Papa Francisco: La riqueza que no se comparte genera corrupción

Papa Francisco: La riqueza que no se comparte genera corrupción

Homilía del Pontífice de este lunes en la Casa Santa Marta "Hay un misterio en la posesión de riquezas..."

Si se tienen riquezas hay que encontrar la forma de que sirvan al “bien común”. Una abundancia de bienes vivida de forma egoísta es “triste”, quita “la esperanza” y es el comienzo de “todo tipo de corrupción”, grande o pequeña. Así lo ha dicho Papa Francisco en la homilía de la misa de la mañana de este lunes 25 de mayo, celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta del Vaticano.

El camello y el ojo de la aguja, o cómo “el entusiasmo” por Cristo se puede transformar en pocos instantes en “tristeza y encerrarse en sí mismo”: la escena que Papa Francisco ha comentado en la homilía es una de las más famosas del Evangelio.

El joven rico que se encuentra con Jesús, y quiere seguirlo, le asegura que cumple los mandamientos siempre, pero después se entristece y cambia de actitud cuando el Maestro le comunica el último paso que tiene que dar antes de unirse a Él, lo último que le falta: vender los bienes y darlos a los pobres y después seguirle. De repente, “la alegría y la esperanza” desaparecen en el joven rico, porque él no quiere renunciar a sus riquezas.

“El apego a las riquezas es el comienzo de todo tipo de corrupción, por todas partes: corrupción personal, corrupción en los negocios, incluso la pequeña corrupción comercial de aquellos que trucan la balanza quitándole 500 gr al peso justo, corrupción política, corrupción en la educación… ¿por qué? Porque aquellos que viven aferrados al propio poder, a las propias riquezas, se creen en el Paraíso. Están encerrados, se les ha cerrado el horizonte, no tienen esperanza. Al final tendrán que dejarlo todo”.

Ricos y estériles

“Hay un misterio en la posesión de riquezas”, observó Papa Francisco. “Las riquezas tienen la capacidad de seducir , de llevarnos a una seducción, de hacernos creer que vivimos en un paraíso terrenal”. Sin embargo, afirmó el Papa, ese paraíso es un lugar sin “horizonte”, parecido al barrio que Francisco recuerda haber visitado en los años ’70, habitado por gente adinerada que había construido un muro que lo rodeaba para defenderse de los ladrones.

“Y vivir sin horizonte es una vida estéril, vivir sin esperanza es una vida triste. El apego a las riquezas nos da tristeza y nos hace estériles. Digo "apego", no digo "administrar bien las riquezas", porque las riquezas son para el bien común, para todos. Si el Señor a una persona le da riquezas es para que las ponga al servicio de los demás, no para sí mismo, no para que las encierre en su corazón, porque con esto se vuelve triste y un corrupto”.

Abrir la mano y el horizonte

Las riquezas sin generosidad, insistió el Papa Francisco, “nos hacen creer que somos poderosos, como Dios. Y al final, nos quitan lo mejor, la esperanza”. Pero Jesús, concluyó, indica en el Evangelio cuál es la forma justa de vivir en abundancia de bienes:

“La primera Bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres de espíritu", es decir, despojarse de este apego y hacer que las riquezas que el Señor le ha dado a uno sean para el bien común, es la única manera: abrir la mano, abrir el corazón, abrir el horizonte... pero si tienes la mano cerrada, tienes el corazón cerrado como ese hombre que celebraba banquetes y que vestía prendas lujosas, no tienes horizonte, no ves a los demás que pasan necesidades y terminarás como ese hombre, lejos de Dios”.

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