In morte de un jesuita

In morte de un jesuita

Fernando Cardenal, una vida entregada por Nicaragua. Con èl desaparece uno de los alfabetizadores más grandes de América Latina

por Luis Badilla

Como lamentablemente era previsible desde hace algunos días, acaba de dejarnos nuestro querido amigo jesuita, el padre Fernando Cardenal. Su partida deja un gran vacío en el alma de sus amigos, en el alma de todos aquellos a los que, mansa y sencillamente, les entregó una amistad límpida y fiel. Sentiremos mucho su ausencia, tal como la sentirá la historia de América Latina donde, por suerte, permanecerá como un monolito de piedra la herencia de su obra de gran evanglizador y de gran alfabetizador. El padre Fernando había nacido el 26 de enero de 1934 en España, en Granada. Pocas semanas atrás había cumplido 84 años.

Como Ministro de Educación pública de Nicaragua entre 19884 y 1990, durante el primer gobierno sandinista, concibió y llevó a término una de las más extraordinarias campañas de alfabetización del hemisferio americano (Cruzada Nacional de Alfabetización) y se puede decir que gracias a su compromiso y su esfuerzo, entre quinientos y seiscientos mil nicaraguenses aprendieron a leer y escribir. Pocas horas atrás, el padre Cardenal todavía era Director Nacional de “Fe y Alegrí2, responsabilidad desde la cual también supo sembrar, precisamente, la fe y la alegría del Evangelio.

El Padre Fernando Cardenal, junto con otros sacerdotes (Ernesto Cardenal, Miguel d’Escoto y Edgard Parrales) fue suspendido a divinis el 4 de febrrero de 1982, porque se consideró que sus actividades sociales y políticas eran incompatibles con el ministerio sacerdotal. Recién el 14 de agosto de 2014, por decisión del Papa Francisco, se levantó esta medida disciplinaria. En el período más difícil de su vida abandonó también la Compañía de Jesús, pero años más tarde fue readmitido.

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Adiós queridísimo Fernando, estarás siempre presente en nuestros corazones, en el corazón de tus amigos y serás un ejemplo de vida cristiana peremne. Sobre todo estarás para siempre en el corazón de tantos de tus hermanos que gracias a tus esfuerzos hoy saben leer y escribir su propio nombre. Ellos no olvidarán nunca el coraje que tuviste, cuando todo era terriblemente difícil para los cristianos latinoamericanos, y tú te aventuraste como amigo y sacerdote en las periferias existenciales del analfabetismo.

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