El Papa lava los pies de 12 detenidos: “No pisotear a los demás, sino servirles”

El Papa lava los pies de 12 detenidos: “No pisotear a los demás, sino servirles”

Francisco en la Cárcel de Velletri para la misa “in Coena Domini”: «El obispo no es el más importante, sino que debe ser el más servidor». En su saludo, la directora denunció la sobrepoblación, la falta de recursos y la carencia de personal

Uno de los doce detenidos de la Cárcel de Velletri, en la provincia de Roma, se conmueve cuando el Papa se arrodilla, con esfuerzo, para lavarle los pies. Francisco lleva a cabo el lavatorio de los pies del Jueves Santo, con el que se recuerda el clamoroso gesto que hace más de dos mil años hizo Jesús con sus discípulos. «Un gesto de esclavos, Él que era Señor», subrayó Francisco.

Por quinta vez consecutiva, después de Casal del Marmo, Rebibbia, Paliano y Regina Coeli, el Pontífice eligió vivir entre los detenidos la misa “in Coena Domini”, la celebración con la que comienza el Triduo Pascual, manteniendo de esta manera una tradición que comenzó cuando era obispo en Buenos Aires.

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El Papa “se abaja”, lava, seca y besa los pies de nueve detenidos italianos, de un brasileño, de un marroquí y de un marfileño. Son jóvenes y ancianos, blancos y negros. Lloran, sonríen, estrechan la mano del Pontífice, que los mira directamente a los ojos, uno a uno. Francisco, que llegó alrededor de las 16.30 a esta estructura de media seguridad, un poco aislada en relación con la pequeña ciudad de los Castillos romanos, dice sentirse «unido» a todos. También a los que no están presentes en el salón-teatro que se utiliza como capilla para la celebración papal. De las 557 personas que pasan sus días y noches en la Cárcel (50 en estado de reclusión), subdividida en dos secciones, una de ex colaboradores de justicia (la única en Italia) y otra de salud mental, solamente 250 pueden acceder a este momento debido al espacio reducido del lugar.

Francisco se dirige también «a los que no están aquí» y, cuando lo dice, ve hacia lo alto, tal vez pensando en esos «hermanos más frágiles que en la cárcel han perdido la vida», por los que un detenido reza durante la misa. En particular, el Pontífice agradece al «grupo» que, antes de su llegada, le envió una carta: «Dijeron tantas cosas bellas, agradezco por lo que han escrito», dice antes de su homilía, tras las lecturas. Una de estas cosas bellas es leída por la directora Maria Donata Iannantuono que, al final de la misa, pronuncia su saludo y denuncia los problemas que afronta su estructura, como «sobrepoblación», con solo 411 lugares, «los limitados recursos a disposición» y la grave carencia de personal de policía penitenciaria» que hacen difícil, a veces, garantizar incluso los más básicos derechos humanos.

En la homilía, el Papa, sin embargo, no se refirió a estos argumentos. El hilo conductor de la reflexión del obispo de Roma es el «servicio», ese que Cristo encarna arrodillándose a los pies de sus apóstoles. «Lo que hizo Jesús es interesante», comienza Francisco, «Jesús tenía todo el poder, todo, y luego comienza a hacer este gesto de lavar los pies. Es un gesto que hacían los esclavos. No había asfalto y la gente tenía polvo cuando llegaba, por ejemplo, a una casa. Entonces estaban los esclavos que lavaban los pies».

Jesús se sitúa en ese nivel. «Él que tenía todo el poder, que era el Señor», subraya el Papa. Al Mesías aconseja que todos hagan lo mismo: «Sirvan los unos a los otros. Hermanos en el servicio, no en la ambición de quien domina al otro, de quien pisotea al otro. ¿Necesitas algo? Yo lo hago». Por ello, «la Iglesia quiere que el obispo haga este gesto todos los años, una vez al año, para imitar el gesto de Jesús y hacer el bien con el ejemplo a los demás y a sí mismo», dice el Pontífice. «El obispo no es el más importante, el obispo debe ser un servidor. Cada uno de nosotros debe ser servidor de los demás. Esta es la regla de Jesús, la regla del servicio: no dominar a los demás, no humillar a los demás».

El Papa Bergoglio recuerda las palabras de Jesús en el Evangelio: «Tengan cuidado, los jefes de las naciones dominan; entre ustedes no debe ser así. El más grande debe servir al más pequeño. Quien se siente más grande debe ser servidor. Es cierto que en la vida hay problemas, discutimos, pero esto debe ser algo pasajero, porque en nuestro corazón debe estar el amor de servir al otro, de estar al servicio del otro».

Concelebran con el Papa el obispo de Velletri-Segni, monseñor Vincenzo Apicella, y el capellán del Instituto Franco Diamante. Francisco recibe varios regalos al final de la celebración, como algunos productos realizados en las cinco hectáreas de terreno que rodean la estructura, en donde, hombro con hombro, trabajan voluntarios y detenidos. Francisco agradece y sonríe, entre largos aplausos; después se despide y vuelve al Vaticano en coche.

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