Mons. Marín llama mentirosos, ideologizados y soberbios a los críticos del Sínodo y luego les invita «de corazón» a participar

Mons. Marín llama mentirosos, ideologizados y soberbios a los críticos del Sínodo y luego les invita «de corazón» a participar

Mons. Luis Marín de San Martín, O.S.A, obispo subsecretario del Sínodo de los Obispos, ha escrito un artículo sobre el proceso sinodal en el que tras llamar mentirosos, ideologizados y soberbios a los que han planteado dudas o críticas sobre dicho procesos, les anima «de corazón» a que participen, dialoguen y aporten luz en vez de tinieblas

 

El religioso agustino ha publicado un artículo en Ecclesia en el que asegura que el Sínodo sobre la sinodalidad propuesto por Francisco es "un paso enorme al poner el foco en la sinodalidad de toda la Iglesia". 

El prelado indica que esta iniciativa del papa Francisco tiene antecedentes en ese mismo pontificado:

«Un primer intento lo encontramos en el Sínodo sobre la Familia, cuando Francisco promovió en la Iglesia una consulta sobre la familia según la orientación y el espíritu del proceso sinodal y celebró el Sínodo de los Obispos en dos momentos: una Asamblea extraordinaria en 2014 y una Asamblea ordinaria en 2015. Las experiencias en la sucesiva Asamblea ordinaria de 2018 sobre los jóvenes y en el Sínodo Especial Panamazónico de 2019 desembocaron en la decisión del tema para la siguiente Asamblea: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión».»

Cabe recordar que en la asamblea extraordinaria del 2014, el papa Francisco, bajo su sola autoridad, ordenó cambiar las reglas de los sínodos de forma que en la Relatio final se incluyeron los puntos del documento que no habían obtenido los dos tercios de los votos de los obispos, que hasta entonces eran necesarios para su aprobación. Eran los puntos referentes al acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar y sobre los hombres y mujeres con tendencia homosexual.

Tras glosar lo que cree de positivo del actual proceso sinodal, llegando a decir que «no hay un único camino para seguir a Cristo sino tantos como personas existen», Mons. Marín lanza una crítica feroz contra los que no comparten su visión sobre lo que está ocurriendo:

«Algunos pueden insistir en la irrelevancia del proceso sinodal. Otros en su peligro. Algunos otros en su ineficacia. Una mentira varias veces repetida no se convierte en verdad. No fomentemos las caricaturas ni trivialicemos algo serio, una posibilidad que Dios nos ofrece. La soberbia y la dureza del corazón puede frustrar la acción divina, que no se impone, sino que se propone».

No se para ahí. Continúa con su ataque, al que acompaña de una invitación:

«Esta oferta de gracia debe ser acogida con humildad y gratitud, con disponibilidad. A través de nuestra participación, puede llegar a otros y contribuir a revitalizar la Iglesia. A los que miran con suspicacia, a los que se limitan a criticar desde sus atalayas ideologizadas, a los que ven siempre el vaso medio vacío, a los que tienen miedo a dejar seguridades, yo les digo, de corazón: participa, dialoga, aporta luz, no tinieblas; ya está bien de individualismo y soledad; superemos el anonimato y la indiferencia; vamos a ayudarnos unos a otros como hermanos que somos: tenemos necesidad unos de otros para poder vivir a Cristo».

Tras lanzar esa andanada contra los que son menos optimistas sobre el proceso sinodal, el obispo dice que señalar lo que nos separa resta fuerza al testimonio de evangelización:

«El proceso de secularización en todo el occidente ha llegado a cotas alarmantes y la misma fe cristiana se torna irrelevante en muchos países. Ante este panorama, esta urgencia de revitalización evangelizadora que requiere un testimonio claro y creíble, los cristianos, con demasiada frecuencia, nos perdemos en divisiones, discordancias, particularidades, intereses de grupo; insistimos hasta la saciedad en lo que nos separa, en las discrepancias, y no en lo que nos une».

Y luego vuelve a la crítica:

«El mundo no puede creer si no damos testimonio de Cristo. En efecto, si no somos comunidad de amor, nos convertimos en agresivas bandas sectarias o en individualidades egoístas, cansadas, hedonistas y desmotivadas. La mundanización, que supone la pérdida del sentido religioso y la adopción de los criterios del mundo, se manifiesta en gran medida en la defensa de las seguridades, en la ideologización de la fe, en la profesionalización de los ministerios, en la adopción de un cristianismo a la carta del que solo se acepta lo que coincide con los propios criterios».

Comentá la nota