"¡Ninguna puerta blindada en la Iglesia, ninguna, puertas siempre abiertas!"

"La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no la dueña de la casa del Señor"

Por José Manuel Vidal

El Papa va con dulleta. Hace fresco en Roma. Francisco aprovecha la catequesis de la audiencia del míercoles para lanzar un mensaje vibrante sobre la puerta de la misericordia del Jubileo, de las familias y de las iglesias. "¡Ninguna puerta blindada en la Iglesia, ninguna, siempre abiertas!", dijo. Porque la Iglesia "no es dueña, sino simple portera de la casa del Señor". Puertas abiertas también en las fronteras, que deben custodiar, "pero no rechazar a los que llaman a ellas".

Evangelio de Juan: "Yo soy la puerta. Quien entre por mí se salvará...He venido para qu etengan vida y la tengan abundante".

Algunas frases de la catequesis del Papa

"Está cerca el Jubileo. Ante nosotros está la puerta, pero no sólo la puerta santa, sino la gran puerta de la misericordia de Dios, que es una puerta bella"

"La puerta está generosamente abierta"

"Necesitamos un poco de valentía para cruzar el umbral"

"Todos llevamos dentro de nosotros cosas que pesan. Todos. Todos somos pecadores. Aprovechemos de este momento que viene y crucemos el umbral de la misericordia de Dios, que nunca se cansa de perdonarnos y de esperarnos. Nos espera. Está siempre a nuestro lado"

"En el Sínodo, la Iglesia ha sido invitada a brir grandes sus puertas, para salir al encuentro de sus hijos heridos"

"Abrir la puerta al Señor, que espera a entrar"

"Las puertas de nuestra iglesia, de nuestras parroquias, de nuestras instituciones y de nuestras diócesis deben estar siempre abiertas, para que salgamos a llevar esta misericordia de Dios"

"La gran puerta de la misericordia de Dios pero también las puertas de nuestras iglesias para salir a encontrar a los hermanos y para dejar salir a Jesús a veces prisionero"

"El Señor nunca fuerza la puerta. Pide permiso para entrar"

"Imaginémos al Señor llamando a la puerta de nuestro corazón"

"Hay lugares en que las puertas blindadas son normales"

"No debemos rendirnos a aplicar el sistema de seguridad a toda nuestra vida y, menos, a la vida de la Iglesia"

"Sería terrible una Iglesia inhóspita"

"Ninguna puerta blindada en la Iglesia, ninguna, siempre abiertas"

"Las puertas de las fronteras deben custodiar, pero no rechazar"

"La puerta se abre para ver si, fuera, alguno espera y no tiene la fuerza de llamar"

"¡Cuánta gente ha perdido la confianza y no tiene fuerzas para llamar a nuestra iglesia! No pueden, pero están ahí. Les hemos quitado la confianza"

"La puerta dice muchas cosas de la casa y de la Iglesia"

"Gratitud a todos los custodios de las puertas de todas las instituciones y de las iglesias"

"Los porteros son custodios de muchas puertas. Gracias. Siempre con una sonrisa, para que la gente se sienta acogida"

"Somos custodiso y siervos de la puerta de Dops"

"¿Quién es la puerta de Dios? Fuerte. Jesús"

"Yo soy la puerta", dice Jesús

"La casa de Dios es un oasis, no es una prisión"

"¿Y la puerta se llama? Jesús. Otra vez"

"Sólo los ladrones evitan las puertas"

"Si el guardián escucha la voz del pastor, abre y hace entrar a todas las ovejas que el pastor lleva"

"El guardián, tamibén él, obedece a la voz del pastor"

"La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no la dueña de la casa del Señor"

"Nuestras casas, puertas de la misericordia de Dios"

"La Iglesia es la custodia de un Dios que llama y que nunca da con la puerta en las narices"

"Que también sea abierta la puerta de nuestro corazçon, para recibir el perdón de Dios y acoger a todos los que llamen a nuestra puerta"

Sintesis de la catequesis del Papa y saludo en español

Queridos hermanos y hermanas:

En el umbral del Año de la Misericordia, quiero reflexionar hoy sobre el sentido de la puerta santa. Una puerta que se abre en la Iglesia para salir al encuentro de aquellos que por tantas razones se encuentran lejos. También las familias están invitadas a abrir sus puertas para salir al encuentro de Jesús que nos espera paciente, y que quiere traernos su bendición y su amistad. Una Iglesia que no fuera hospitalaria o una familia cerrada en sí misma sería una realidad terrible, que mortifica el Evangelio y hace más árido el mundo.

La puerta abierta nos habla de confianza, de hospitalidad, de acogida. La puerta es para proteger pero no para rechazar, y además no puede ser forzada, porque la hospitalidad brilla por la libertad de la acogida. Jesús siempre llama, siempre pide permiso. Al mismo tiempo, la puerta debe abrirse frecuentemente, aunque sólo sea para ver si hay alguien que espera y que no tiene el valor ni la fuerza del llamar.

En el evangelio de san Juan, Jesús se compara con la puerta del redil, en el que encontramos seguridad. Jesùs es una puerta por la que podemos entrar y salir sin temor. La Iglesia debe colaborar con Cristo como el guardián del que habla el evangelio, escuchando la voz del Pastor y dejando entrar a todas las ovejas que Él trae consigo.

***

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Pidamos a la Sagrada Familia, que supo lo que significa encontrar una puerta cerrada, que ayude a los hogares cristianos a ser un signo elocuente de la Puerta de la Misericordia, que se abre al Señor que llama y al hermano que viene. Que Dios los bendiga.

Saludo en polaco

En los saludos, el Papa saluda a los peregrinos del sindicato polaco Solidarnosc, recuerda sus 35 años de vida y les pide que velen para que "los intereses políticvos y económicos no prevalezcan sobre la solidaridad"

 

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Con esta reflexión hemos llegado a umbral del Jubileo. Delante de nosotros se encuentra la gran puerta de la Misericordia de Dios, que acoge nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia de su perdón. La puerta es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente cruzar el umbral.

Del Sínodo de los Obispos, que hemos celebrado el pasado mes de octubre, todas las familias, y la Iglesia entera, han recibido un gran aliento para encontrarse bajo el umbral de esta puerta. La Iglesia ha sido animada a abrir sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de sus hijos y de sus hijas en camino, a veces inciertos, a veces perdidos, en estos tiempos difíciles. Las familias cristianas, en particular, han sido animadas a abrir la puerta al Señor que espera para entrar, trayendo su bendición y su amistad.

El Señor no fuerza jamás la puerta: Él también pide permiso para entrar, como dice el Libro del Apocalipsis: «Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos" (3,20). Y en la última gran visión de este Libro, así se profetiza de la Ciudad de Dios: «Sus puertas no se cerrarán durante el día», lo que significa para siempre, porque «no existirá la noche en ella» (21,25). Existen lugares en el mundo en los cuales no se cierran las puertas con llave. Pero existen tantos otros donde las puertas blindadas se han convertido en normales. Esto no nos sorprende; pero, pensándolo bien, ¡es un signo negativo! No debemos rendirnos a la idea de tener que aplicar este sistema en toda nuestra vida, en la vida de la familia, de la ciudad, de la sociedad. Y mucho menos en la vida de la Iglesia. ¡Sería terrible! Una Iglesia inhóspita, así como una familia cerrada en sí misma, mortifica el Evangelio y marchita el mundo.

La gestión simbólica de las "puertas" - de los umbrales, de los caminos, de las fronteras - se ha hecho crucial. La puerta debe proteger, cierto, pero rechazar. La puerta no debe ser forzada, al contrario, se pide permiso, porque la hospitalidad resplandece en la libertad de la acogida, y se oscurece en la prepotencia de la invasión. La puerta se abre frecuentemente, para ver si afuera esta alguno que espera, y tal vez no tiene la valentía, o ni siquiera la fuerza de tocar. La puerta dice muchas cosas de la casa, y también de la Iglesia. La gestión de la puerta necesita un atento discernimiento y, al mismo tiempo, debe inspirar gran confianza. Quisiera expresar una palabra de agradecimiento para todos los vigilantes de las puertas: de nuestros condominios, de las instituciones cívicas, de las mismas iglesias. Muchas veces la sagacidad y la gentileza de la recepción son capaces de ofrecer una imagen de humanidad y de acogida de la entera casa, ya desde el ingreso. ¡Hay que aprender de estos hombres y mujeres, que son los guardines de los lugares de encuentro y de acogida de ciudad del hombre!

En verdad, sabemos bien que nosotros mismos somos los custodios y los siervos de la Puerta de Dios, que es Jesús. Él nos ilumina en todas las puertas de la vida, incluso aquella de nuestro nacimiento y de nuestra muerte. Él mismo ha afirmado: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9). Jesús es la puerta que nos hace entrar y salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no una prisión! Son los ladrones, aquellos que tratan de evitar la puerta, porque tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño para engañar a las ovejas y aprovecharse de ellas. Nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz de Jesús: si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos entrar sin temor y salir sin peligro. En este hermoso discurso de Jesús, se habla también del guardián, que tiene la tarea de abrir al buen Pastor (Cfr. Jn 10,2). Si el guardián escucha la voz del Pastor, entonces abre, y hace entrar a todas las ovejas que el Pastor trae, todas, incluso aquellas perdidas en el bosque, que el buen Pastor ha ido a buscarlas. Las ovejas no los elige el guardián, sino el buen Pastor. El guardián - también él - obedece a la voz del Pastor. Entonces, podemos bien decir que nosotros debemos ser como este guardián. La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no la dueña.

La Sagrada Familia de Nazaret sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo, para quien no tiene amparo, para quien huye del peligro. Las familias cristianas hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia y de la acogida de Dios. Es así que la Iglesia deberá ser reconocida, en cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que toca, como la acogida de un Dios que no te cierra la puerta, con la excusa que no eres de casa.

 

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