“Llevamos la misericordia de Dios, en nombre de Madre Teresa”

“Llevamos la misericordia de Dios, en nombre de Madre Teresa”

Sor Mary «Prema» Pierick, Superiora general de las Misioneras de la caridad, explica la actualidad del servicio de las religiosas: vivir el Evangelio de la caridad. Con la esperanza de llegar hasta China.

PAOLO AFFATATO

«La Madre Teresa tenía un sueño: abrir una casa de las Misioneras de la caridad en China. Este deseo no se cumplió durante su vida. Pero esperemos que, si Dios quiere, pueda cumplirse un día. Si Dios quiere y si se dan las condiciones, estaríamos felices de hacerlo hoy mismo». La conversación que Vatican Insider tuvo con la alemana Mary «Prema» Pierick, Superiora general de las Misioneras de la caridad, en la casa generalicia de Calcuta (en donde reposa el cuerpo de la monja que será canonizada en el Vaticano el próximo 4 de septiembre), comienza retomando el deseo que estaba presente en los pensamientos y en el corazón de la Madre Teresa.

Hay un gran trajín de gente en la casa, sobre todo provocado por los peregrinos de todas las religiones que vienen a dejar flores en el sepulcro de la Madre. Entre los simples turistas y curiosos, los mendigos y niños de la calle, las religiosas reciben a todos con su proverbial amabilidad y con una sonrisa.

Antes de viajar a Roma para participar en la celebración, sor Prema (ese nombre, que en sánscrito significa “amor”, se lo pudo la Madre), trazó las perspectivas de la misión del Instituto que debe guiar en la actualidad, después de la Madre Teresa y de sor Nirmala Joshi.

Como refiere la Superiora, las Misioneras de la caridad en el mundo son 5.160 (a las que hay que añadir 137 novicias y 120 postulantes), distribuidas en 139 naciones, con 758 casas en total (734 con monjas de vida activa y 24 con monjas que se dedican a la vid contemplativa). La mayor parte de los conventos están en la India, con 242 comunidades, y en el resto del mundo hay 516. Con ellas también operan los «Hermanos de la caridad», instituto masculino con 387 sacerdotes (y 19 novicios), que tiene presencia en 21 países del mundo, con 69 casas (43 en la India y 26 en el extranjero).

Durante un día, las y los seguidores de la Madre Teresa, cuyas humildad y discreción son los rasgos característicos de su carisma, serán el centro del mundo: Papa Francisco proclama santa a la Madre Teresa, y su familia religiosa se alegra con la sencillez que caracteriza su vida, siguiendo el evento por la televisión y celebrando una misa en la tumba de la Madre.

«La Madre Teresa —dice sor Prema— es una mujer que se dedicó a Cristo y a los pobres. Nos ofreció el testimonio del amor de Cristo que comienza, no tanto con la predicación, sino con dar una sonrisa, amabilidad, acogida a cada ser humano. La Madre reconoció en los pobres a Cristo y por ello los pobres son el centro: reconocemos, en este aspecto, una sintonía especial con las palabras y con el ejemplo de Papa Francisco, que hoy ofrece a la Iglesia y al mundo a la Madre Teresa como ícono de la misericordia, en este Año Santo».

«La misericordia —prosigue— fue para la Madre un estilo de vida que primero vivió en su comunidad de las monjas y después fuera de ella, en la relación con el prójimo: es nuestro estilo de vida, hecho de amor y perdón para todos. Este ejemplo es nuestro camino hoy». Y es una vía propuesta a toda la humanidad, como un llamado para universalizar la compasión, en un mundo que vive cada vez más conflictos y violencias.

«Mientras vemos nuestro mundo herido por la violencia y envuelto en las tinieblas, la Madre acompaña nuestro camino, para que la luz de Cristo pueda iluminarlo. Es triste ver actos de terrorismo que provocan innumerables sufrimientos y dolores. Dios nos hizo para el amor y para la paz, no para la guerra y para el odio», observa la Superiora al recordar la situación internacional.

«Estamos conscientes de que el mundo actual afronta desafíos complejos y de que está marcado por el sufrimiento, por la violencia, por la cultura de la indiferencia. El antídoto es una cultura de amor y de paz, puesto que todos los hombres, en lo profundo, desean la misericordia y la paz. Este es nuestro empeño, como misioneras de la caridad: estar al lado de cada persona y colaborar con ella, sin importar su nacionalidad o religión, en donde nos encontremos, por el bien de la humanidad. Trabajamos en silencio, sin descanso, confiando en la gracia y en la misericordia de Dios».

La misión es clara: «Lo que damos a los pobres y a la gente que encontramos en nuestro camino es antes que nada Jesucristo y su amor: nosotros solo somos sus instrumentos. La Madre Teresa es el rostro de la Misericordia en este Año Jubilar, para que cada hombre y cada mujer pueda ver y ser tocado por la misericordia de Dios».

Y sobre todo en los lugares en los que los cristianos representan una pequeña minoría o en zonas, como en Medio Oriente, en donde están expuestos a la violencia. Pagaron la factura, recuerda sor Prema, también cuatro Misioneras de la caridad, asesinadas en Yemen en marzo de este año: «Vivieron el amor de Dios en sus vidas, sin dejar de ser una fuente de misericordia hasta el final, con gran fe y con espíritu de servicio incondicional hacia la humanidad que sufre. Son una semilla de Evangelio y un ejemplo precioso para todas nosotras. Todos estamos llamados a construir la paz, la armonía y el amor entre los pueblos, las culturas, las religiones y las civilizaciones. Dios nos creó para esto».

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