y los animó a ser siempre «mensajeros de la fuerza de unidad del deporte y de la acogida», así como también «mensajeros del cuidado del ambiente y de la belleza de la creación de Dios». 

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