Durante la peregrinación diocesana, el obispo de Mar del Plata invitó a los fieles a renovar la fe, confiar en la Virgen y transformar la queja en alabanza, guiados por el amor y la esperanza.
La comunidad diocesana de Mar del Plata realizó su peregrinación anual a la basílica de Nuestra Señora de Luján. La misa central fue presidida por monseñor Ernesto Giobando SJ.
En la homilía, el obispo marplatense invitó a los peregrinos a "caminar con esperanza", recordando que visitar la casa de María es un gesto de amor filial y gratitud.
El prelado destacó que "venir a Luján es venir a la casa de nuestra Madre", evocando también la figura del Negro Manuel y el legado del beato Eduardo Pironio, quien fue obispo de Mar del Plata y "nos dejó una sonrisa inmensa en medio de las dificultades".
Monseñor Giobando alentó a los fieles a acudir a María en los momentos difíciles, porque "ella sabe enjugar las lágrimas de sus hijos" y a mantener la mirada puesta en Jesús: "María nos dice: vengan a mi casa, pero llévense a Jesús en el corazón".
Durante la celebración, el obispo explicó el sentido de los "buzones de confianza" que acompañaron la peregrinación, donde los fieles depositaron intenciones y agradecimientos.
Finalmente, propuso tres actitudes para este tiempo: "desarmar las palabras, mirar hacia arriba y cuidar el corazón", animando a vivir la fe con gratitud y alegría.
El obispo de Mar del Plata pidió a la Virgen de Luján, al beato Pironio y al siervo de Dios Negro Manuel que acompañen a la diócesis en su camino de renovación y esperanza.

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