El Papa y la mirada de la Virgen de Guadalupe

El Papa y la mirada de la Virgen de Guadalupe

El misterio de la imagen que en 1531 se formó en la tilma de un humilde indígena que se había convertido al catolicismo. Francisco quiere rezar a solas esta tarde ante la Virgen Patrona de América

Por ANDREA TORNIELLI - ENVIADO A LA CIUDAD DE MÉXICO

«Mi deseo más íntimo –dijo Papa Francisco durante el vuelo de Roma a La Habana – es detenerme frente a la Virgen de Guadalupe, ese misterio que se estudia, se estudia, se estudia y no hay explicaciones humanas». El Papa se refería al misterio de la formación de la imagen de la Virgen mestiza. «Hasta el estudio más científico dice: ‘Pero esta es una cosa de Dios’».  

La imagen mariana de la Virgen de Guadalupe representa un testimonio catequético excepcional, pues permite que los indígenas más humildes comprendadn la esencia del misterio cristiano de la encarnación. Esta imagen representa a la Virgen con la piel ligeramente oscura y con semblanzas mestizas: lleva una túnica de color rosa con motivos floreales semejantes entre sí menos uno, que se encuentra situado en el centro, justamente sobre el vientre. Esa flor simbólica que es diferente de las demás es una imagen que alude, en la tradición indígena, a la divinidad. Además lleva una cinta que utilizaban las mujeres embarazadas. Los indígenas que la ven comprenden inmediatamente que se trata de una mujer que lleva en su vientre a Dios.  

El 9 de diciembre de 1531 se le apareció al indígena Juan Diego (que se había convertido al cristianismo en 1524) una muchacha que se presentó como la «perfecta siempre Virgen María». El hombre estaba subiendo la colina del Tepeyac, en la periferia norte de la actual Ciudad de México, para asistir a una lección de catecismo. La Virgen le pidió que en ese lugar se construyera «mi pequeña casa sagrada». Juan Diego se dirigió inmediatamente a donde estaba el obispo de la ciudad, el franciscano Juan de Zumárraga, quien le pidió un signo para estar seguros de que se trataba de un fenómeno verdaderamente sobrenatural. Después de otras dos visiones, el 19 y el 11 de diciembre, Juan Diego tuvo una última aparición el 12 de diciembre. La Virgen le indicó que recogiera unas rosas que en esa estación del año no debían florecer, y que se las llevara al obispo como signo.  

Juan Diego siguió al pie de la letra las indicaciones y, al mostrar a mons. Zumárraga el manto, bajo las flores que cayeron al suelo, apareció la imagen de la Virgen, misma que todavía se puede ver. El obispo de puso inmediatamente a dar disposiciones para la construcción de una capilla en el sitio de la aparición, y estuvo lista el 26 de diciembre del año siguiente. La fiesta de San Juan Diego se celebra el 9 de diciembre, mientras que la de Nuestra Señora de Guadalupe es el 12 del mismo mes. La aparición tuvo lugar doce años después de que las caravelas del español Hernán Cortés llegaran a lo que hoy llamamos México.  

Al núcleo original de la imagen se le añadieron unos rayos, una media luna bajo los pies y un ángel cargándola, además de diferentes estrellas sobre el manto azul. Dos estudiosos estadounidenses, Philip Serna Callahan, analista científico de pinturas y primer técnico de la Universidad de Kansas, y Jody Brant Smith, «master of arts» de la Universidad de Miami, han tratado de descubrir el secreto de la imagen medianto fotografías a rayos infrarrojos.  

Descubrieron que la «figura original incluye toda la túnica rosa, el manto azul, las manos, el rostro y el pie derecho», y que no es posible explicar «el tipo de pigmentos cromáticos utilizados» para esta imagen. No hay huella de borradores, la imagen es única, insólita, incomprensible e irrepetible. El rostro está hecho con tintas desconocidas, para aumentar la difracción de la luz en la tela, que da a la piel un matiz olivastro. María tiene un rostro mestizo.  

El tejido de la tilma de Juan Diego, de 168 centímetros de alto por 130 de ancho, está compuesto por dos pedazos cosidos entre sí, y el tejido ya está bastante roído. Es una maravilla que se haya mantenido intacto después de haber permanecido expuesto durante siglos al humo de las velas. En 1789 un científico mexicano, José Ignacio Bartolache, pintó una copia de la tela con la imagen y la expuso al lado del original. Pero debido al efecto del salitre y de la intemperie se deterioró en muy poco tiempo. Las flores de la túnica rosa representan perfectamente la orografía del México de entonces, así como las estrellas del manto son una reproducción fiel de las constelaciones que se veían el el México del siglo XVI.  

Pero hay también otro misterio: los párpados de la imagen, agrandando las fotogradías que existen, representan todas las ramificaciones de los vasos del ojo humano. Y en las pupilas de la Virgen, gracias a técnicas de informática digital, el científico José Aste Tönsmann, profesor en la Cornell University, pudo notar que los dos ojos presentan particulares con precisión idéntica: imágenes que tienen la misma angulación y proporciones muy semejantes a las de los ojos de una persona viva. Estas imágenes son tan pequeñas que solo pueden ser vistas con agrandándolas 2000 veces las dimensiones originales, cosa que se ha podido hacer recientemente gracias a las técnicas disponibles en la actualidad.  

En el ojo derecho aparece un grupo familiar indígena, una mujer con un niño en los hombros y un hombre con un sombrero que los está mirando. En el ojo izquierdo hay un hombre anciano con barba, identificado como el obispo Zumárraga. Serían imágenes que siguen las «leyes oftalmológicas» de Purkinje y Sanson, como sucede en los ojos vivos. Es como si la imagen de la Virgen se hubiera fijado en la tilma de Juan Diego con la escena grabada en los ojos, cuando Juan Diego, después de haber hecho cola para hablar con el obispo, abrió la tilma en la que llevaba las flores y reveló por primera vez la imagen mariana. 

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