El Papa Francisco pidió a los nuevos Arzobispos Metropolitanos que recibieron el palio en la Basílica de San Pedro ayer, fiesta de San Pedro y San Pablo, que sean hombres de “una fuerte llamada a la oración, a la fe y al testimonio”.
Por Alvaro de Juana
En concreto, “hombres de oración” que enseñen “que la liberación de toda cautividad es solamente obra de Dios y fruto de la oración”, señaló.
El Santo Padre alentó también a los Arzobispos a que sean “hombres de fe” que enseñen “a los fieles a no tener miedo de los muchos Herodes que los afligen con persecuciones, con cruces de todo tipo”. Y “hombres de testimonio” porque “no hay testimonio sin una vida coherente”.
Francisco destacó que hoy se necesitan “testigos que no se avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante las potencias de este mundo”.
“Es muy sencillo: porque el testimonio más eficaz y más auténtico consiste en no contradecir con el comportamiento y con la vida lo que se predica con la palabra y lo que se enseña a los otros”, dijo en la homilía.
A todo esto exhortó el Papa en la Basílica de San Pedro a los 46 nuevos Arzobispos Metropolitanos que fueron nombrados a lo largo de este año y a los que se les ha impuesto en la Misa el palio arzobispal, una cinta de lana blanca de corderos jóvenes que se coloca sobre la casulla y rodea los hombros del que la lleva.
En la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Papa les animó también a ser valientes como lo fueron ellos dos, porque muchas han sido las fuerzas que a lo largo de la historia “han intentado –y siguen intentando– acabar con laIglesia, desde fuera y desde dentro”. Sin embargo, “todas ellas pasan y la Iglesia sigue viva y fecunda”.
“La lectura tomada de los Hechos de los Apóstoles nos habla de la primera comunidad cristiana acosada por la persecución” que fue “duramente perseguida por Herodes”.
El Papa aseguró no querer detenerse “en las atroces, inhumanas e inexplicables persecuciones, que desgraciadamente perduran todavía hoy en muchas partes del mundo, a menudo bajo la mirada y el silencio de todos” y reflexionó en cambio sobre la “valentía de los Apóstoles y de la primera comunidad cristiana”.
Una valentía, destacó, que les llevó a “llevar adelante la obra de la evangelización, sin miedo a la muerte y al martirio, en el contexto social del imperio pagano; venerar su vida cristiana que para nosotros creyentes de hoy constituye una fuerte llamada a la oración, a la fe y al testimonio”.
El Papa habló dedicó la homilía a estos tres puntos. Sobre la oración señaló que “la comunidad era una Iglesia en oración”, y “si pensamos en Roma, las catacumbas no eran lugares donde huir de las persecuciones sino, sobre todo, lugares de oración, donde santificar el domingo y elevar, desde el seno de la tierra, una adoración a Dios que no olvida nunca a sus hijos”.
Así pues “la comunidad de Pedro y de Pablo nos enseña que una Iglesia en oración es una iglesia en pie, sólida, en camino. Un cristiano que reza es un cristiano protegido, custodiado y sostenido, pero sobre todo no está solo”.
Por tanto, “en la oración, el creyente expresa su fe, su confianza, y Dios expresa su cercanía, también mediante el don de los Ángeles, sus mensajero”, dijo el Santo Padre.
Respecto a la “llamada a la fe”, el Papa recordó que “Dios no saca a sus hijos del mundo o del mal, sino que les da fuerza para vencerlos. Solamente quien cree puede decir de verdad: ‘El Señor es mi pastor, nada me falta’”.
“Cuántas fuerzas, a lo largo de la historia, ha intentado –y siguen intentando– acabar con la Iglesia, desde fuera y desde dentro, pero todas ellas pasan y la Iglesia sigue viva y fecunda, inexplicablemente a salvo para que, como dice San Pablo, pueda aclamar: ‘A Él la gloria por los siglos de los siglos’”.
De hecho, “todo pasa, solo Dios permanece” y se puede observar en que “han pasado reinos, pueblos, culturas, naciones, ideologías, potencias, pero la Iglesia, fundada sobre Cristo, a través de tantas tempestades y a pesar de nuestros muchos pecados, permanece fiel al depósito de la fe en el servicio, porque la Iglesia no es de los Papas, de los obispos, de los sacerdotes y tampoco de los fieles, es única y exclusivamente de Cristo”.
Así pues, “solo quien vive en Cristo promueve y defiende a la Iglesia con la santidad de vida, a ejemplo de Pedro y Pablo”.
Por último está la “llamada al testimonio”, modelo de la cual son Pedro y Pablo, que, junto al resto de Apóstoles, “han hecho fecunda a la Iglesia con su sangre, han bebido el cáliz del Señor, y se han hecho amigos de Dios”.
En este sentido, el Papa indicó que “una Iglesia o un cristiano sin testimonio es estéril” como “un muerto que cree estar vivo, un árbol seco que no da fruto, un pozo seco que no tiene agua”.
Y tampoco hay que olvidar que “la Iglesia ha vencido al mal gracias al testimonio valiente, concreto y humilde de sus hijos. Ha vencido al mal gracias a la proclamación convencida de Pedro: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’, y a la promesa eterna de Jesús”.
El Papa Francisco explicó que el palio que han recibido “es un signo que representa la oveja que el pastor lleva sobre sus hombros como Cristo, Buen Pastor, y por tanto es un símbolo de vuestra tarea pastoral, es un ‘signo litúrgico de la comunión que une a la Sede de Pedro y su Sucesor con los metropolitanos y, a través de ellos, con los demás obispos del mundo’”.
El Santo Padre aseguró que “la Iglesia los quiere hombres de oración, maestros de oración, que enseñen al pueblo que les ha sido confiado por el Señor que la liberación de toda cautividad es solamente obra de Dios y fruto de la oración, que Dios, en el momento oportuno, envía a su ángel para salvarnos de las muchas esclavitudes y de las innumerables cadenas mundanas”. Y les pidió ser también “ángeles y mensajeros de caridad para los más necesitados”.
Y a todos esto se suma a que “la Iglesia los quiere hombres de testimonio”. Recordando a San Francisco dijo que “no hay testimonio sin una vida coherente” por lo que “hoy no se necesita tanto maestros, sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante las potencias de este mundo, a ejemplo de Pedro y Pablo y de tantos otros testigos a lo largo de toda la historia de la Iglesia, testigos que, aun perteneciendo a diversas confesiones cristianas, han contribuido a manifestar y a hacer crecer el único Cuerpo de Cristo”.
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