Entrevista con Pablo Ma Cunguo, obispo chino no reconocido por el gobierno. Guía una diócesis sin «patrióticos» y con «clandestinos», en donde la Asociación patriótica se extinguió «sola: ahora, el diálogo entre China y la Santa Sede es justo lo que se necesita»
En la Guide to The Catholic Church in China 2014, editada por el gran misionero francés Jean Charbonnier, Pablo Ma Cunguo figura como obispo de Shuozhou, en la Provincia de Shanxi. El gobierno no lo reconoce oficialmente como tal. Sin embargo, él oficia la misa en la catedral con los paramentos episcopales. En su diócesis no existe ninguna división entre la comunidad eclesiál “oficial” y la comunidad “clandestina”. Allí la Asociación Patriótica (organismo “híbrido” impuesto por los aparatos políticos para guiar “desde dentro” la vida de la Iglesia) se extinguió sola. Y nadie la ha resucitado. Bastarían estos detalles para desmontar los lugares comunes y confusos que circulan en relación con las condiciones de la Iglesia en China. Y también pueden aclarar la complejidad y los matices que connotan una parte consistente de la vida de los católicos chinos.
Usted nació en 1971, en la época más áspera de la Revolución cultural. ¿Qué recuerda de esos años en relación con la vida cristiana?
Mi familia es una familia católica desde hace varias generaciones. Sobre todo mi madre tenía fe y se veía en la manera en la que hacía todo. Recuerdo que en esa época no se iba a la Iglesia, y no se podía ir a misa. Las primeras misas que recuerdo eran las que se celebraban en casa, en medio de la noche. Iba el sacerdote y también íbamos los cristianos que vivíamos cerca.
¿Cuánto duró esta situación?
Las cosas empezaron a cambiar en 1979. Se dio la rehabilitación de muchos sacerdotes, que habían sido enviados a los trabajos forzados, y volvieron a abrirse las Iglesias. Ya no había que celebrar misas de noche, en secreto.
¿Cómo recuerda a los sacerdotes que hicieron que volviera a ponerse en marcha la vida de la Iglesia?
Los recuerdo como figuras nobles, que sorprendía por la perseverancia y la transparencia de su fe. Eran santos que estaban listos para dar sus vidas con tal de no renegarla. Habían sufrido. Habían estado en la cárcel junto con criminales y personas acusadas como enemigos del pueblo, con ex-militantes políticos. Pero no se quejaban del pasado. No recriminaban a nadie. No eran militantes antagonistas del gobierno. Pasando por esas situaciones, su fe se había vuelto más transparente. Y lo que se veía en ellos era un gran fervor apostólico. Había mucho que hacer. Recuerdo en particular a un sacerdote que me llevó, con su guía espiritual, al descubrimiento de la vocación sacerdotal. Y también me acuerdo del rector del seminario.
¿Ha cambiado la situación desde entonces?
Ahora podemos acercarnos a todos y ofrecer testimonio del Evangelio de persona a persona. Así podemos invitar a la misa a las personas que nos encontramos. Pero somos tímidos y todavía tenemos problemas para que nuestra obra apostólica asuma la forma de eventos sociales y públicos.
¿Cómo se preparó al sacerdocio?
Estudié en el seminario de Taiyuán, y después comencé mi ministerio sacerdotal en las comunidades de la ciudad de Shuozhou.
¿El seminario y las comunidades eran “oficiales” o “clandestinas”?
En nuestra zona nunca existió esta división entre “oficiales” y “clandestinos”. Desde 1979, cuando se dio la reapertura, todos comprendieron que no había tiempo para divisiones frente a la política del gobierno, y todos aprovecharon las circunstancias que podían ayudar al nuevo florecimiento de la Iglesia, después del tiempo atroz de la Revolución Cultural.
En Occidente muchos continúan interpretando la situación de la Iglesia en China según las etiquetas de la “Iglesia clandestina” y de la “Iglesia patriótica”...
En Shanxi estas cosas no tienen sentido. Hay algunos que se comportan como “clandestinos”, pero lo hacen por motivos o intereses personales. Nosotros seguimos adelante. Tenemos el Evangelio, tenemos la sucesión apostólica y la comunión con el Papa. No nos falta nada de lo que se necesita para vivir la fe y testimoniar a Jesucristo en la Iglesia católica.
¿Cuáles son hoy en día las cosas que afectan la obra apostólica y la misión de la Iglesia?
En nuestra región, lo bueno es que, justamente, no estamos divididos; hay una cierta armonía y unidad de espíritu, y esta es una bendición. Al mismo tiempo, a veces somos un poco “lentos”, estáticos, nos encerramos en nosotros mismos y en nuestras costumbres. Ya no se ve ese fervor apostólico que impulsaba a los sacerdotes en los años del nuevo comienzo, después de la Revolución Cultural. Y esto expresa una de nuestras debilidades, una debilitación de la fe que nos afecta, nos confronta y que no depende de factores exteriores a los cuales culpar.
Usted es muy joven. Y es obispo desde hace ma de 10 años. ¿Cómo recuerda al obispo que lo precedió en Shuozhou?
Era una persona abierta, que colaboraba y dialogaba con todos. No creaba problemas inútiles y siempre trataba de resovler los problemas evaluando las posibles soluciones. Yo fui ordenado obispo en febrero de 2004. Tenía 33 años. El gobierno nunca me reconoció oficialmente como obispo. Dicen: “Tú fuiste ordenado obispo por el Vaticano, y nosotros no te reconocemos”. Pero luego, en los hechos, yo puedo trabajar y por parte del gobierno hay un consenso implícito. No me obstaculizan, me dejan trabajar. Creo que se debe también al hecho de que no tengo el problema de llamar la atención o de crear polémicas inútiles.
Entonces, oficialmente usted pertenece a la lista de los obispos “clandestinos”. ¿Dónde celebra la misa? ¿Usa las insignias del episcopado?
Normalmente celebro la misa en la catedral, dedicada a Santa María Madre de Dios. Y los domingos o en las celebraciones solemnes, o en ocasión de las profesiones religiosas, uso el pastoral y la mitra. Ejerzo el ministerio episcopal con normalidad.
¿Cómo son sus relaciones con la Asociación patriótica de los católicos chinos?
Aquí la Asociación patriótica no existe. Antes existía, pero ahora ya no.
¿Por qué?
Los responsables que se ocupaban murieron de vejez, otros cambiaron de trabajo. La estructura se disolvió sola, y nadie sintió la necesidad de reconstruirla.
¿Cómo funcionan las relaciones con las oficinas gubernamentales?
Las relaciones son buenas. Cuando tenemos que decir algo, vamos a las oficinas de la Administración de los Asuntos Religiosos. Si ellos son los que tienen que comunicarnos algo, vienen a vernos. Sin extrañar a la Asociación Patriótica, que no existe. Pero no hay grandes problemas, por lo que no es necesario que nos reunamos tan a menudo... Cuando llegan las grandes fiestas y participan miles de fieles en las misas, entonces vienen para darnos una mano con un poco de servicio de orden y para garantizar un poco de seguridad... Es decir, nos ayudan.
¿El gobierno financia actividades de la Iglesia?
No llegan recursos del gobierno a la Iglesia aquí. Salimos adelante con las limosnas de los fieles. Aquí hay muchos campesinos, y a veces no es fácil. Siempre es una apuesta. Las monjas antes tenían una guardería. Pero lo dejaron. Tenemos una casa para los enfermos, pero no logramos hacer mucho. Y hay muchas cosas que hacer...
¿Hay jóvenes que entran a los seminarios?
Las vocaciones están disminuyendo. Ahora hemos sido arrollados por los grandes fenómenos sociales de la modernización y del consumismo.
Según muchos, esto provoca que los jóvenes chinos sean más frágiles que antes. ¿Es así?
No sé si se puede hacer una comparación. Antes, a pesar de todo, los sacerdotes tenían una gran autoridad, incluso entre los fieles. Muchas personas no habían estudiado, eran pobres e ignorantes. Seguían a los sacerdotes en todo. Ahora es un mundo completamente diferente. Los jóvenes han estudiado, la sociedad sigue cambiando a gran velocidad. Debemos encontrar las vías para sacar adelante la misión en este nuevo contexto.
La Carta a los católicos chinos de Benedicto XVI reconoce que la clandestinidad no es la condición normal para la vida y la obra de la Iglesia. ¿Usted comparte esta consideración?
Claro. Es lógico. Es más fácil y está más cerca de la naturaleza de la fe cristiana poder crecer como Iglesia sin esconder nada a nadie, con el reconocimiento del gobierno y de las instituciones civiles. Y esto también ayuda a superar muchas dificultades prácticas.
¿Siguen el magisterio de Papa Francisco? ¿Qué efecto tiene su predicación en China?
Claro. Tiene un impacto fuerte e inmediato, porque todos entienden inmediatamente lo que dice. Y lo que él dice de forma sencilla y evangélica se puede vivir inmediatamente de forma concreta, en las circunstancias de todos los días. Yo retomo muchas de sus frases e imágenes en mis homilías, para consolar y animar a los cristianos.
El Papa repite a menudo que la auto-referencialidad daña a la Iglesia. ¿Sucede lo mismo en China?
Claro. Nosotros a menudo nos encerramos en nuestras cosas. Y el Papa nos ayuda a salir de nosotros mismos, para reconocer que la fuente vida en la vida de la Iglesia es el amor de Dios por nosotros. Y si llevamos este amor de Dios a todos los que viven en nuestra sociedad, entonces nosotros podemos volver a descubrir la grandeza del don que hemos recibido. Por ello el repliegue sobre nuestros problemas ahora es el mayor obstáculo. Mientras nos veamos a nosotros mismos, nuestras cosas, y en algunas regiones acaso discutamos y nos acusemos entre oficiales y clandestinos, gastamos fuerzas en estos contrastes y no nos damos cuenta del mundo que nos rodea. Y acabamos, casi, por olvidarnos de los demás.
Parece abrirse la posibilidad de que se vuelva a retomar el diálogo entre la China Popular y la Santa Sede. ¿Qué piensan usted y los católicos de su diócesis?
Vemos con muchas esperanzas la posibilidad de un diálogo entre China y la Santa Sede, que ayude a resolver los problemas todavía pendientes. Esto sirve justamente para favorecer la misión y el desarrollo sano de la Iglesia, y Papa Francisco está haciendo un gran trabajo. Es lo que se necesita ahora. Además, el diálogo con el gobierno podría favorecer la unidad de la Iglesia. Y esto nos daría mayor seguridad incluso en las relaciones con el gobierno. Y no sería tan fácil que algunos pudieran aprovecharse desde el exterior de nuestras divisiones.
El diálogo entre el gobierno y la Santa Sede afrontaría la cuestión de la elección de los obispos. ¿Cuáles son los criterios que hay que seguir al respecto?
Hay que desarrollar una relación armoniosa con el gobierno. Pero, de cualquier manera, debe quedar claro que los nombramientos de los obispos deben estar en sintonía con la naturaleza propia de la Iglesia católica, es decir que se debe garantizar la plena comunión visible de cada obispo con el obispo de Roma, y con todo el episcopado católico del mundo.
¿Se puede involucrar al gobierno en el proceso de selección?
Es bueno tener en cuenta todo, las consideraciones de las autoridades y las instancias que vienen de la diócesis. El principio que debe ser salvaguardado es que no se puede nombrar a un obispo sin el consenso del Sucesor de Pedro. Pero no quiero dar juicios sobre cómo se podría traducir este acuerdo en términos prácticos.
¿Y la Asociación de los católicos chinos y otros entes “patrióticos”? ¿Deben ser eliminados o podrían seguir existiendo?
Aquí, como he dicho, la Asociación patriótica existía antes, e incluso cuando existía no ponía en crisis nuestra fidelidad ni la comunión con el Papa. Después se extinguió sola, y hemos seguido adelante. Quiere decir que no es un organismo indispensable para ocuparse de las relaciones entre la Iglesia y el gobierno. Se puede prever qu esiga existiendo, en donde funcione. Pero no debe tener la pretensión de ponerse por encima de los obispos e imponer el progio guía a las comunidades eclesiales.
Según su opinión, ¿cómo se podrían resolver los problemas de los obispos no reconocidos por el gobierno y de los obispos ordenados de forma ilegítima?
Son problemas que deben ser resueltos con el diálogo. No tengo sugerencias prefabricadas. La Santa Sede encontrará los argumentos para que el gobierno comprenda que no le conviene a nadie que todavía haya ordenaciones episcopales no autorizadas y sin la bendición del Papa. El diálogo sirve para esto, y en el diálogo también se podrá afrontar la condición en la que se encuentran los obispos ilegítimos. Ellos se han equivocado, al aceptar la ordenación sabiendo que no habría sido aprobada por la Sede Apostólica. Si dan muestras de arrepentimiento, la Santa Sede puede encontrar una justa solución.
El Papa anunció que comenzará un Año jubilar de la misericordia. ¿Usted viajará a Roma en peregrinaje?
Me parece difícil. Y claro, más que el peregrinaje, será muy útil aprovechar la ocasión para convertir nuestros corazones. Aquí tenemos muchas heridas que deben ser sanadas, incluso en la Iglesia. Y normalmente no actuamos según la misericordia, ni siquiera entre nosotros. El tiempo del Jubileo tal vez nos ayudará a volver a descubrir que la misericordia es el corazón del Evangelio. Y si se renueva la experiencia del amor de Cristo por nosotros, se renueva también la Iglesia, incluso aquí en China. Esto siempre nos lo dice Papa Francisco.
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