Durante la Audiencia general saludó al cardenal Schönborn, que se encuentra en Roma con la Comisión anti abusos, y agradeció al circo: «ustedes son autores de belleza». El próximo sábado, audiencia extra por el Jubileo
Por IACOPO SCARAMUZZI - CIUDAD DEL VATICANO
Para los hermanos «que se han alejado y ya no se hablan», el Jubileo de la misericordia es «una buena ocasión para reencontrarse, abrazarse y perdonarse». Lo dijo Papa Francisco durante la Audiencia general, que esta semana volvió a la Plaza San Pedro.
«En la Sagrada Escritura —dijo Francisco— la misericordia de Dios está presente a lo largo de toda la historia del pueblo de Israel. Con su misericordia, el Señor acompaña el camino de los patriarcas, les da hijos a pesar de la condición de esterilidad, les conduce por senderos de gracia de reconciliación, como demuestra la historia de José y de sus hermanos. Pienso en todos esos hermanos que se han alejado en la familia, que no se hablan: este año de la misericordia es una buena ocasión para reencontrarse, abrazarse y perdonarse, para olvidar las cosas feas».
El Papa recordó la narración bíblica del Éxodo, cuando Dios liberó a Israel de la esclavitud en Egipto, y subrayó que «la misericordia no puede quedarse indiferente ante el sufrimiento de los oprimidos, ante el grito de quienes son sometidos a la violencia, reducidos a la esclavitud, condenados a muerte Es una realidad dolorosa que aflige todas las épocas, incluida la nuestra, y que hace sentir a menudo impotentes, tentados de endurecer los corazones y pensar en otra cosa. Dios, por el contrario, no es indiferente, nunca quita la mirada del dolor humano. El Dios de misericordia responde y cuida a los pobres, a los que gritan su desesperación. Dios escucha e interviene para salvar, suscitando hombres capaces de escuchar el gemido del sufrimiento y de actuar en favor de los oprimidos. Comienza de esta manera la historia de Moisés, como mediador de liberación para el pueblo. Él afronta al Faraón para convencerlo de que deje partir a Israel; y después guiará al pueblo, a través del Mar Rojo y del desierto, hacia la libertad. Moisés, a quien la misericordia divina salvó de las aguas del Nilo recién nacido, se vuelve mediador de esa misma misericordia, permitiendo que el pueblo nazca a la libertad salvado de las aguas del Mar Rojo, y también nosotros podemos ser mediadores de misericordia, con obras de misericordia, para acercar, para dar alivio, para hacer unidad… ¡se pueden hacer muchas cosas buenas! La misericordia de Dios actúa siempre para salvar, es todo lo contrario —subrayó Bergoglio— de la obra de los que actúan siempre para matar, por ejemplo quienes hacen la guerra. El Señor, mediante su siervo Moisés, guía a Israel en el desierto como si fuera un hijo, lo educa a la fe y hace una alianza con él, creando un vínculo de amor muy fuerte, como el del padre con el hijo y como el del esposo con la esposa».
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